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Opinión · Punto y seguido

Caso Khashoggi (II): Erdogan pone precio a la cabeza del príncipe

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En 1818, el Sultán otomano Mahmud II colgó la cabeza del rey del primer estado saudí Abdullah bin Saud en la puerta de Constantinopla. Hoy, 200 años después, el aspirante a Sultán otomano, Tayyeb Erdogan está sujetando en una mano la cabeza del príncipe heredero de Arabia Saudí Mohammed Bin Salman (MBS), y con la otra mantiene una daga debajo de su cuello. Pero, ¡Tranquilos! No le matará: hoy, el autor intelectual del magnicidio de Estambul vale más vivo que muerto.

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El presidente turco, ha adoptado la estrategia de Sherezade, la cuentacuentos persa de Mil y Una noche: narra, noche tras noches, sus relatos previamente recortados, para sacar ventajas a un asesino, mientras guarda algún (o varios) as debajo de la manga.

Pegatinas con la efigie de Recep Tayyip Erdogan, en una protesta contra el presidente de Turquía en la ciudad alemana de Colonia. REUTERS/Ralph Orlowski

Erdogan y Milli İstihbarat Teşkilatı (MIT), la Organización Nacional de Inteligencia turca empezaron a filtrar los macabros detalles del asesinato del periodista islamista Jamal Khashoggi, a partir del día 4 de octubre, ignorando el dolor de la familia, con el único objetivo de sacar el máximo provecho de la situación, mientras negociaba en secreto con EEUU y Arabia saudí. Por lo que, en la noche número 999, y a pesar de haber prometido al mundo contar la verdad "en toda su desnudez" sobre el asesinato, suspendió la siguiente entrega que iba a ser la publicación de una cinta de audio de 11 minutos sobre el crimen.

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Es más que probable que Ankara tuviera conocimiento sobre el trágico fin de Khashoggi desde el minuto uno, y decidiera dosificar la información, y pasar a la siguiente entrega dependiendo de la reacción oficial de Riad y de los resultados de negociaciones que están llevando a cabo con Khalid Al Faisal, el emir de la Meca designado por el Rey Salman como representante de los saudíes.

Se desconoce si dicha información procedía de algún espía turco en el consulado, de la captación de las conversaciones de uno de los asesinos por su móvil pinchado, o los micrófonos instalados dentro y fuera del consulado. A partir de allí, empieza una ingeniería informativa que otorga al Sultán Erdogan imponerse al Alteza Bin Salman: justo cuando éste se desmarcaba del crimen, publicó el video de los sicarios, entre los que se encontraba el asesor personal de MBS.

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La estrategia turca de “presión y paciencia” funcionó: Los saudíes, después de dos semanas de negar cualquier conexión con la desaparición de Khashoggi e incluso culpar a la propia Turquía por su desaparición, admitieron el crimen por sus agentes, mientras ambos lados omitían la implicación de MBS, a pesar de las innegables evidencias, como la conversación interceptada de Mohammed con la inteligencia saudí en EEUU por la CIA.

Esta “coincidencia” huele a un pacto entre EEUU, Turquía y Arabia Saudí, que dejaría escaparse a Mohammed por la ventana ahora que Ankara, hábilmente, le había cerrado todas las puertas. También llaman la atención que hasta hoy Ankara no haya expulsado a los diplomáticos saudíes, ni siquiera les haya levantado la inmunidad, o que la policía turca no entrase en el consulado los primeros días, a pesar de tener plena jurisdicción sobre la sede, regalándoles a los saudíes 15 valiosos días, para elaborar coartadas. Inspeccionaron la sede diplomática después de que Erdogan llamase al rey Salman y le pidiera cortésmente la autorización.

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Pues, el malabarista turco, que con este asunto está viviendo los mejores días de su mandato, 1) No quiera deteriorar sus relaciones con Arabia y los aliados de éste, por sus grandes inversiones en Turquíes (sobre todo en el sector del “ladrillo”), y 2) necesita de Riad para alcanzar un acuerdo sobre Siria y el reparto de las zonas de influencia en este país, al que agredieron juntos en 2015 utilizando a los yihadistas: Hay que negociar el reparto del  botín sobre las cenizas de aquella nación. Además, con la lira por el suelo, la economía turca necesita atraer inversiones de los países árabes de la región. De allí Erdogan alabe la "sinceridad" del rey Salman en “llegar al fondo de la muerte de Khashoggi”.

