Voces de la precariedad

Proyecto Fraguas | Utopía y represión

En el año 2012 un grupo de personas, todas ellas implicadas en los movimientos sociales urbanos de Madrid y Guadalajara, reflexionábamos sobre cómo materializar, de un modo más amplio y más profundo, los ideales que veníamos defendiendo en nuestras respectivas luchas: autonomía y horizontalidad en las decisiones, autosuficiencia a todos los niveles para disminuir la dependencia del Estado y del mercado, disminución drástica de los niveles de consumo, liberación del trabajo asalariado y un largo etcétera. Dichas reflexiones nos condujeron a una conclusión que cambió nuestro modo de pensar y, en consecuencia, nuestro modo de actuar. Concluimos que sólo en un entorno rural podríamos plasmar, de manera incipiente claro, pero inmediata, el otro mundo que queremos.

Son ya muy numerosas las señales que nos indican el agotamiento del ecosistema urbano como potencial medio de transformación social radical. En las ciudades las dificultades para establecer sociedades libres se multiplican y se agudizan: el control policial y burocrático del Estado aumenta sin cesar; la dependencia del dinero es en el medio urbano mucho más acusada que en cualquier otro lugar; la individualización vital es creciente y las resistencias psicosociales a la organización cooperativa crecen impulsadas por la asfixiante presión de medios de comunicación que, salvo honrosas excepciones, sólo atienden a la cuenta de resultados empresariales. Pero por encima de todo, las ciudades constituyen espacios profundamente insostenibles. Una ciudad sólo es posible mediante un delirante consumo material y energético para proveer de bienes en su mayoría absolutamente superfluos a las masas precarizadas y a la minoría de privilegiados ciegos a cualquier consideración ecológica. Desde luego que no sabemos cuál es la clave para producir el cambio social que queremos, pero sí sabemos que la rerruralización forma parte de la solución.

Nutridas por estas ideas, idealismo, ilusión y confianza en nuestro infinito potencial para intervenir en la realidad social, buscamos un emplazamiento para materializar nuestros sueños, convencidas de que la lucha consiste en convertirlos en realidades. Y lo encontramos en Fraguas, un pueblo abandonado por expropiación forzosa hace 50 años en la Sierra Norte de Guadalajara. Todos los terrenos son propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, lo cual nos parecía especialmente ventajoso pues la titularidad pública podría favorecer el asentamiento en un contexto de despoblación rampante. Como veremos, nada más lejos de la realidad.

fraguasEn Mayo de 2013 iniciamos los trabajos de desescombro y rehabilitación de las edificaciones en mejor estado, contando con la aquiescencia de los antiguos vecinos expulsados. En poco menos de un año el pueblo contaba con agua potable, fuente incluida, placas solares, huertos de regadío y secano, pista de acceso acondicionada y una casa común que hacía las funciones de taller, espacio de reunión, vivienda y corazón sentimental del proyecto. Y lo más importante: siete habitantes permanentes e incontables visitantes vivificados por el aire colaborativo, solidario y emancipador que allí se respiraba.

Pero la Junta de Comunidades no sabe nada de aires vivificadores, pues opera más bien con miasmas ponzoñosas. Nos denunció por usurpación en un primer momento, con lo cual contábamos desde el principio. Pero se ensañó incluyendo posteriormente un delito contra la ordenación del territorio y otro de daños medioambientales, pretendiendo una sentencia ejemplarizante que quitase las ganas a cualquiera de iniciar un proyecto liberador sin contar con sus vergonzosas políticas. Y por ahora lo va consiguiendo: seis personas fuimos condenadas el 8 de Junio a 1 año y 6 meses de prisión, a penas- multa de casi 3.000 euros por cabeza y a una responsabilidad civil de casi 30.000 euros.....¡para demoler lo construido!. En caso de no pagar el dinero solicitado la pena de cárcel ascendería a 2 años y un mes y medio de prisión, por lo que todas entraríamos en prisión. Es un claro aviso a navegantes.

Y eso que se vieron obligados a retirar el delito de daño medioambiental pues sus propios técnicos, Seprona y Agentes Forestales, certificaron en el juicio que el proyecto Fraguas es perfectamente compatible con el medio en el que se desarrolla, que es el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara. Ahora la Junta, con un ecologismo impostado, pretende mostrarse como defensora de la naturaleza, pero en realidad permite la caza y la explotación forestal comercial en el propio Parque, favorece macrogranjas de cerdos, permite campos de golf y urbanizaciones en zonas protegidas y entiende el desarrollo rural como la explotación del campo por el capital. Por eso llevan gastados millones de euros y no han conseguido ni el más mínimo éxito a la hora de fijar población. No entienden el problema, por lo que no son capaces de llegar a ninguna solución.

Somos las personas comprometidas con el futuro del medio rural y con una sociedad más igualitaria las que tenemos que dar respuestas ante su desidia y sus acciones desencaminadas.

Fraguas es una de esas respuestas. Ojalá que mañana haya muchas más.

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