Opinión · Punto y seguido
Doce años de la OTAN en Afganistán: un fracaso histórico
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Ninguna celebración por el aniversario de una guerra que, convenientemente, ya es “olvidada”, a pesar de que el país sigue siendo ocupado por 66.000 soldados invasores, y sus gentes siguen muriéndose por el conflicto.
El 7 de octubre de 2001, la coalición militar más amplia de la historia, compuesta por unos 50 países, bombardearon al penúltimo país menos desarrollado del planeta, en cuyo arsenal no había ni una avioneta para defenderse. Sólo en los primeros tres meses, los cazas de la OTAN descargaron unas 10.000 toneladas de bombas sobre los afganos, abrasándoles sobre una manta de nieve y frío. Miles quedaron sepultados bajo los escombros de sus chozas de adobe, millones huyeron descalzos, aterrorizados y hambrientos hacia ninguna parte. Once años después, el desplazamiento de civiles en el norte del país aumentaba un 40% respecto al año anterior. ¡Cuánto silencio sobre los crímenes de guerra! Los artefactos inteligentes de la Alianza destruyeron depósitos de agua, centrales eléctricas, cultivos y ganado (¡hasta el Zoo de Kabul!), provocaron una silenciada catástrofe humana. Mientras, los eufóricos eurodiputados agitaban la pancarta de “salvar a las mujeres del burka”, los mismos que hoy exhiben a la niña pakistaní Malala, para demostrar lo bárbaros que son los Talibán, corriendo una espesa cortina de humo sobre los atentados de EEUU con drones, que arrancan la vida a decenas de niños y adultos compatriotas suyos, cada dos por tres.
Cuando la OTAN pensaba que los afganos estarían mejor muertos (bajo las bombas de fragmentación o por la munición radiactiva que recibían en más cantidades que la suma de las utilizadas en la Guerra del Golfo Pérsico y la de Yugoslavia juntas) que vivos, las acciones de la primera empresa fabricante de armas del mundo, Lockheed Martin, se multiplicaban por 15 en la Bolsa.
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El presidente de EEUU, Barak Obama ha fijado la fecha del 2014 para la retirada de las tropas. Pero, ¿por qué se van?
Los motivos oficiales de la invasión a Afganistán -que una vez más hacía gala a su nombre: “Tierra del llanto”-, y su posterior ocupación por unos 300 mil soldados y mercenarios extranjeros, eran:
* Vengar el atentado del 11S, a pesar de que ninguno de los terroristas era afgano;
* Destruir el cobijo de los terroristas y capturar a Bin Laden. ¿Por qué, entonces, tras la muerte oficial del saudí siguieron en el país y aun hoy EEUU (¡y también España!) negocian con Kabul para quedarse más después del 2014?
* Derrocar al gobierno de Talibán-Al Qaeda e instalar una democracia para un pueblo “primitivo”. Entonces, ¿Por qué negocian con esos caníbales en Qatar ofreciéndoles el poder en varias regiones del país? ¿Por qué les pagaban ingentes sobornos durante esos años, como ya han reconocido?
* Acabar con el comercio de opio. ¡Vaya! Según la ONU, la producción de heroína afgana ha pasado de 185 toneladas en 2001 a 5800 en 2012. ¿Cómo el gobierno que han instalado precisamente es el principal narco estrado del mundo?
Poco a poco, la verdad se asomaba: “No podemos dejar Afganistán ahora. Tiene billones de dólares en minerales”, lo dijo el general David Petraeus, Director de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU, antes de ser “dimitido” por infidelidad a su señora esposa, junto con el general Allen, responsable de la OTAN en Afganistán (ver: Obama II: Petraeus, Siria e Israel). Se oponían a los planes de retirada de Obama, entre otras discrepancias. También le costó el puesto al mismísimo presidente de Alemania Horst Köhler al confesar sin rubor que sus tropas estaban en aquel país para salvaguardar los intereses comerciales y económicos de los países atacantes.
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Tentación por el expolio del patrimonio natural afgano. Que su subsuelo, además de minas antipersonas y fosas comunes, albergue un millar de minas de hierro, cobre, cobalto, oro, plomo, bauxita, tantalio, esmeralda, rubí, plata, carbón o litio (utilizado en baterías eléctricas) estimadas en un billón de dólares, ya había sido publicado por los soviéticos en los años 1960. En 2001 ya sabían que éste era el Congo de Asia. Moscú tenía proyectos de construir una refinería de petróleo capaz de producir medio millón de toneladas al año y un complejo de fundición para el depósito de cobre de Aynak, uno de los más grandes del mundo, hoy explotado por China (Ver. La OTAN confiesa: en Afganistán había petróleo).
Afganistán era la única salida viable del transporte del gas de Turkmenistán al Mar Arábigo. El control estratégico sobre las rutas de energía forma parte de la agenda de Washington. Pero, el proyecto TAPI (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India), que iba a unir el Caspio con el Índico y los millones de dólares invertidos por los estados y compañías petrolíferas occidentales en la construcción del ducto, han sido abandonados, debido al sabotaje de los Talibán y de los países que se verían perjudicados.
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• Convertir Afganistán en una gran base militar en el corazón de Asia Central, en la vecindad de China, Rusia e Irán.
