Opinión · Otras miradas
Del azul celeste al tenebroso negro
Directora del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense
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Concepción Fernández Villanueva
Directora del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense
Desde que el Partido Popular llegó al gobierno su trayectoria ha sufrido una metamorfosis del color azul celeste de su anagrama, hacia el color negro. Me encanta el color negro en todas sus versiones y manifestaciones excepto en una, la que se refiere a la oscuridad y la deshonestidad. Y precisamente me refiero a esa. La pretendida claridad y previsibilidad (“yo soy una persona previsible” decía Rajoy) que prometieron y estaba escrita en su programa electoral, ilusionante para los millones de personas que le otorgaron la confianza y con ella, la mayoría absoluta, se ha metamorfoseado en un oscuro, tenebroso y deforme ente que aterra.
Este ente, además de terrorífico es desconcertante. Aparece puntualmente mostrando alguna de sus aterradoras caras y después se aleja pretendiendo volver a aparecer con cara inofensiva y alegre. El presidente del gobierno es su paradigma. Un fantasma de lo oscuro. Es la principal imagen de la metamorfosis hacia el negro y representa el modelo para todo el partido. Su trasfondo impenetrable y bifronte mantiene una larga historia. Así como la trasformación aterrorizante de su aspecto honesto y bondadoso. El hilito de plastilina con el que despachó la información sobre un vertido de petróleo en Galicia se convirtió en la catástrofe del Prestige. El “todo es falso salvo alguna cosa” se convirtió en una marea de sobresueldos, ganancias sucias, peleas internas, mensajes confusos y sospechosos. La cara más funesta de esta metamorfosis es la destrucción por el PP de los discos duros pedidos por el juez, con la información de sus finanzas que se supone eran “transparentes”. Esas transformaciones de la realidad que nos anunciaban producen horror y pasmo. Otro ejemplo bastante aterrador es la transformación del ministro de justicia desde la cara progresista a la más retrograda y conservadora del gobierno, que nos lleva cada día un poco más atrás en la protección de derechos de casi todos los ciudadanos.
La opacidad de las finanzas es un tema muy mediático, pero más importante y trascendente para la vida de los ciudadanos es su toma forma de gobernar. Las principales decisiones que ha tomado el gobierno que participan de esta misma oscura “cualidad”.
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La reducción de la cuantía de las becas, su precariedad, se pretende ocultar y oscurecer. El anunciado aumento era en realidad una cruel reducción y muchos de los posibles beneficiarios no van a saber el dinero que les corresponderá hasta que acaben el curso en el que se matriculan: ¡Estupendo panorama de las finanzas de una familia para poder tomar decisiones sobre los estudios de sus hijos! ; La generosa política de ayuda en la educación no universitaria se convierte en la perdida de la ayuda para libros en más de medio millón de escolares; las medidas para blanquear las cuentas ilegales que estaban depositadas en bancos extranjeros oscurecieron a sus posibles beneficiarios; Los pisos entregados al Sareb, financiado con dinero público son vendidos a oscuros fondos especulativos; La reforma laboral se evalúa sobre oscuras predicciones de los puestos de trabajo que ha ayudado a no destruir (¿la fuente científica de esta predicción será algún o alguna vidente?) obviando la constatación, esta vez sí, estadística y fiable, de la destrucción de un millón y medio de empleos en menos de dos años amparados en la reforma laboral. Así que, cuando anuncian recientemente que a la reforma laboral solo le quedan ajustes, no podemos menos que sentir congoja ante la próxima aparición pública de la ministra, que nos forzará a descifrar donde estará la negra sorpresa que nos aguarda, que nos privará de nuevos derechos.
Este trasfondo oscuro es tan frecuente en sus decisiones políticas que nos hemos acostumbrado a temer, a buscar y descubrir un tiempo después, (no es fácil hacerlo cuando se utilizan estrategias de ocultación), qué nos está amenazando detrás de cada una de las decisiones que se toman “para nuestro bienestar”. Las caras amables que nos presentan en principio se transforman poco después en peligrosas y nos amenazan con armas que no conocemos pero que intuimos nos van a dañar. ¿Qué decir de la “tenue” reforma de las pensiones que iba a facilitar que el salario de los pensionistas no quedase afectado por las crisis y que, finalmente, consiste en una rebaja para el estado similar al coste del rescate bancario? ¿y de la tapada y oscura (hasta que apareció en el BOE) modificación del re-pago de medicamentos “ impuesto para enfermos” que va dañar seriamente a los más desprotegidos?
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Son negros sus planes sobre política internacional. La “gallardía” del ministro Mar-gallo, que se ha apresurado a decir “se acabó la fiesta” en la cuestión de Gibraltar y no tiene inconveniente, incluso pide voluntariamente, la comparecencia en el Congreso para este asunto, ¿qué tiene que decir ante otra “fiesta” mucho más sanguinaria, La masacre siria? ¿Nada es lo único que tienen que decir? ¿No les han pedido su opinión los otros líderes europeos o integrantes de la OTAN? ¿Es esa su consideración y su relevancia en la toma de decisiones internacional? En este asunto prefieren mantenerse en la oscuridad de un “perfil bajo” lo que significa que no le dan mucha importancia publica al asunto, (por el momento) o sea que, una vez más, están escondiendo, ennegreciendo, lo que piensan y lo que van a hacer… Y, ¿sabemos algo de lo que en realidad piensan sobre Cataluña? ¿Sera alguna de las funestas sorpresas a las que nos tienen acostumbrados?
Y lo que surge del abismo de su historia, y del inconsciente de algunos, es también tenebroso y funesto: negra nostalgia de banderas, de símbolos fascistas, culpabilidades, recuerdos de muerte y negrura. Añoranza nostálgica de cuando los pobres eran de verdad pobres, no tenían palabra y eran discretos, no hacían notar su existencia. Es decir, existían pero estaban muertos. Añoranza de una imagen de pobres que solo es ilusoria, porque nunca fueron así, aunque debiesen parecerlo.
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En los últimos tiempos están descendiendo cada vez más escalones hacia la opacidad, el desconcierto de los ciudadanos y las tinieblas informativas. Y no solo nos producen desconfianza, sino terror, porque sufren metamorfosis temibles y son impenetrables y oscuros, en el tono más fuerte de la oscuridad. Nuestros gobernantes no son azules, son de un negro aterrador. ¿Quién podría confiar en sujetos que aterrorizan?
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