Opinión · Rosas y espinas
(Raros) socialistas coherentes
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Mientras el socialismo europeo se desmorona, todavía se atisban pequeños focos de resistencia en aldeas axtéricas y montañas remotas. Es el caso de Fátima Abal, alcaldesa socialista de la villa pontevedresa de Cambados, que ha ordenado retirar la estatua de Manuel Fraga de los jardines del Pazo de Torrado, construcción del siglo XVIII de titularidad municipal y dedicada hoy, principalmente, a sala de exposiciones y eventos culturales.
La alcaldesa socialista, del mismo partido que entregó el país al corrupto entramado fundado por Donmanuel, justifica su decisión en la ley de memoria histórica y en su precepto de retirar los símbolos franquistas de la vía pública. Que el fundador del PP sea un poderoso icono franquista explica algunas de las razones por las que sus herederos ideológicos llenan hoy los módulos más chic de las cárceles españolas. Alianza Popular nació como agencia de colocación del legado humano y económico del fascismo español, y como conservante y colorante de su corrupción sistémica. Fraga sabía de la importancia de la preservación genética del poder: su padre fue alcalde durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, en la República se hizo militante de la filofascista CEDA, y recuperó la garrota municipal de Vilalba con Franco ya bajo palio.
Los periodistas que vivimos de cerca el fraguismo en Galicia entre 1990 y 2005 asistimos al ensayo en miniatura del entramado criminal en que se ha convertido hoy el PP de toda España, con cerca de mil imputados. Aun con Fraga como presidente nacional del partido, ya andaban financiando irregularmente al PP Rosendo Naseiro (también de Vilalba) y el diputado valenciano Ángel Sanchís. El asunto quedó en nada cuando el Tribunal Supremo detectó irregularidades en la instrucción: los pinchazos telefónicos más relevantes provenían ni más ni menos que de una investigación por narcotráfico, y por eso fueron desestimados.
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Lo del PP con los narcos viene de mucho antes que las vacaciones de Alberto Núñez Feijóo en el yate de Marcial Dorado. El histórico Laureano Oubiña nunca ha ocultado que financió al partido en tiempos de Fraga. Varios alcaldes de AP compaginaban su trabajo político con el contrabando. Recuerdo haber entrevistado en su despacho consistorial de Ribadumia, junto a mi colega Elisa Lois, a Nené Barral, quien, con muy cachondeira impudicia, se jactaba off the record de que pasar en planeadora un cargamento le encendía tanto la adrenalina como trepar hasta el balcón de una casada infiel (él lo decía más tosco, insinuándose con descaro a mi alucinada compañera).
Fraga también ensayó en Galicia las primeras privatizaciones sanitarias, la persecución o compra de medios de comunicación con métodos sicilianos, las sospechosas concesiones institucionales a determinadas constructoras financiadoras en B, y otras muchas tropelías que hasta incluyen la venta por parte de la empresa familiar de su delfín, el fallecido Xosé Cuiña, de los trajes y palas utilizados para limpiar la costa gallega del fuel escupido por el Prestige.
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Ahora una alcaldesa socialista y gallega ha puesto las cosas en su sitio y ha ordenado retirar el bronce de Fraga de su ayuntamiento para no seguir honrando el despreciable legado del fascista de Vilalba.
El gesto desnuda además otra de las grandes falacias de la gran coalición que hoy permite que Mariano Rajoy (otro gallego, ay) continúe siendo fuerte por sms en la Moncloa. Se nos intenta convencer de que la entente PP/PSOE es síntoma de salud democrática, y que ya ha sido ensayada sin desdoro por otras grandes democracias europeas, como la alemana. La diferencia es que esas otras derechas no proceden de Hitler y Mussolini, y la nuestra sí de Franco, pues un franquista fue su fundador.
Ahora parece que el ayuntamiento de Cambados tiene problemas para saber a quién donar o devolver la estatua del fascista Fraga. En la planta pagada en B de la Génova 13 no desluciría. O en los hospitalarios jardines televisivos de Bertín Osborne, el más destacado activo cultural del posfranquismo. O a la entrada de la cárcel de Soto del Real con un servicio de selfies para los populares que se sigan acogiendo a su hospitalidad, que esperemos sean muchos. Se aceptan sugerencias, mis queridos trolls.
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