Opinión · Otras miradas
Cuando medios y ciudadanos castigan la democracia de los partidos
Periodista
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Pascual Serrano
Periodista
La expectación generada en torno a las primarias del PSOE y, todavía más, ante el debate entre los candidatos, no debería ser una mala noticia. Que 200 periodistas y 85 medios de comunicación nacionales e internacionales, se acrediten para informar desde la sede del partido debería entenderse como una muestra del interés de la ciudadanía y los medios en el proceso democrático de selección del secretario general de una organización política. Lo que no parece tan claro es que esta situación vaya a ser buena para el partido socialista, y en general para cualquier partido político que se vaya adentrando en el proceso de democratizarse. La capacidad de los medios de explotar el conflicto y la confrontación hasta niveles casi sádicos de querer exponer a las audiencias sangre entre compañeros de partido se está demostrando como una máquina para dañar la imagen de las organizaciones precisamente cuando más democráticas intentan ser: El PSOE se asoma al abismo (El País, 13-5-2017), Un PSOE dividido y necesitado de rumbo (Editorial ABC, 15-5-2017), El PSOE teme que Sánchez fuerce una escisión si pierde las primarias (La Razón, 22-3-2017), La campaña de primarias del PSOE arranca hoy entre insultos (La Vanguardia, 9-5-2017), Guerra total entre Pedro Sánchez y Susana Díaz en el debate (Eldiario.es, 15-5-2017), Díaz y Sánchez evidencian un PSOE irreconciliable tras las primarias del 21-M (Público, 15-5-2017).
Alguien podrá señalar que las primarias del PSOE vienen precedidas del tormentoso cese del secretario general y ahora uno de los candidatos, pero hace meses pasaba con Podemos y su congreso de Vistalegre II. Allí la carnaza la daba el conflicto entre dos amigos íntimos e inseparables que habían fundado el partido y que ahora eran contrincantes a muerte: Arranca la Asamblea que puede llevar a Podemos a la fractura (La Vanguardia, 11-2-2017), Un Podemos dividido se juega su futuro (ABC, 11-2-2017). No importa que el final del congreso fuese de unidad, había que seguir haciendo sangre: Iglesias arrolla a Errejón y logra el pleno control de Podemos (Vozpopuli, 12-2-2017), Iglesias logra todo el control para imponer el Podemos más radical (El País, 13-2-2017).
Por su parte, el comportamiento de los ciudadanos también es contradictorio. Por un lado critican a los partidos cuando no son democráticos ni participativos y, por otro, se escandalizan ante la discusión y el debate interno que asimilan como la prueba de lucha de poder y cainismo incompatible con el interés por mejorar las condiciones de los ciudadanos. Es verdad que en muchas ocasiones hay salidas de tono, más que de los candidatos de algún militante de base que se calienta en un mitin o algún escudero que se pasa de frenada, pero las llamadas al compañerismo y a la unidad desde los líderes suelen ser constantes. Y la mayor prueba de ello es que, una vez pasados los congresos, en la mayoría de las ocasiones la paz vuelve al partido e incluso los apoyos se reordenan de formas diferentes.
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En cambio, cuando un partido, como el Popular, designa a su sucesor a dedo sin apenas debate ni discusión, el coste político es mínimo. Su imagen de unidad y cohesión prevalece frente a la de falta de democracia y participación. Incluso los partidos y líderes nuevos están siendo más exitosos por el único “mérito” de no haber pasado todavía por procesos democráticos asamblearios en su partidos. Fue el caso de los orígenes de Podemos o de la victoria de Emmanuel Macron en Francia, un candidato que no había presentado hasta ahora a ninguna elección ni interna ni externa. Paradójicamente, una trayectoria de legitimación democrática supone un coste y un desgaste frente al candidato nuevo cuyo único patrimonio es ese, que es nuevo.
Es evidente que confluyen dos problemas. Por un lado, el de una ciudadanía que debe observar como natural y democrático el debate, incluso agrio, dentro de un partido. Lo que se califica peyorativamente como lucha de poder no debería ser otra cosa que el interés legítimo de unos líderes y sus apoyos por sacar adelante una propuesta y un equipo que consideran mejor para su partido y para la sociedad. Por el otro lado están los medios de comunicación ávidos de explotar todo lo que se pueda presentar como convulsión, enfrentamiento o crisis. Ya se sabe que la paz nunca vende.
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El PSOE ha hecho muchas cosas mal en su historia. Ha mentido y ha engañado a la ciudadanía; ha tenido graves procesos de corrupción y de crimen de Estado; ha sido cómplice de recortes sociales, privatizaciones y desastrosas políticas neoliberales; ahora es culpable de que el PP gobierne en España; el cese de Pedro Sánchez también ha supuesto en grave espectáculo imperdonable... Todo ello serían buenas razones para su hundimiento, pero no unas primarias para elegir a su secretario general.
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