El desconcierto

Sánchez y el cadáver de las tres derechas

La autoproclamada manifestación histórica de las tres derechas ha venido con el paso cambiado del esperado hasta ayer por el Partido Popular, Ciudadanos y Vox. La  clarividente sensatez de la derecha sociológica ha desbaratado una convocatoria demagógica que nada tenía que ver con la realidad española. Y como consecuencia, salvo el nacionalpopulismo de Vox, que ha logrado esa foto impagable del populista Santiago Abascal junto con Albert Rivera y Pablo Casado,  Ciudadanos pierde, se aleja del centro, y el Partido Popular retrocede, perdido en el delirio de un joven líder que cada día recuerda más al que fuera presidente de Alianza Popular, Antonio Hernández Mancha, de infausto recuerdo. La paradoja cruel es que el que sale bastante fortalecido es, justamente, el  mismo presidente de Gobierno a quien pretendían derribar.

Sánchez, una vez más, ha percibido la situación, antes de que el cadáver de las tres derechas se paseara por la plaza de Colón. Ese olfato político, que tan poco abunda entre los profesionales de lo público, le convierte en el gran vencedor del domingo, después de un fin de semana en el que se le ha dado, por propios y extraños, por liquidado. Incluso otro experimentado olfateador de la política, como es Felipe González, se ha equivocado al apuñalar al presidente públicamente, en lugar de echar mano, como es habitual, de los sicarios de oficio del partido que ya le defenestraron en su día. Así pues, el cadáver de Sánchez, que esperaban ver pasar Page, Vara, Lambán, Díaz y demás burócratas, goza, por ahora, de buena salud.

Tanto si la manifestación de las tres derechas en Madrid hubiese sido un éxito o un fracaso, Sánchez ganaba siempre, al rentabilizar el error de la convocatoria derechista. En el primer caso, porque ese supuesto éxito habría generado una reacción paralela de las fuerzas progresistas en torno a la Moncloa; en el segundo caso, porque el fracaso de la convocatoria, que es lo que ha sucedido, encierra el final de la estrategia conjunta del PP, Ciudadanos y Vox. Todo ello sin contar con la reacción del independentismo catalán, en una u otra hipótesis. Asombra la incapacidad manifiesta de Casado y Rivera; porque Abascal sabe bien a lo que jugaba, nada podía perder en el envite. En cambio, los dos compañeros de viaje de Vox son los grandes perdedores. Han sido unos incautos.

Tras el fracaso de las tres derechas, volveremos a la operación Gran Centro, el gobierno Rivera-Sanchez, el que se abortó, en febrero de 2016, por la oposición de Podemos. Esta es una maniobra política mucho más inteligente que la opción de la unidad de las tres derechas. Envolver con una cobertura de izquierdas una política de derechas, que responda a los intereses de una minoría social vaciando de contenido las tesis del compromiso histórico de Berlinguer. Operación nada fácil, dado que Rivera ha ido demasiado lejos de la mano de Abascal. Arrimadas no estuvo en Colón, Valls estuvo, pero se negó a la foto de los tres Pelayos, y  Luis Garicano, a pesar de acudir, mostró publicamente su incomodidad con la convocatoria. El joven Rivera podría encontrarse en una situación similar a la de la desaparecida Rosa Díez, con un finiquito.

Pero Sánchez, el último semestre así se lo enseña, no va a encontrar hoy mejor aliado que Unidos Podemos. Fundamental, para consolidar la actual mayoría progresista que le sostiene como presidente de Gobierno. En este tenso último fin de semana, cuando ha vuelto a ser abandonado por la burocracia de su propio partido, nadie le ha sido más leal que la formación morada. Una de las principales inquietudes de Pedro Sánchez es que Unidos Podemos no sepa, pueda, o quiera meter el bisturí en ese cáncer escisionista de Más Madrid antes de que haga metástasis política. Surgido en el peor momento posible, debilita tanto a Unidos Podemos como al mismo presidente del Gobierno, e incluso a toda la mayoría parlamentaria de progreso.

Llama la atención que cuando la derecha se apresta a cambiar de estrategia, se intente dividir al PSOE y a Unidos Podemos. Será puro azar, pero el hecho cierto es que se ha intentado defenestrar de nuevo a Pedro Sánchez, al mismo tiempo que se intenta consolidar una microfracción dentro del partido morado, que, volens nolens, podría erosionar la unidad progresista justo cuando más necesita reforzarse. Porque, conviene  no equivocarse, lo que ahora está en juego es si continúa un gobierno progresista, basado en un programa común de la izquierda, o si será reemplazado por un gobierno de Gran Centro, basado en un claro pacto contra la izquierda, que bien podría acabar mordiendo el polvo de la derrota como le acaba de suceder a las tres derechas en Colón.

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