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Opinión · Otras miradas

Las redes sociales, una amenaza para la salud mental

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Que las redes sociales pueden ser perjudiciales para la salud mental es algo que incluso Facebook reconoce. También varios estudios llevados a cabo por el Departamento de Educación del Reino Unido muestran que el bienestar mental de las adolescentes británicas está empeorando, y lo achacan a las redes sociales.

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Mi investigación revela que cada vez hay más personas que acuden a estas plataformas en busca de ayuda para tratar este tipo de problemas. Y va a más por la crisis del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, que ha provocado un aumento del tiempo de espera para obtener una cita. Aunque la mayoría de las personas a las que he entrevistado consideran que las redes sociales les ayudan, corren el riesgo de que sus problemas se agraven.

La salud mental se ha convertido recientemente en el centro de atención política en el Reino Unido, con la propuesta de reforma de la Ley de Salud Mental, y las directrices del Power Threat Meaning Framework, que pretende reducir el nivel de “medicalización”.

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A pesar de la creciente concienciación sobre estos temas, cada vez son más las personas que se alejan de sus médicos de cabecera porque no consiguen el apoyo que demandan. Esto se debe, por lo general, a las largas listas de espera para recibir atención, o a que esperan arreglarlo todo con medicación.

Muchas de estas personas solían buscar ayuda en foros temáticos anónimos. Pero ahora están empezando a utilizar las redes sociales para hacer públicos sus problemas de salud.

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La relación de las redes sociales con la salud mental es controvertida. Si el propio Facebook nos avisaba de que frecuentar las redes sociales puede ser perjudicial, ¿por qué las personas las usan para buscar apoyo?

La “exposición” de los famosos en las redes también ha contribuido a concienciar sobre el tema. El año pasado, Sinead O’Connor publicó en las redes un vídeo en el que mostraba sin tapujos que necesitaba ayuda. La cantante esperaba servir de ejemplo, y utilizó el hashtag#OneOfMillions. Su publicación generó un debate sobre cuál es el modo correcto de pedir ayuda, pero no hubo respuestas concluyentes.

Actualizaciones de estado y puestos de trabajo

Se estima que el 39% de las personas que buscan información sobre salud utiliza las redes sociales, y a menudo se unen a grupos relacionados con enfermedades concretas. Muchos de ellos han empezado a usar sus perfiles personales para exponer públicamente su problema. Si bien no hay datos de cuántos son los que actúan así, Facebook ha constatado que sus usuarios dedican las actualizaciones de estado para hablar sobre su salud mental, tendencias suicidas incluidas.

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Los estudios no solo han establecido relación entre las redes sociales y el aumento del ciberacoso. También han relacionado la publicación de información sobre comportamientos de riesgo (como el alcoholismo social) con la disminución de las oportunidades de empleo. Por eso hemos de ser conscientes de que, si publicamos información sobre nuestra salud, nuestros eventuales empleadores podrán conocer nuestro historial.

Mi investigación muestra que pedir ayuda a través de las redes sociales para tratar trastornos mentales tiene elementos positivos, siempre y cuando se haya solicitado previamente asesoramiento médico y se haya recibido un diagnóstico firme. Pero si las actualizaciones de estado transmiten un tono de lamento pueden provocar que la persona sea percibida como una quejica, y que los amigos no sepan ver en esos mensajes una llamada de socorro, lo que puede provocar aislamiento y vulnerabilidad.

Dos participantes en la investigación que realicé para mi doctorado, que usaban la redes sociales para exponer sus problemas mentales, se mostraron intolerantes con otras personas que hacían lo mismo, curiosamente. Una de ellas, refiriéndose a la actividad de una amiga en Facebook, señaló:

“La mayor parte de sus publicaciones tratan sobre su lucha diaria, habla abiertamente del tema. Y no es que me importe, pero tampoco hace falta compartirlo todo”.

Otra participante expresó la irritación que le provocaba tener que atender los problemas de otros cuando ella misma estaba tratando de obtener ayuda.

Es posible que las personas se harten de las constantes publicaciones de quienes hablan de su salud mental, y acaben respondiendo de forma negativa. Uno de los participantes en mi estudio declaró que, después de haberse “expuesto” en Facebook, un amigo suyo le dijo, con toda claridad, que ése no era “el lugar indicado para hacer ese tipo de declaraciones”.

Así pues, aunque puedan ser herramientas positivas para quienes buscan ayuda, ¿debemos considerar que las redes sociales son un mecanismo positivo de apoyo a la salud mental? ¿O debemos seguir fingiendo que nuestras vidas son perfectas y que siempre estamos contentos porque eso es lo que los “amigos” de Facebook e Instagram quieren ver?

A corto plazo, parece que las redes sociales pueden ser útiles para crear redes de apoyo para los que sufren trastornos mentales. Sin embargo, a largo plazo, parece necesario modificar la percepción social de estas enfermedades. Si no se producen cambios de percepción, al menos debemos estar preparados para afrontar la ausencia de ofertas de trabajo.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation

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