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Opinión · Dominio público

¿Para qué los profesores?

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Carmen Jaulín

Politóloga y socióloga de la educación

El Gobierno acaba de aprobar la LOMCE, una ley carente de toda responsabilidad política y social. Mayor Zaragoza ha llamado a la deserción, desde la absoluta discreción que le caracteriza. Especialistas de las más diversas disciplinas están contextualizando la ley en los años 80, por la vuelta a la religión; en los 50, por la vuelta a las reválidas. Desgraciadamente, la convulsa historia educativa en nuestro país no comienza en el siglo XX. Pero si la tenemos que comparar, el movimiento Wert sólo es comparable al decimonónico de Tadeo Calomarde. No me creo que todo el Partido Popular esté dispuesto a aprobar esta aberración legislativa ¡Menuda patata caliente!

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Mayor Zaragoza, quizás sea la persona con más conocimiento y experiencia que tenemos en materia educativa, en estos momentos, en la llamada aldea global. Sus investigaciones, propuestas y colaboraciones, en una época tremendamente difícil para la construcción de Europa con Delors al frente de la Comisión, fueron aprovechadas por los sistemas educativos del norte y centro europeos que, hoy, apenas presentan problemas de abandono y fracaso escolar y con  resultados óptimos PISA. ¿Por qué no se le escucha?

Por otro lado, este último mes, la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid aprovechando el ruido LOMCE está fraguando una cadena de despropósitos de urgente reparación.

Justo la semana que el CIS sacaba datos positivos sobre la confianza de los españoles en los profesionales docentes, la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, y de manera apresurada, filtraba información (que insisto en su ilegalidad) del desconocimiento de los maestros en las últimas oposiciones que parece salir de un concurso de teleñecos.

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Ya en la primera semana del mes de mayo, empezamos a entender el entuerto, el decreto 42/2013, de 9 de mayo, del Consejo de Gobierno, de la Comunidad de Madrid, por el que se regula el procedimiento de selección de funcionarios interinos docentes de ámbito no universitario, el artículo 4, “Ordenación de los aspirantes en las listas derivadas de procesos selectivos”, despacha el siguiente baremo: Nota de oposición con máximo de 8 puntos; nota de experiencia docente, máximo de 1,5; y otros méritos como doctorados, acreditación competencia lingüística, o cursos de especialización didáctica, 0,5 puntos. ¿A que viene ese radical desequilibrio entre examen, formación, experiencia docente y competencia profesional acreditada? ¡No sé cómo no se han soliviantado las facultades de educación al unísono!

El problema de la clase política española actual es el desconocimiento, en materia educativa. Gusdorf, ya en 1963, con una obra emblemática ¿Para qué  profesores?, tanto para el mundo académico como el político de la Europa de la segunda mitad de siglo, hacía un diagnóstico eficiente de los síntomas que acechaban la profesión docente. Hoy, especialistas prestigiosos, como Sir Ken Robinson advierten del peligro de las instituciones políticas educativas por no detectar el talento docente. Según Robinson, la gran revolución de nuestros tiempos va a ser la vuelta a la vida orgánica porque la vida industrial del fast food ha invadido los sistemas educativos vulgarizándolos, dejándolos sin energía; o sin utopía, que es lo mismo  Propone buscar, encontrar y gestionar capacidad docente para despertar la creatividad en niños y adolescentes, para que los sueños sean metáforas del futuro. Nadie puede desarrollar resultados sintiéndose fracasado, y menos un adolescente. Y la única herramienta eficiente para descubrir a los niños y adolescentes sus capacidades es la creatividad del docente. En los tiempos que vivimos, el decreto es una vuelta a la caverna, tremendo error, y atroz irresponsabilidad que para cubrir la demanda docente, la valoración prime tan desproporcionalmente los contenidos estratégicos y memorísticos de un examen sobre la  formación y la experiencia docente diaria.

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Mientras, la Consejería de Educación de la Comunidad, enredando, sigue sin responder preguntas clave que le llevamos haciendo los ciudadanos de redistribución del gasto público, desde hace años: ¿Cuántas instituciones educativas nuevas se han creado desde las transferencias en materia educativa a la comunidad autónoma (1997)? ¿Cuánto cuesta el fiasco de la Dirección General de Mejora de la Calidad de la Enseñanza? ¿Qué parte del gasto público son los sueldos de los profesores? ¿A cuántos profesores interinos se puede contratar con los salarios de los asesores políticos en educación?

La Manifestación Silenciosa por la Educación de la vigilia del 12 de mayo ha ofrecido señales inequívocas de cómo se debe canalizar la indignación contenida en el siglo XXI. El día en que la mayoría de ciudadanos, en este país, consigamos salir silenciosos por la noche habremos ganado la batalla por “lo público”, en la era del fast food político; y mostrado a Europa que el Sur también existe ¿Qué hará este gobierno con la mayoría de la población manifestándose en silencio por las noches, dormir?

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Naturalmente que los profesores tenemos una competencia, tarea, función y responsabilidad que cumplir: impartir conocimiento despertando la vida, lo que supone impedir que los contrasentidos penetren en el aula.

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