Opinión · Punto y seguido
Pakistán: tirado por EEUU, recogido por China
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Vigilado por los fantasmas de Bin Laden y de Benazir Bhutto, Pakistán celebraba ayer las elecciones parlamentarias empapadas de sangre de civiles cuyo único pecado era haber nacido en un país encargado de luchar “contra el terror” provocado por un EEUU con afán de ganar el Gran Juego a China y Rusia en Asia Central.
Es la primera vez que en este país de 66 años de edad -la mitad de ellos, gobernado por los militares-, el poder se transmite de un gobierno civil a otro, se pone fin al bipartidismo y se permite participar a las personas transexuales, reconocidas como el “tercer género”. Tras los resultados, en el futuro es improbable que la ganadora Liga Musulmana cambie la actual política exterior del país, diseñada por los militares encabezados por el general Ashfaq Kayani, el hombre más poderoso del país.
“La tierra cándida” (significado del nombre del país en persa/urdu), hoy con 180 millones de habitantes, fue fundada en 1947 sobre el extremismo islámico sunnita, la enemistad con los hindúes, y el anticomunismo. Junto con Israel, han sido los dos estados creados a base de una religión y no con la etnicidad. Pakistán, además, fue el primer país musulmán en tener la bomba atómica (gracias al dinero de Arabia Saudí), y hoy es un gran exportador de mano de obra, con casi la mitad de la población analfabeta, una economía paralizada y una seguridad precaria.
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A pesar de los miles de millones de dólares que EEUU ha invertido – en armas y en sobornar a los dirigentes- en este país, la mayoría de la población lo considera un enemigo. La superpotencia nunca ha protegido los intereses de su socio e incluso le dejó solo en las guerras con la India (1965 y 1971). Fue por el plan de ocupar Afganistán cuando le asignó un papel relevante, aunque suicida: ser el cuartel general del extremismo religioso terrorista con la misión de destruir las fuerzas democráticas laicas de la región y allanar el camino de sus mentores. Un papel que dejó el país lleno de las armas oxidadas americanas, el bolsillo de sus dirigentes corruptos lleno de dólares y la vida de decenas de millones de pakistaníes y afganos llena de dolor. Hoy Pakistán, resentido por los continuos desaires de Washington y debido al choque de intereses entre ambos países, ha dejado de ser el aliado más importante de EEUU en la región.
De cómo perder un aliado clave
La estrategia del “caos controlado” que aplica la OTAN en Af-Pak [término inventado por el Pentágono para denominar a ambos países (Afganistán y Pakistán), eliminando su soberanía y considerándoles simples teatros de operaciones sin gobierno, sin gentes] le sirvió a la Alianza para militarizar Asia Central y cercar a China, Rusia e Irán. También para intentar, así, impedir el acceso de dichos países a las fuentes y rutas de tránsito de los recursos naturales.
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Si el afán de “contener a China” y evitar la formación de “Chindia” -la unión entre los dos gigantes asiáticos- ya es sólo una ilusión para los estadounidenses, sacrificar a Islam Abad a los pies de Nueva Delhi fue un grave error de Obama. EEUU perdió ahí a su gran aliado sin conseguir el cariño de la India, que se resiste a abandonar su política de “no alineado”. Al final, Pakistán no pudo ser un segundo Israel para EEUU: se le aplicó la política de "usar y tirar" sin pestañear. Ahora, los tres vecinos con bombas nucleares se están acercando, para desesperación de los americanos. India rechazó, con enfado, la oferta de Obama para mediar en el conflicto de Cachemira: "Nadie ha buscado su ayuda". Y es que Cachemira es una cuestión entre la India y Pakistán, dijo la primera. Tras los atentados del 2008 en Bombay, que llevaron a ambas partes al borde de la guerra, fue China la que actuó de apaciguador de los roces entre los dos vecinos.
