El azar y la necesidad

Josep Fontana, un intelectual comprometido

Jaume Grau

Josep Fontana (Barcelona 1930) ha muerto después de una larga enfermedad que, a pesar de todo, no le ha impedido trabajar hasta el último momento. Fontana deja como historiador una obra enorme, centrada en la historia económica y política de la España del siglo XX, de un valor incuestionable, con una imponente maestría para dos generaciones de historiadores. Él mismo fue discípulo de los dos historiadores catalanes de referencia del siglo XX, de Jaume Vicens Vives y de Ferran Soldevila, dos visiones diferentes, pero no antagónicas, de la historia de Catalunya. En este sentido, Josep Fontana aporta un enfoque diferencial en cuanto a la comprensión de Catalunya como entidad nacional diferenciada a la de sus dos maestros, reivindicando el origen obrero y popular de una parte muy importante del movimiento catalanista. Una parte destacable de sus trabajos de investigación así lo demuestran. En este sentido hay que leer "La formació d'una identitat. Una història de Catalunya", del año 2014, editorial Eumo.

Josep Fontana fue muy crítico con los efectos nocivos de la llamada Transición política del 77: "La forma en que se produjo en España el pacto de la transición contribuyó a que se hiciera silencio sobre la historia del franquismo" , afirmaba en el prólogo del libro de Pedro L. Angosto, Diccionario del franquismo. Protagonistas y cómplices, 1936-1978. Una parte de esta visión crítica de la transición es recogida por el movimiento del 15 M. En este sentido es muy significativo que en el primer número de Información real, ya, el primer entrevistado sea el profesor Josep Fontana.

En su último libro, El siglo de la Revolución. Una historia del mundo desde 1914, editorial Crítica, 2017, destaca el papel que el miedo a la revolución rusa supuso en la aplicación de reformas en los países occidentales. No el miedo a la potencia de la Unión Soviética, si no al posible surgimiento de movimientos revolucionarios en el seno de los países occidentales. Las reformas de la socialdemocracia son, según Fontana, fruto de este miedo. Desaparecida la Unión Soviética, nadie ya apuesta por las reformas sociales para combatir las desigualdades, y este miedo a la revolución parece haber desaparecido. Fontana cree que las vías de cambio tienen que aparecer a partir de los movimientos sociales de base, un poco en la línea de los movimientos de campesinos en la América latina, de grupos como Vía Campesina.

Josep Fontana afrontaba su papel "social" de historiador, el de explicar cómo han pasado las cosas, para que la gente tenga conocimiento, y no vuelvan a pasar. En este sentido, Josep Fontana, en la línea de Gramsci, oponía al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad.

Josep Fontana no quería ser catalogado como intelectual, a pesar de que evidentemente lo era. Él prefería reivindicarse como ciudadano entre otros ciudadanos. Un ciudadano de una dimensión enorme, que hoy nos ha dejado huérfanos de una voz clara, sabia, lúcida y comprometida.

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