• Promover la nueva “Guerra de Opio”, y no solo para destruir el tejido social de los países rivales en la región sino también quedarse con el comercio lucrativo de la droga afgana, que mueve unos 150 mil millones de dólares anuales, parte del cual termina en las instituciones bancarias occidentales (ver: ‘Camellos’ en Afganistán). El cultivo de la adormidera se ha multiplicado por 35, desde la ocupación. Con el dinero de la droga EEUU ha financiado a los grupos terroristas como los Muyahedines afganos, los Contras nicaragüenses, o el Kuomintang que luchaba contra la China de Mao.
Un fracaso histórico
Ninguno de los objetivos ha sido conseguido, en parte por:
1. El descontento popular a causa de los contínuos bombardeos de la OTAN a las bodas, funerales y escuelas; el asalto con total impunidad de viviendas, la detención, humillación, tortura, violación y matanza de los ciudadanos. En ocasiones, orinar sobre sus cuerpos y colgar vídeos de los atropellos en internet. Son los familiares de estas personas quienes atentan contra sus salvadores atlánticos. Justamente es esta impunidad lo que pide Obama al gobierno afgano para mantener a sus soldados después del 2014, a cambio de respaldar a la mafia del turno que coloque en el poder. Hay unas diez prisiones privadas y secretas al estilo de Guantánamo por el territorio afgano.
2. Un gobierno débil y corrupto, cuyo poder no va más allá del palacio presidencial, y al que se opone gran parte de la población, compuesta por minorías religiosas y étnicas, que exigen un federalismo. En realidad, EEUU ha impedido la formación de estados fuertes en los países que ha invadido, e incluso ha provocado su desintegración ( Yugoslavia, Irak –donde el Kurdistán, de facto, es independiente-, o Sudán que fue partido en dos).
3. Es imposible negociar y controlar a los insurgentes fragmentados en varios grupos autónomos, o convencer los afganos, a estas alturas, de las buenas intenciones de la Alianza, además con esta mirada superficial y simplista a un complejísimo país, su tejido, sus necesidades y su psicología.
4. Las dificultades de EEUU en Irak a partir de 2005, que posibilitaron la reorganización de los Talibán, y que éstos emprendieran una guerra asimétrica con la táctica de los Artificios Explosivos Improvisados. Hoy controlan gran parte del país.
5. Que EEUU se alejara de Pakistán para atraer la cooperación de la India en la contención de China e instalase en Kabul a un presidente pro indio como Hamid Karzai, casi le cuesta la vida a éste hombre en un atentado. La ISI, los servicios de inteligencia pakistaní, madrina de la mayoría de los grupos insurgentes, no perdona este giro estratégico de EEUU, y no piensa permitir en Kabul un régimen que no sea afín. ¿Lanzar una guerra contra Pakistán por Afganistán? No, una locura que Obama no cometería.
6. El choque de intereses entre EEUU y sus aliados que empezaron a dejarle solo en aquel terreno empantanado, militar y políticamente.
7. La crisis económica que imposibilita mantener un despliegue de tal tamaño.
Obama y su “Huella ligera”
"Huella ligera" o “diplomacia coercitiva” son enfoques diseñados por John Kerry y Chuck Hagel, dos veteranos de Vietnam, que abogan por acciones encubiertas, el uso de aviones teledirigidos o ciberguerras en vez de intervenciones militares. Tras los cambios en la cúpula de la defensa de EEUU, y el intento de desmilitarizar la CIA, Obama pretende que las guerras se decidan en el Ala Oeste de la Casa Blanca, que no en el Pentágono. La política de Petraeus en afganizar la seguridad –o sea, entrenar y potenciar los militares nativos-, fracasó con el aumento de los “ataques verde sobre azul” (denominación procedente de un juego de guerra en el que las fuerzas azules son los aliados, las rojas las enemigas y las verdes, las de la nación agredida) que ha provocado muchos muertos, ha destrozado la moral de las tropas contratistas, y ha dejado a Obama sin un plan viable que defender. Para más inri, cientos de soldados instruidos han desertado con el fin de integrarse en las filas de los sublevados. Es el fin del plan de crear un ejército proxy en Afganistán.
Ahora, Obama que antes pensaba ganar la guerra, y sólo desea acabarla esta pesadilla de forma decorosa; negocia con Kabul la adquisición de nueve mega bases militares y la impunidad para sus soldados, a la vez que Moscú protesta contra el uso militar del suelo afgano cuando expire el mandato de la ONU.
Que Pakistán haya sido el gran ganador de esta guerra, preocupa y mucho a la India, que intentará paliar sus devastadores efectos a través de los BRICS, y sobre todo de China, (ver: Pakistán: tirado por EEUU, recogido por China). En su IV Cumbre (2012) los BRICS incluyeron en su agenda la “atención a Afganistán” y empezaron a firmar convenios de cooperación de todo tipo con este país.
Al final lo que funcionó no fueron ni ataques “quirúrgicos” ni “huellas ligeras“ sino la milenaria acupuntura china, país que domina la economía afgana, incluso ante la contundente presencia de la OTAN.
El caos continuará.
(Sobre la participación de España en la guerra, en otro artículo)
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