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Opinión · Punto y seguido

La prioridad de Obama: ¿Siria, Egipto o Irán?

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En una reunión celebrada el 31 de julio en Moscú entre Vladimir Putin y el ex embajador de Arabia Saudí en Washington, el príncipe Bandar Bin Sultan (apodado Bandar Bush, por siniestro), éste le ofrece comprar hasta 15 millones de dólares en armas rusas y una cooperación en materia de hidrocarburo, debilitando al rival qatarí, si el Kremlin retira su apoyo a Bashar Al Assad. Ante la rotunda negativa del líder ruso [que, de paso envía el mensaje de que Moscú no traiciona a sus aliados, como lo hizo Washington con Saddam, los talibán, o Gadafi], Bandar afirma que entonces la opción militar es la única que queda para Siria....y de repente vuelven las armas de destrucción masiva usadas por Damasco. Algo inverosímil justo cuando un equipo de 20 inspectores de la ONU se encontraba allí buscándolas. Moscú afirma tener pruebas de que dos misiles empapados de sustancias químicas fueron lanzados por los rebeldes a la periferia de la capital siria. Aun así, no se debe descartar la implicación del sector duro del gobierno de Assad, cuyo fin no sería otro que sabotear las negociaciones en curso con los rebeldes.

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La coalición compuesta por los republicanos estadounidenses, Israel, Turquía y Arabia Saudí, fuerza a Barak Obama a dar un salto cualitativo -de pasar de la intervención vía apoyo logístico a los rebeldes - a una agresión militar directa. Mientras, el presidente de EEUU evalúa, en voz alta, los costos y los beneficios que aporta tal agresión, sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU,  y los “intereses nacionales a largo plazo". Obama cuelga el disfraz idealista para emplear el Realpolitik sincero, puro y duro. Esos intereses mandan que Washington se limite a exhibir sus buques y misiles, mantenido a Assad en el poder, ya que la situación actual, en la que los rivales y enemigos de Israel se entretienen en una larga guerra de desgaste, es la mejor opción (Siria es una trampa). Tras la conquista de Libia por la OTAN, EEUU ya controla todo el levante mediterráneo, donde Siria no representa ninguna amenaza.

Irán advierte de las consecuencias de una guerra contra su aliado, y recomienda la vía diplomática para salir de la crisis de este país, y el propio Assad, que ha prometido convocar elecciones libres en 2014, amenaza convertir Oriente Próximo en más infierno. EEUU se enfrentaría a la artillería de Assad, a la de Rusia, Irán, Hizbolá y aquellos yihadistas que se enfadan cuando se ataca a un país musulmán.

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Obama no es Shivá, la deidad india de cuatro manos que le permitan atender al mismo tiempo a  varias exigencias, y debe administrar los recursos de que dispone además de cuidar su imagen. En una jerarquía de prioridades, Siria está al final, sobre todo cuando las negociaciones de Ginebra estaban avanzando. Otra cosa es llevar ante los tribunales internacionales al criminal que ha utilizado estas y otras armas contra los civiles.

¿Para qué atacar a Siria?

Obama está siendo arrastrado por los wahabitas de Arabia, que tras poner fin a la hermanomusulmanización de Egipto y simbólicamente en toda la región, van  a por Irán, reduciendo su influencia regional, vía derrocamiento del Gobierno de Assad. Temen, como Israel, que con el presidente Hasan Rohani, defensor de la transparencia en el programa nuclear iraní y con firme voluntad de alcanzar un acuerdo diplomático con Occidente al respecto, se relaje la enemistad entre Washington y Teherán. Obama necesita la cooperación de Irán para mantenerse en Irak y Afganistán. Lo de Siria huele a un gran sabotaje, al igual que ha sido  la resolución del Congreso de EEUU en junio, de endurecer las sanciones contra Irán, justo cuando Rohani y su bandera del “cambio” en el programa nuclear triunfaban en la república islámica.

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Lo cierto es que, hoy por hoy, nadie puede ganar en Siria, ni siquiera EEUU. El pulso entre media docena de países que operan directa o indirectamente en aquel escenario neutraliza cualquier plan no consensuado.

Un ataque a Siria hoy tiene menos costes políticos (sin contar con una reacción de Irán) para Obama que hace dos años. El presidente puede recurrir a una operación “quirúrgica” utilizando el asesinato selectivo de Assad, un golpe de Estado contra él, o un bombardeo copiando el modelo de Kosovo de 1999 .... Si no ha recurrido a estos métodos hasta ahora es por temor a que el día después los islamistas -financiados por Arabia y Qatar- llenen el vacío del poder. Las billonarias ayudas que han inyectado a la oposición derechista siria no han conseguido inclinar la balanza a su favor.  Y la Administración Obama,  tras las experiencias de Irak, Afganistán, Libia y Egipto ha escarmentado: los islamistas, además de  desagradecidos, llevan adelante su propia agenda. ¡EEUU confiesa no saber “quién es bueno y quién malo” en el terreno sirio, y aun así quiere lanzar una guerra!

