Opinión · Palabra de artivista
Insularidad de izquierdas
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La insularidad que acucia a un movimiento endiabladamente múltiple, libre y diverso. La izquierda intenta encajar en el modelo político de la derecha: monolítico, blindado y borreguil. Sacrificando en el proceso la riqueza de su diversidad, esa que ha garantizado la democracia real hasta ahora. Y es que la derecha, los privilegios de esta sociedad capitalista y los coqueteos con la burguesía han acabado por desactivar nuestra lucha haciéndonos creer que ya hemos llegado, que tenemos una parcela asignada de la que no debemos salirnos. Izquierda es pobres, trabajadores, marginados... Y un pensamiento tan único como el de la derecha.
Resumiendo: cada minoría, grupo o sector de la izquierda va a lo suyo. Tú ocúpate de los LGTB, tú de las mujeres, tú de los migrantes, tú de los ateos, tú de los discapacitados, tú de los ricos, tú de los de centro, tú del veganismo, tú de los animales... Y que nadie se meta en lo del otro. Mandaremos fax para coordinar. Esta reflexión me la ha señalado la activista María Claudia Cambi en este comentario en su facebook sobre la mencionada entrada:
Seguramente ya habréis leído este artículo -excelente- de mi querido Shangay Lily. Lo que me entretuvo ahora fueron los comentarios. Por ejemplo el #95, que considera criticable que no se dedique exclusivamente a defender intereses particulares con el activismo LGTB y ¡oh pecado! actúe en favor de los derechos de "los demás".
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María Claudia ha puesto el dedo en la llaga sobre lo que más irrita a los cristofascistas de mi persona: no he caído en la trampa del aislamiento activista, de esa especialización tan capitalista, de adherirme a un solo grupo y no abandonar la disciplina de grupo jamás (por muy injustas o erróneas que me parezcan algunas de las decisiones), del aislamiento y la desunión de minorías que lleva al capitalismo asociativo sustentado sobre la mencionada especialización o burocracia y a la desactivación de la amenaza activista.
A los cristofascistas les molesta que no haga como los absurdigays (de derechas) y me centre "exclusivamente" en los derechos LGTB (sólo así se entiende que puedan aprobar el genocidio que Israel está ejecutando en Palestina). Un verdadero problema para ellos que han creído encontrar la solución para desactivar al movimiento dando prebendas a una cúpula u oligayrquia, a cambio de que NO miren a otras minorías o factores de opresión. Centrándose, para tildar de avance, en los beneficios económicos para un tipo de gay. Esa es la diferencia entre el activismo LGTB de izquierdas y el de derechas. El primero sabe que si se convierte un logro en privilegio, se desactiva el movimiento: los logros no son privilegios. Los logros son de todos, los privilegios de unos pocos. Los primeros son de izquierdas, los segundos de derechas.
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La especialización, la insularidad reivindicativa, ha conseguido convertir la libertad del activismo, su peligrosa impredecibilidad, en burocráticas poltronas fáciles de controlar desde arriba. Esto se ve especialmente en las nuevas generaciones. Hace tiempo, por ejemplo, me hicieron una estupenda entrevista para el Diario Progresista bajo el revelador título: Shangay Lily: "En estos tiempos de disidencia controlada hay que estar fuera de la norma", pero allí su autor, el socialista Alberto Sotillos, un estupendo tipo, me hacía una pregunta que me desconcertó bastante, porque no comprendí muy bien el fondo o intención de la misma: El ataque actual contra nuestros derechos y servicios sociales es global, ¿es momento de seguir con esas ideas de que la revolución debe ser feminista o que debe ser LGTB o debemos pasar a que la revolución sea, sea como sea?
Me dio la sensación de que esa pregunta no quería entender mi propuesta de transversalidad: una verdadera revolución debe recorrer a todas las mal llamadas minorías transversalmente. Si elegimos selectivamente a las minorías o luchas que más populares o hegemónicas sean para garantizarnos la aceptación por la masa, no es ninguna revolución, vuelve a ser un privilegio. Se acabará por volver a un modelo patriarcal, heterocentrista y blanco... porque siempre son las necesidades de la "mayoría" (un constructo artificialmente creado y que obvia que las mujeres son el 50,7% de la población, por ejemplo). Y es que, confundir transversalidad con insularidad o especialización es muy peligroso. Es la estrategia de las élites para deshacerse de los más débiles y centrarse en los más poderosos, perpetuando la visibilidad de sectores específicos privilegiados. Fue lo que minó mucho de la refrescante revolución que el 15M proponía.
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Como contesto en esa entrevista: la revolución será feminista o no será. Y con eso no quiero decir que la revolución debe centrarse en el feminismo como algunos han querido hacer creer sino que si no incluye los valores feministas, como los antiracistas o los sexodiversos, no es una revolución, morirá a manos del privilegio. Y desde luego si sigue habiendo unos valores revolucionarios imprescindibles esos son los feministas (increíble que en 2012 siga siendo polémico el feminismo, pero así es.... que se lo pregunten a ese repulsivo obispo de Córdoba que intentó volver con el misógino concepto pepero de la "ideología de género"). Esa estigmatización del feminismo o del verdadero movimiento LGTB ha calado hasta en la izquierda que quiere distanciarse de las luchas que más y mejor le han informado para ver si así la derecha le da entrada en su modelo monolítico a una "revolución" incolora, insabora y homogeneizada. Una revolución de derechas que convierta los logros en privilegios de nuevo.
Son los problemas de intentar utilizar es fácil y egoísta molde de derechas. Pero un círculo jamás encajará en el molde de un cuadrado.
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