El presidente de Turquía tenía cierta amistad con Jamal Khashoggi (sobrino del traficante de armas Adnan Al Khashoggi, implicado en el escándalo Irán-Contra”, y primo de Dodi al Fayet), que era de origen turco, y con el que compartía la ideología de la Hermandad Musulmana (HM), poderosa organización sunnita que ya gobierna en Turquía y Qatar, y cuenta con decenas de millones de simpatizantes en Egipto, Túnez, Líbano, y otros estados “sunnitas”.

Razones de una profunda brecha

Desde la toma del poder por el partido derechista-islamista de Justicia y Desarrollo, y sobre todo a partir del portazo recibido por la Unión Europa, la Turquía imperialista intenta aumentar su influencia en los territorios "musulmanes" del imperio otomano, desafiando a Arabia Saudí. De modo que las relaciones entre ambos estados han pasado por las siguientes fases:

  1. En 2003, y tras la invasión liderada por EEUU a Irak en 2003 Bush desmantela el gobierno árabe- sunnita de Irak y lo reemplaza por otro árabe- chiita e incluye una autonomía kurda en el nuevo estado, cambiando el equilibrio de la región en favor de Irán. Riad y Ankara (¡y Tel Aviv!) deciden unir sus fuerzas para contener a los iraníes.
  2. El 2011 es el año del fin de la luna de miel entre la pareja, por las "Primaveras" de Egipto y Túnez. Riad no escatima dinero para derrotar a las fuerzas de la HM (respaldadas por Barak Obama), e incluso patrocina, junto con Emiratos Árabes Unidos (EAU), un golpe un estado militar en Egipto contra el presidente Mohammed Mursi perteneciente a HM. De hecho, Erdogan ha autorizado las actividades de los disidentes “hermano-musulmanes” egipcios en el suelo de Turquía donde disponen hasta de estaciones de televisión.
  3. En 2017, las amenazas de un ataque militar de Arabia Saudí y EUA a Qatar y el embargo del pequeño país aliado de Ankara por mar, tierra y aire por dichos países, enfurece tanto a Erdogan que decide instalar una base militar en Doha, desafiado la hegemonía saudí incluso en las aguas del Golfo Pérsico.
  4. El distanciamiento entre Turquía y el gobierno de Trump es aprovechado por Riad, quien “compra” al presidente de EEUU por miles de millones de dólares.
  5. Además, Turquía se opone a las políticas saudíes en aislar a Irán y también a su renuncia a Jerusalén Oriental como la capital de Palestina.

No es posible que guardemos silencio sobre lo ocurrido” advirtió Erdogan a los Saud, insinuándoles que no buscasen a un “Salvador” en la Casa Blanca de Washington: él estará en la Casa Blanca (Ak Sarayı) de Ankara.

Las demandas de Erdogan a EEUU y Arabia

Lo que Turquía puede obtener de este drama es de tal magnitud que no se debe descartar que la propia MIT, a pesar de tener conocimiento previo sobre los planes de MBS, dejara que sucediera.  La decadencia de Egipto, el peso pesado del mundo árabe-musulmán, y la caída de Arabia Saudí al fondo de los infiernos, es una gran oportunidad para que Turquía se presentarse como líder mesurado y moderado del mundo islámico-sunnita. Además, con una “cinta” en su caja fuerte, puede presentar las siguientes condiciones a Washington y Riad para rescatar a la Casa Saud (que no al heredero):

  • Dejar de apoyar y armar a los kurdos de Siria. Es posible que Erdogan haya conseguido algún compromiso al respecto: díasdespues del asesinato de Khashoggi, Turquía liberó al pastor estadounidense Brunson, encarcelado en 2016, y anunció una mayor coordinacion con las fuerzas de EEUU en Siria.
  • Levantar las sanciones impuestas por EEUU a Turquía.
  • Levantar las sanciones económicas a Qatar por Arabia y EAU.
  • Celebrar el juicio de los criminales en Turquía, el lugar del crimen, para así seguir sacando provecho del cadáver del desgraciado Khashoggi. ¡Tendrá que darse prisa, antes de que todos los implicados perdieran la vida, como el teniente Meshal Saad al-Bostani, que murió en un “accidente” de tráfico dos días después de regresar a su país (¡a ver, no iba a tener este “accidente” en el consulado en Berlín!)

Entre estas demandas está ausente poner fin a la guerra que ha desgarrado a Yemen.

El viaje de la directora de la CIA, Gina Haspel a Ankara para verse con el jefe de la inteligencia turca Hakan Fidan tiene como objetivos examinar las pruebas de Turquía y también fabricar una coartada común para impedir la desestabilización de Arabia.

El culebrón turco sobre los gánsteres saudíes seguirá emitiéndose, haciendo temblar los cimientos del tambaleante Oriente Próximo.

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