Opinión · Punto de Fisión
El currículum
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Hubo un tiempo en que nuestros padres pensaron que teníamos que estudiar para hacernos hombres de provecho. Era un mecanismo psicológico de compensación por el cual intentaban remediar la desgracia de haber crecido en una época en que la lectura del catecismo equivalía a un doctorado en Química. Intentaban rehacer el pasado con el futuro, una empresa loable pero destinada al fracaso y mucho más en España donde el futuro se escribe en pretérito perfecto. Apurados, muchas veces tirando de ahorros, nos pusieron a empollar una carrera y a revestirnos de títulos para hacer frente al mercado laboral.
Hoy, por desgracia, sabemos de sobra que la cultura puede ser un lastre y un serio inconveniente a la hora de conseguir trabajo. La cultura es como un exceso de grasa corporal, que no sirve para nada más que para cargarla a cuestas. Incluso leer libros está mal visto. El otro día oí en una reunión a alguien que se jactaba de que no había leído una novela desde el instituto y casi lo sacan a hombros del bar. Más de uno lee filosofía en el metro, ocultando el libro debajo de un Marca desplegado o de una revista pornográfica, para disimular.
Con este panorama a la vista, no es de extrañar que nuestros políticos presuman de analfabetismo, de fútbol y de poco más. A Ana Botella, alcaldesa por herencia genética, le colocaron un currículum en un folleto que consistía en una sola línea que remitía a una dirección en una página web, una maniobra parecida a la de intentar envíar una lavadora por paloma mensajera. El día en que se puso a hablar en inglés ante el COI, el traductor de google presentó la dimisión. En cuanto a nuestros presidentes, se ve que casi todos ellos han estudiado idiomas en casa, mediante el procedimiento de chapurrear canciones en un idioma conjetural ayudándose de una raqueta de tenis en lugar de una guitarra. Jose Mari farfulla un poco el inglés, José Luis denigra el francés y Mariano hace gárgaras en español.
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Juan Manuel Moreno se ha enfadado un poco porque le habían inflado el currículum de titulaciones estrambóticas, cuando él sabe de sobra que en esto de la política española menos es más, muy poco mucho y nada la hostia en verso. Le faltó tiempo para apartar a los ayudantes, quita, quita, y cuando se puso a corregir su currículum él solo, por poco se queda sin goma de borrar. Al parecer, es licenciado en Protocolo y Organización de Eventos, algo imprescindible para irse de copas en la Feria de Abril. El hombre se está esforzando mucho en hacer frente a Susana Díaz, la rutilante estrella del PSOE que se sacó la carrera de Derecho en diez años sólo por no abandonar la biblioteca de la facultad. Si estos dos son lo mejor que nos pueden ofrecer los dos partidos mayoritarios, lo que hay por debajo de ellos en las listas debe de ser algo así como el reparto de Porky’s y Desmadre a la americana pero bañado en pescaíto frito y vino de Jerez. Elegir entre Díaz y Moreno para el gobierno de Andalucía va a ser como elegir entre la tuna y una chirigota de Cádiz.
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