Aquí no se fía

El espurio nombramiento de Luis de Guindos

Rodrigo Rato se cansó de ser director gerente del Fondo Monetario Internacional y abandonó el cargo justo antes de que estallara una de las mayores crisis financieras de la historia. Magdalena Álvarez se vio obligada a renunciar a su retiro dorado como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones tras ser imputada en el caso de los ERE, que sentó en el banquillo a lo más granado del PSOE andaluz. José Manuel Soria iba para director ejecutivo del Banco Mundial, pero la debilidad política de un Gobierno que entonces estaba en funciones le privó de este premio de consolación después de haber dimitido como ministro de Industria por su implicación en los Papeles de Panamá...

No, los gobiernos de España no han hilado últimamente muy fino en materia de grandes nombramientos internacionales, con el inevitable descrédito que este tipo de fiascos siempre conlleva ante los países que se toman la elección con una mayor de seriedad. Porque aquí, no nos engañemos, esos cargos de relumbrón, generosamente remunerados todos ellos, no suelen utilizarse para reconocer la valía técnica o profesional de quienes podrían desempeñarlos más eficazmente, sino para recompensar a políticos en el ocaso de su carrera o para alejarlos de allí donde su presencia puede incomodar. Hay honrosas excepciones, por supuesto; pero son las menos.

El nuevo agraciado con uno de esos puestazos puede ser Luis de Guindos, que al parecer ha cosechado ya los apoyos necesarios para convertirse en el próximo vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE); algo que, por cierto, no consiguió cuando en 2015 aspiraba a ponerse al frente del influyente Eurogrupo, del que forman parte los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro. En su nuevo destino de Fráncfort, a Guindos le espera un sueldo base de 334.000 euros anuales (casi cinco veces más de lo que cobra ahora), aparte de una larga lista de prebendas de las que podrá disfrutar hasta ocho años, tiempo máximo de permanencia en el puesto. Hagan ustedes cuentas.

Sobre la idoneidad de Guindos han empezado a manifestarse algunas dudas, curiosamente no fuera, sino dentro de España, quizás porque aquí lo conozcamos algo mejor. Los estatutos del BCE exigen a todos los miembros de su Comité Ejecutivo (y, naturalmente, al presidente y al vicepresidente) que sean personas de reconocido prestigio y experiencia profesional en asuntos monetarios o bancarios. Condición que sus valedores debe de considerar que Guindos reúne por haber sido director de la quebrada Lehman Brothers en España, consejero del intervenido Banco Mare Nostrum y principal responsable de nuestro rescate financiero, que no iba a costar un euro a los contribuyentes y cuya factura ronda ya los 60.000 millones.

Sí, experiencia, aunque mala, sí que tiene. Otra cosa es que el cargo esté pensado para políticos, y mucho menos en ejercicio como él. De hecho, será la primera vez en que un ministro salte directamente al puente de mando del BCE, que en teoría debe desempeñar sus funciones con criterios técnicos y desde la más escrupulosa neutralidad, suponiendo que eso sea posible. Porque nadie llega a esos puestos sin mochila, investido de una pureza arcangélica, y Guindos no es una excepción. Viene de donde viene (un Gobierno del PP), lo manda a Fráncfort quien lo manda (Mariano Rajoy), tiene una extracción política conocida (liberal de pura cepa) e incluso su militancia religiosa tiene una clara significación (pertenece al elitista Opus Dei).

Pensar que todo ello, de alguna manera, no ha influido en su designación ni vaya a influir en su desempeño sería de una enternecedora ingenuidad. O una forma como otra cualquiera de engañarse. Guindos es quien es y va al BCE a lo que va, que no creo que sea para poner coto a los abusos del sistema financiero, resarcir a quienes más sacrificios han soportado durante la crisis o preconizar una política monetaria que atenúe las desigualdades que tanto amenazan la estabilidad social europea. No, no creo que vaya para eso, porque no es tonto: sabe quienes lo mandan y lo que esperan de él. ¿Va a defraudarles? Yo apostaría que no.

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