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Opinión · Punto y seguido

En medio de la matanza de los rohinyás, China pierde a Myanmar

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La limpieza étnica que sufre la minoría étnica rohinyás, de religión musulmana, a mano del régimen birmano y la ultra derecha budista coincide con una cruenta lucha entre China, las grandes compañías occidentales, India y Japón por los recursos naturales del país y el control sobre su estratégica geográfica.

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Alrededor de 130.000 de los 800.000 rohinyás, a los que llaman Kalar «negro» en sanscrito, por su tez oscura, han huido de sus hogares, refugiándose en las fronteras de China y Bangladesh. Otros 250.000 ya llevan varios años en los campos de refugiados de Bangladesh. A pesar de que viven en Myanmar desde hace generaciones, el gobierno de la “raza única” se niega a reconocerles como una minoría étnica de las 135 que habitan el país, acusándoles de ser inmigrantes indocumentados bengalíes. Que buena parte de los recursos naturales –minas de oro, jade, los depósitos de gas y petróleo, o maderas como teca, entre otros- se encuentre en las zonas montañosas donde viven las comunidades étnicas, ha sido el motivo de las guerras locales (patrocinadas por los militares) y por ende el desplazamiento de cientos de miles de personas.

Éste país asiático fue noticia cuando el presidente Obama promovió la “primavera Myanmar” en 2011, y apoyando a Aung San Suu Kyi, la luchadora por la democracia en su país, con el fin de convertirla en una alternativa a la junta militar que gobierna el país con 2185 kilómetros de frontera común con China y 1463 con la India, las dos letras de BRICS.

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Desde su doctrina de Regreso a Asia para contener a China, era imperioso para Obama recuperar a un Myanmar gobernado por los militares, y corregir uno de los “errores” de la política exterior de EEUU: Pues, China ha sido el gran beneficiario de la aplicación de la Ley de Asistencia al Exterior de EEUU que obliga a Washington a recortar relaciones con los regímenes golpistas (¡ley no aplicada al Chile de Pinochet, ni al Egipto de Al Sisi!). La imposición de embargos económicos por parte de Occidente a la junta militar dejó la vía despejada para que China entrara a lo grande en el país, siendo aun hoy el mayor inversor y primer socio comercial de Myanmar.

A partir de noviembre del 2015, por las presiones de EEUU, la junta militar se coloca en un segundo plano para convertir a Suu Kyi en la presidenta de facto del país. Suu Kyi, una de las “amiguísimas” de Hillary Clinton, se ha posicionado claramente contra las empresas chinas, por su “falta de transparencia” elogiando a las compañías occidentales como Chevron y Total.

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Desde hace varios meses se ha intensificado el ataque de las turbas “budistas” a los rohinyás en la provincia Rakhine. Mujeres violadas, casas destruidas, cadáveres quemados con alcohol para ofenderles aun más si cabe forman este macabro paisaje. A la tensión en esa región se ha añadido la ofensiva del ejército a las posiciones de la guerrilla Kachin, provincia limítrofe con China, la mayor mina de jade del mundo y la principal región del país en producción del opio, causando la suspensión de parte de los megaproyectos chinos en el país.

El valor de Myanmar para China

Beijing mira al país «fuerte y rápido» (significado de la palabra Myanmar) a través de tres enfoques:

1. Seguridad: ya que forma parte de su periferia. Hace de Estado “tapón” entre China e India, y “aun” está libre de bases militares de EEUU.

2. Estratégico-económico: con 126 proyectos de carreteras, puentes, presas, etc. en marcha, Myanmar iba a ser el acceso chino al subcontinente indio, sudeste asiático y el Océano Índico. Desde el puerto Sittwe planeaba reducir su dependencia del congestionado estrecho de Malaca (por el que recibe el 80% de las importaciones de petróleo de Medio Oriente y África) en el Mar de China Oriental, recibiendo materia prima procedente de África y el petróleo de Oriente próximo, y enviando sus productos a medio mundo. Hubiera sido una de las piezas del “Collar de perlas”, término que refiere a los puertos estratégicos que China ha alquilado por todo el planeta. El conflicto en Rakhine está militarizando la zona, impidiendo las obras de la doble tubería de gas y petróleo chinos que iban a atravesar Myanmar para alcanzar el sur de China. Curiosamente, Chevron consiguió en 2014 los derechos de perforación en la cuenca Rakhine. Lo mismo pasa con la enorme presa de Myitsone, con una inversión de 3.600 millones de dólares, que había causado las protestas de las comunidades vecinas y de los ecologistas. El proyecto se ha suspendido, creando grandes pérdidas económicas no sólo a China (que iba a recibir la mayor parte de la electricidad generada), sino también al gobierno birmano: tendrá que indemnizar a las compañías chinas, a la vez que pierde los cientos de millones de dólares que podría haber ganado con la presa funcionando.

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3. Militar: su presencia impedía la construcción de bases militares de EEUU en el país. Junto con Afganistán, Myanmar podría ser otro vecino desde donde EEUU apuntase sus misiles a Beijing.

La violencia política ha beneficiado a EEUU en su afán de bloquear las inversiones chinas. A pesar de todo, el régimen birmano intenta mantener el control sobre los ingentes recursos gasíferos del país y de su potencial estratégico privilegiado para diversificar sus alianzas.

La entrada de Occidente en el mercado de Myanmar también puede provocar un conflicto con el vecino Bangladesh: pues, el posible traslado de las empresas de textil occidentales a Myanmar perjudicaría a la posición dominante de los bengalíes en el mercado de ropa. Algo del que no renunciarían sin más.

La nueva alineación política de Myanmar advierte de nuevos conflictos internos y regionales que se está gestando y que afectaría a la paz de la región y a la vida de millones de los trabajadores del sudeste asiático, así como al equilibrio de las fuerzas a nivel internacional.

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