Opinión · Otras miradas
Bolivarianos
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Francisco Pineda
Experto en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo. Presidente de Paz y Desarrollo en Málaga.
Se está poniendo de moda utilizar el término “bolivariano” como adjetivo calificativo y descalificador. Sin embargo, la ideología bolivariana emana de los principios ideológicos de Simón Bolívar en su lucha por la independencia de España, soñando con una Latinoamérica unida que hiciera frente a las ansias colonialistas e imperialistas de los Estados Unidos de América, Francia, Bélgica y la propia España.
Bolívar lanza su proclama antiimperialista en lucha contra la Doctrina Monroe “América para los Americanos” de 1823, al tiempo que centra su acción política contra la acumulación de riquezas en el seno de familias terratenientes. En algunos gobiernos latinoamericanos se ha actualizado el discurso bolivariano y se aplican políticas de gobierno que han colocado en primera línea la igualdad real entre las poblaciones de cada país (especialmente contra el racismo indígena y afro americano, pero también la igualdad entre mujeres y hombres); la redistribución de la riqueza como elemento principal de la lucha contra la pobreza; la universalización de la sanidad y la educación (negadas por siglos a amplias capas de la población desfavorecida) y, por último, la soberanía nacional pensada siempre en clave de búsqueda de la Unión Latinoamericana.
Cuba, Bolivia, Ecuador y Venezuela han sido los países que mayor énfasis han puesto en la necesidad de dar forma al espacio de unidad, aunque con empeño se sumaron Brasil, Argentina, Nicaragua, Perú y Colombia, dando paso a lo que hoy es la CELAC : Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe que incluye a los 33 países del área. Se está avanzando en la concertación de políticas para alcanzar algo parecido a la Unión Europea aprendiendo de sus errores y con el ritmo necesario para conseguir la integración en la región donde habitan 600 millones de personas.
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La CELAC, que se inició en diciembre de 2011, cuenta con un enemigo histórico: EEUU, que hará lo imposible por neutralizar los avances de la Comunidad ya que perdería todo la influencia que actualmente mantiene en sus relaciones bilaterales con estos países. Desestabilizar Brasil (el gigante americano) cambiando el gobierno de Dilma Rousseff; apoyar a Mauricio Macri en Argentina para acabar con las políticas de Cristina Fernández, estrangular a Nicaragua en su proceso de desarrollo social y económico; poner en jaque en varias ocasiones al gobierno anterior de Rafael Correa en Ecuador; desacreditar y obstruir constantemente al gobierno de Evo Morales en Bolivia; poner en el punto de mira a una Cuba sin los Castro y, lo más grave, colocar a Venezuela al borde del abismo del enfrentamiento civil. Todo ello forma parte de la actualización de la Doctrina Monroe al siglo XXI. Da igual los presidentes que haya en la Casa Blanca.
Las estrategias utilizadas son múltiples y variadas. Los objetivos no permitir el crecimiento de propuestas políticas contrarias a los Estados Unidos impidiendo la consolidación de propuestas de integración regional que terminarían con sus tratados bilaterales, bastantes dañinos para las países que los acogen.
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La CELAC tiene que hacer un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad política, económica, social y cultural de los países que la conforman. Actualmente están llegando a un buen número de consensos en temas como el Desarrollo Social, la Educación, la Agricultura Familiar, la Cultura, las Finanzas, la Energía, el Medio Ambiente y el Desarme Nuclear. Si consigue consolidar los avances puestos en marcha por los 33 países miembros, el proceso de Integración Latinoamérica no tendrá vuelta atrás. Por eso es tan importante desestabilizar a varios de los países clave y que apuestan con mayor ahínco por la Unidad regional.
Mientras, continuamos utilizando el adjetivo “bolivariano” en sentido despectivo. Lo oímos en las sesudas tertulias televisivas, en los informativos, en el Congreso de los Diputados y en cualquier ámbito donde el que intenta descalificar se acerca bastante al ridículo más espantoso del modernismo inculto y soez. Tenemos que respetar los avances de unidad que los pueblos quieran realizar, hemos de ser conscientes de a quiénes perjudican esos procesos de integración y qué hacen para impedir que progresen adecuadamente.
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