Opinión · Dominio público
¿Dónde está la fuerza del trabajo?
Sociólogo
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Jorge Moruno
Sociólogo
"Es, pues, el fin de la ciudad el bien vivir, y las demás cosas se procuran para vivir bien. Y la ciudad es comunidad de familias y de aldeas por causa de la vida perfecta y suficiente; y esto es lo que decimos vivir próspera y honestamente"
Aristóteles
Desconocemos qué se toman en el gobierno de Mariano Rajoy para afirmar que vamos "en la buena dirección”, pero lo que sí tenemos bastante claro es que nos toman a la gente por tontos. Cojamos como referencia algunas cifras. España pierde en un año 400.000 personas, la mayoría inmigrantes que se vuelven y emigrantes que se marchan. España perdería 2,5 millones de habitantes en los próximos 10 años en sus intercambios de población con el extranjero. Dentro de 10 años en España residirán 19,7 millones de personas mayores de 64 años, 1,5 millones más que en la actualidad . En 2023 habrá un millón menos de niños menores de 10 años que en la actualidad. Hasta marzo del presente 2014 se han recibido más de 10 millones de turistas, un 7,2% más que el año pasado, cifras que ni siquiera se traducen en trabajo precario.
Los sistemas llamados de bienestar se han sustentado en el uso de los ingresos para financiar los servicios públicos. Esos ingresos venían mayoritariamente por parte de los impuestos que pagan los asalariados. Era un engranaje que regulaba la producción, el consumo, la inversión con la extensión de derechos y la acumulación de capital. Las rentas del trabajo siguen suponiendo a día de hoy el 51% de la recaudación total de los impuestos, pero si el peso del salario sobre el total del PIB de la UE en 1975 representaba el 70%, en 2006 pasó a ser un exiguo 58%. En España el salario ha pasado de representar un 54,5% del PIB en 2006, un 46% en 2011, y a mediados de 2013 un 44,7%. Observamos que la principal fuente de ingreso que mantenía esa regulación del engranaje se agota, coincidiendo con el aumento del poder de clase de los más poderosos.
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Se agota porque bajan los salarios, porque se recauda menos y porque la fragmentación del trabajo, con el surgimiento de nuevas figuras laborales que si bien algunas mantienen una relación salarial, ya no cumplen con el patrón de la antigua sociedad salarial descomponiéndose los pilares sobre los que se sostenía. Precarios, becarias, falsos autónomos, parciales, sin papeles, son distintos rostros del mismo abanico que en distinto grado, reflejan una realidad marcada por la precariedad. Una realidad que sustituye la bajada de ingresos por el aumento de la deuda. Un mercado competitivo y flexible, necesita acelerar su capacidad de adaptación y para ello precisa deshacerse de toda rigidez y lastre que se lo impide (derechos, horarios, etc...). Necesita trasladar el riesgo y la responsabilidad que arrastra la producción a tiempo real (just in time) a la propia fuerza de trabajo. Finalmente tenemos a una sociedad que cobra cada vez menos mientras paga cada vez más deuda. La economía de la deuda reconfigura toda nuestra forma de experimentar la vida.
El empleo pierde su capacidad de integrar socialmente cuando no garantiza el ingreso y la seguridad digna. El empleo como síntoma que entorpece el acceso a la ciudadanía. Se destruye el empleo más seguro y aumentan las horas extras no remuneradas, los falsos autónomos, la temporalidad y la jornada parcial. Se impone como tétrica norma cotidiana la máxima con la que la casta nos increpa diciéndonos, "no importa lo que te paguen mientras tengas empleo". El problema de los estudios que auguran una mejora en la creación de empleo para el año 2014 (cosa que ni siquiera es cierta), no está solamente en la cuestión del número de empleos creados, o incluso en el tipo de empleos que pueden llegar a crearse, lo que certifica es un empleo que deja de ser un medio para convertirse en un fin. Se instala el modelo social y económico de la precariedad permanente: el empleo como zanahoria y embudo al mismo tiempo.
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Tenemos que recordar que el empleo no es un porcentaje en una estadística, que no es un número que sube o baja. El empleo estaba pensado como un medio para vivir y si no cumple esa función, sino garantiza seguridad vital, no sirve. Si el empleo dicen, tiene que ser cada vez más precario tendremos que buscar otras vías para garantizar bienestar y seguridad, vías que no tengan que pasar únicamente por el hecho de tener o no tener empleo. No puede ser que cada vez haya más riqueza en menos manos, y cada vez haya más pobreza entre más gente. Repartamos también la riqueza más allá del empleo, cambiemos de medios para alcanzar mejores fines. Para ello necesitamos repensar cómo encontrar a la fuerza del trabajo en la separación entre el trabajo y el empleo. Buscando construir la autonomía social sobre el tiempo propio, desvinculando el acceso a los medios de subsistencia de los medios de empleo, es decir, de la obligatoriedad de ser valorizables por otro para poder vivir. Estamos ante dos formas de ver un mismo cambio de paradigma civilizatorio: o caminamos hacia la neoservidumbre o asentamos las bases de un nuevo tiempo de bienestar para todos y todas.
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