Por otro lado, el asalto hollywoodiense de los SEAL a un domicilio en Abottabad -el 1 de mayo del 2011- fue la guinda de la humillación a Pakistán. EEUU no avisó y, además, Obama afirmaba entonces haber matado a Bin Laden. El presidente Zardari echaba humo: su aliado se había reído de la soberanía del país públicamente y ni había compartido con él las medallas de aquel supuesto magnicidio [volver a ver Matando al fantasma]. Pocos se acordaban de que la ex primera ministra Benazir Bhutto, en una entrevista fechada el 2 de noviembre de 2007 con el programa de Al Jazzira Frost Over The World, había dicho que Osama Bin Laden había sido asesinado años atrás por un posible agente de MI6: Omar Saeed Sheikh [ver declaraciones de Bhutto, aquí]. Benazir fue asesinada casi un mes después de esta revelación.
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La venganza de los “pequeños”
Islam Abad guardó silencio sobre la identidad de las personas asesinadas en aquella humilde casa. No podía mentir, tampoco quería poner en ridículo a Obama, pero expulsó a 150 marines. Como respuesta, el presidente de EEUU se negó a recibir a Zardai en la cumbre de la OTAN del 2012; le acusó de encubrir a los terroristas islámicos. ¡Pero si este doble juego lo hace la OTAN, que con una mano bombardea las posiciones de los talibanes y con la otra les paga peajes, negocia con ellos para devolverles al poder en Afganistán y les ofrece una oficina en Turquía y otra en Qatar! Aquí el que no corre vuela.
Estando las cosas así, Islam Abad decidió enseñar los dientes: impidió el tránsito por sus carreteras de los convoys de la OTAN -que transportan el 80% de equipamiento (desde hamburguesas a papel higiénico) a sus tropas en Afganistán- y reanudó el proyecto del gasoducto Solh, que significa "paz" y que conducirá el gas iraní hacia Pakistán pudiendo terminar en China, ignorando las advertencias de EEUU y las sanciones impuestas contra Irán. Pakistán, con importantes problemas de energía, esperó en vano varios años la construcción del gasoducto alternativo de Turkmenistán-Afganistán-Pakistán y que anularía las rutas ruso-iraníes. El conducto, a pesar de recibir ingentes inversiones, no ha sido construido porque Rusia e Irán lo han impedido.
Ahora, Pakistán, que es el mayor comprador de armas de China, busca su protección político-económica. Un eje sino-pakistaní cambiará las reglas del juego en la zona creando un equilibrio de poder con la India, el principal comprador de armas del mundo. Que se atreva a pedir un peaje a la OTAN de 5.000 dólares por contenedor, en vez de los 250 de antes de esta crisis, ya es una señal.
Rompiendo el Collar de perlas
En febrero de 2012, el Congreso de EEUU aprobó una resolución en favor de la secesión de Beluchistán, la provincia más grande de Pakistán, que incluye el 40% de su territorio y 8 millones de sus habitantes. Hasta entonces, EEUU y Gran Bretaña habían apoyado las operaciones encubiertas de los grupos separatistas de ultraderecha religiosa, que luchan por un "Gran Beluchistán" que integraría las regiones baluches (un pueblo ancestral de origen iránico) de Pakistán, Irán y Afganistán.
EEUU sueña con romper esos tres países y dominar el futuro “Beluchistán Libre”, con sus abundantes e intactos depósitos de gas y minerales, y que colinda con Irán y el Mar Arábigo. De momento, Obama desestabiliza las provincias iraníes de Sistan-Baluchistan e impide que China utilice el puerto de Gwadar, cuya "gestión y explotación" ha sido entregado por Islam Abad a una empresa china.
Ubicado en la confluencia de Asia del Sur, Asia Central y Oriente Medio, cerca del estrecho de Ormuz, por donde pasan 17 millones de barriles de petróleo al día, Gwadar podrá convertirse en otro punto del llamado "collar de perlas" (nombre dado por el Pentágono a las bases y vínculos diplomáticos de China con los países de la región para proteger a sus intereses económicos). Aquí Pekín ya ha construido una red de carreteras y planea continuar con la construcción de un oleoducto que podría llevar el petróleo de Oriente Medio hasta las provincias orientales de China. EEUU teme que dicha infraestructura se convierta en una base naval china en el Océano Índico.
Con todo, EEUU ha perdido, en los últimos 15 años, al Irak de Saddam Husein y a Pakistán como aliados claves en la zona. El siguiente podrá ser nada menos que Arabia Saudí.
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