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El encantador hospital de erizos de Ibiza

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Agazapados en sus guaridas durante el día para protegerse del sol, los erizos salen por las noches a cazar insectos, la base de su alimentación. Su piel recubierta de espinas les protege de los depredadores, salvo de uno: los coches que les atropellan cuando cruzan la carretera en su ronda nocturna. Sin embargo, el erizo sabe -o al menos presiente- que ese mismo humano que maneja la máquina mortal es el único animal que puede salvarle. Y toca a tu puerta.

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Me sucedió el viernes por la noche. Salí a buscar leña y me encontré un erizo agazapado en la puerta, exhausto, sediento y cubierto de pulgas. Le preparamos una camita, le dimos un poco de queso y fruta (el queso lo comió, pero despreció la pera) y fue bautizado con el nombre de “Patatino”. Al día siguiente, pregunté en el grupo de Facebook donde te resuelven todas tus dudas en Ibiza: ¿cuál es el protocolo cuando encuentras un erizo enfermo? La respuesta llegó en unos minutos: Can Hog y un número de teléfono.

Crucé la isla (Can Hog está cerca de San Antonio y yo vivo en San Carlos, en la otra punta) con Patatino metido en una caja, en mi regazo, subidos los dos en la moto. Por el camino me preguntaba quién podría dedicarse a rescatar erizos. “Seguro que es una inglesa -pensé- dudo mucho que un payés se preocupe por un espinoso roedor”. Bingo: Adila es una encantadora londinense que regenta desde hace dos años este voluntarioso proyecto, poco más que una caseta de madera prefabricada repleta de tuppers gigantes; en cada uno de ellos, envuelto en paja para protegerse del sol, un erizo se recupera de sus heridas.

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Patatino pesa 460 gramos y resulta ser un macho. “Mira, tiene la piel de la carita seca, está deshidratado. Seguramente ha comido babosas y por eso está infectado de un parásito”, me explica Adila mientras inyecta un antiparasitario en el cuerpecito inerte del erizo. “En realidad, los erizos preferirían no comer babosas ni caracoles, pero no les queda otro remedio, porque cada vez hay menos insectos”. Ibiza no es ajena al apocalipsis de los insectos que afecta a todo el mundo: se calcula que el 80% de la biomasa de insectos ha desaparecido en solo 30 años, un auténtico cataclismo. “La gente está contenta porque las avispas ya no vienen a molestarles cuando están comiendo, pero en realidad es un desastre”, me explica Adila.

Patatino es el huésped número 19 de Can Hog, a los que hay que sumar un conejo descarado que anda suelto por la casa. Hay otros cuatro que están casi curados y ha adoptado una simpática vecina, Cristina, que está de visita con su hija. Adila me explica que no es veterinaria, pero que hizo algún curso de iniciación en Londres: “Tengo un equipo muy básico -me cuenta mientras señala un rudimentario microscopio que podría haber usado Ramón y Cajal-, pero en realidad casi todos los erizos tienen la misma enfermedad, así que el tratamiento siempre es el mismo”. Patatino seguramente esté recuperado en un par de semanas, Adila me pide que vuelva a por él y que le suelte en la misma zona, en los bosques de San Carlos: “Es su territorio, allí estará más cómodo”. Además, hay menos coches que la babilonia de San Antonio.

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¿Qué puedo hacer por ti?, le pregunto antes de irme con la moto. “Habla de Can Hog. Dile al mundo que necesitamos socios y donaciones para seguir salvando erizos. Ibiza no tiene mucha fauna salvaje, tenemos que hacer algo por ellos”. Dicho y hecho.

Aquí puedes ayudar a que Can Hog siga rescatando erizos. Todas sus preguntas sobre Ibiza quedarán resueltas en Ibiza Winter Residents. Con información de Neo Fronteras.

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