Crónicas insumisas

Conflicto, desobediencia y responsabilidad política en Cataluña

Pere Ortega Grasa

Cuando se afrontan conflictos enconados y con las partes muy enfrentadas, en la mediación de conflictos siempre se contempla como la cuestión más importante no el fin, es decir la solución del conflicto, sino los medios que se utilizan para su transformación y posible pacificación.

La premisa inicial es que ambas partes estén de acuerdo en iniciar conversaciones para encontrar una salida al conflicto. La segunda, abordar cuestiones tan importantes como el espacio y lugar donde se deben encontrar las partes para hablar. Lugar y espacio que permitan un dialogo franco que no favorezca a ninguna de las partes. Una tercera, que se reconozcan mutuamente como partes del conflicto y que por tanto, haya un reconocimiento mutuo entre iguales en la mesa de negociación. Por último, que haya una disposición mutua para encontrar una salida dialogada al conflicto, que es tanto como estar de acuerdo en que al final se producirá una transformación del conflicto sin ningún vencedor, pero en que todas las partes saldrán ganando. Es decir, que el conflicto proseguirá y no se resolverá, pero que existe una salida al mismo que permita a las partes no continuar con los enfrentamientos.

Después de estas no fáciles conjunciones, viene la cuestión más importante, que las partes estén dispuestas a renunciar a alguna de sus peticiones. Pues será imposible que todos consigan la totalidad de sus reivindicaciones. Sino que lo importante será que las partes han avanzado y conseguido que parte de sus peticiones se han conseguido.

Pese a los muchos intentos que ha habido de mediación para encontrar puntos de acuerdo para pacificar el conflicto que enfrentan al gobierno de Cataluña con el gobierno de España, estos no han fructificado. Y una parte y la otra se han atrincherado en sus posiciones sin buscar una salida que permitiera el dialogo. El gobierno de España blandiendo el imperio de la ley; el gobierno de Cataluña imponiendo la unilateralidad de la autodeterminación.

El final de la historia no está escrito, y los enfrentamientos entre las partes proseguirán endureciendo el conflicto y convirtiéndolo en más irresoluble. Como el monopolio de la violencia está en manos del Estado español, el gobierno catalán tendrá que asumir las consecuencias de desobedecer la ley española. Por lo pronto hay peticiones fiscales muy duras contra el Gobierno de la Generalitat y la Mesa del Parlamento, por delitos de sedición, rebelión y malversación de fondos públicos. Y ya hay dos encarcelados por obstaculizar la acción de la justicia acusados de sedición, sin duda una barbaridad que se debería subsanar dejándolos en libertad.

Cuando la ley impide el ejercicio de derechos fundamentales, sin duda debe ser impugnada y aquéllos que quieran ejercer en conciencia sus derechos desobedecerla. Y en el caso de que el imperio de la ley caiga sobre ellos y sean enjuiciados y condenados, deberían sentirse satisfechos, pues en su pugna con el Estado habrán demostrado que se ha cometido una injusticia. Esa fue la victoria de los 5.000 (aproximadamente) objetores de conciencia al Servicio Militar Obligatorio encarcelados en la década de 1990 en España; la victoria de los miles de afroamericanos seguidores de Luther King encarcelados en Estados Unidos en su lucha por la igualdad de los derechos civiles; y de los miles seguidores de Gandhi también encarcelados en la India que luchaban por la independencia del imperio británico. Ambos habían predicado y argumentado que entre la ley y la justicia hay que obedecer a la conciencia y escoger la justicia.

Claro que también hubo objetores en España que se escondieron y huyeron. Y afroamericanos en EEUU e indios en India que hicieron lo mismo o utilizaron la violencia para conseguir sus justas, sin duda reivindicaciones. Fueron los "panteras negras" de EEUU o Subhas Chandra Bose que organizó un ejército para liberar la India. Pero ni unas ni otras resultaron tan ejemplares como las de Rosa Parks o Gandhi.

En el conflicto catalán ocurre algo similar. La parte de la población organizada que quiere la independencia y la república, de momento han llevado a cabo una lucha pacífica y no violenta ejemplar para conseguir sus propósitos. Pero existe un problema de momento irresoluble por la negativa del gobierno del Partido Popular en aceptar que se lleve a cabo un referéndum que indique cuanta ciudadanía desea la independencia. Y aunque se llevó a cabo una consulta el 1-O, ésta solo fue indicativa para los partidarios del Sí a la independencia, pero no de los contrarios, que no aceptaron la consulta. Además de no existir garantías democráticas que la avalaran. Sin duda por culpa del Gobierno central que no la autorizó. Pero la obcecación en convocarlo tampoco avaló su resultado.

Ante esta situación no cabe otra solución que desandar el camino unilateral. Tanto del gobierno central del PP de impedir el referéndum, como del disuelto gobierno de JuntsxSi de la Generalitat, y volver a intentar el dialogo en una mesa de negociación. Pues aunque las elecciones previstas para el 21-D despejen el panorama político, el conflicto no está resuelto y continuará siendo fuente de futuros enfrentamientos, pues la sociedad catalana está dividida en dos mitades como demuestran las grandes manifestaciones que en uno y otro sentido lo hacen en el espacio público.

Por último y con respecto a los seguidores de la desobediencia de Gandhi y Luther King. Estos siempre asumieron las penas que les eran impuestas porque pretendían cargarse de razón y sacrificarse por la causa que defendían y presentarse ante la ciudadanía como ciudadanos ejemplares. Huir y esconderse es humano, pero es poco ejemplar. Sobre todo si los fugados son los depositarios de la máxima institución ante el pueblo catalán y corresponsables del conflicto que se vive en Cataluña.

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