Egipto, controlado

Mohammed  Mursi no fue un Evo Morales egipcio, comprometido con firmeza con la causa de los desheredados; y la Casa Blanca ya cree que la situación del país africano tras el golpe militar ha vuelto a la normalidad, e incluso puede restaurar el viejo orden mubarakiano. ¡Cualquier parecido de esta operación con la de «TP-AJAX» de la CIA en el Irán de 1953, es pura coincidencia!  TP hacía referencia al Tudeh Party (partido comunista) y AJAX era el nombre del famoso detergente. Una limpieza de toda la oposición al neocolonialismo.

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Antes del golpe, la asesora de la Seguridad Nacional de EEUU, Susan Rice, había aconsejado a Mursi  renunciar a su cargo. Él lo rechazó. Pregunta: ¿tuvo algo que ver el cierre de 22 embajadas de EEUU en la zona con el golpe de Estado pinochetiano que se estaba gestando en Egipto, semanas antes?  Quedará para la historia el derrocamiento del primer presidente elegido del mundo árabe, por una nueva generación de golpes “democráticos” de Estado, y que más de un gobernante –desde Túnez hasta Turquía, Irak y Afganistán-debe poner su barba a remojar.

No habrá el peligro de una guerra civil. Los Hermanos Musulmanes  son conscientes de que la única forma de tomar el poder es llevarse bien con los generales y con EEUU. En caso de que un sector de la Hermandad se radicalice, la guerra sería librada en el desierto de Sinaí, donde el Ejército –¡perdón! el consorcio armado de empresarios mafiosos y corruptos- podrá mostrar sus dotes de la lucha “anti espantapájaros terrorista”. Así aplastará al movimiento progresista egipcio y de paso conseguirá un trato especial con Washington, el mismo que gozan los generales israelíes. EEUU no ha podido contar con la lealtad de las castas militares ni pagando millones de dólares. En Israel, Obama ha sido incapaz de influir sobre las políticas de Tel Aviv, ni siquiera en el avance de los asentamientos. O en Pakistán, donde su gobierno cierra los ojos ante la quema de los convoyes de la OTAN que transportan agua y bocadillos a Afganistán.

En caso de que la actual junta militar no sea capaz de establecer el orden, no se descarta un “golpe” de los oficiales moderados que cierre la era sangrienta de los generales veteranos, y así alargue la esperanza del pueblo de que algún día llegue pan y libertad.

El principal interés de Obama en Egipto es el tratado de paz con Israel y mantenerlo en la órbita de la economía de mercado. Lo cierto es que a ninguna fuerza egipcia le interesa estar en tensión con el país vecino, ya que el país es rehén del FMI y otras instituciones financieras.

Sin embargo, la tierra egipcia volverá a temblar por la vitalidad de su sociedad civil y por la marcha de millones de hambrientos en un país que se está quedando sin alimentos.

Irán, la prioridad

Obama debería saber que un ataque a Siria acabaría con las posibilidades de llegar a un acuerdo nuclear con Irán, su principal desafío. Fortalecería el núcleo duro de los Guardianes Islámicos que tachan de ingenuo a Rohani, como lo fueron Saddam y Gadafi, derrocados siendo aliados de EEUU y sin armas de destrucción masiva. Además pondría en peligro la vida de miles de soldados de la OTAN en Afganistán e Irak, sólo para empezar.

Irán, tras romper con Hamas, ha dejado de  ser el principal defensor de los palestinos. Y hoy el petróleo iraní tiene menos importancia para Washington que su rol en el equilibrio de poderes en la región como contrapeso a Arabia e Israel, de los que Obama se ha distanciado. Que la CIA, 60 años después, reconociera (sin disculparse) su participación en el golpe de Estado de 1953 contra el gobierno de Mossadeq ha sido interpretado por Irán como un gesto para mejorar las relaciones bilaterales.

Obama prometía ser un líder creativo, dinámico y con una visión realista del lugar de su país en el mundo. Sus bandazos,  una política exterior desordenada y caótica, impiden que otros actores regionales solucionen sus propios problemas. Lo único que ha hecho es armar a los grupos terroristas fundamentalistas en Libia, Yemen, Irak o Siria. Sin una estrategia definida y sin conocer la realidad de esta región, Obama es arrastrado por mandatarios de otros países que le sacan de una guerra para meterle en otra, por sus propios intereses. 

Aquí, el péndulo del Caos no para de recibir impulsos.

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