El repartidor de periódicos

Periodismo de alabanza

Periodismo de alabanzaDa un poquito de repelús analizar el estilo con que nuestros periódicos tradicionales describen los hechos y sucedidos de nuestra casa real. Es como regresar al Hola! de hace medio siglo. Los adjetivos se quedan pegados en los dedos al pasar página, de tan edulcorados, y un incontestable tono vasallo y genuflexo hace imaginar a los redactores escribiendo con la cerviz inclinada.

El Mundo de hoy abre portada con El abrazo más sentido a la Reina. El titular nos narra una entrega de premios en Zarzuela, en la que un sordociego osó llamar guapa a Letizia y abrazarla tan apasionadamente que casi la desparrama. Lo que traducido al trampitán borbonero suena de la siguiente guisa: "Y le dio el abrazo más sentido", "tiró de ella hacia él para expresarle su afecto".

Periodismo de alabanzaPara La Razón, fue una "emotiva entrega de los premios de la Cadena 100" y el abrazo también fue un "emotivo abrazo [...] como muestra de agradecimiento por su presencia".

En ABC se nos cuenta que la infanta Leonor, que también asistió a lo de los premios, está dispuesta a "seguir los acertados pasos que dio su padre" incorporándose a la vida institucional a la tierna edad de 13 años, que yo no sé si tanta prisa no será explotación infantil, pero bueno. Este reinar de tan joven, añade el torcuatiano diario, permitió a Felipe VI alardear de los "extraordinarios resultados en su actual oficio de rey".

Periodismo de alabanzaDesde la Casa, un propio informa de que la institución está "llena de ilusión" y recibió "con enorme alegría" el anuncio real de la principesca incorporación.

Y el torcuatiano diario matiza que "la ceremonia transcurrió en unas circunstancias muy especiales y bajo fuertes medidas de seguridad para impedir el acceso de los separatistas". Como todo el mundo sabe, los separatistas son unos seres feroces del submundo borbónico que acostumbran devorar graciosas infantas y núbiles princesas en cuanto les entra el hambre.

Periodismo de alabanzaEn El País, que desde que ha asumido la dirección Soledad Gallego-Díaz se ha vuelto un diario anarco-revolucionario comparado con los otros, no dan nada. Y eso nos llena de congoja a todos los españoles de bien. Cualquier día un juez bien encarado reinterpreta el código penal y la ley mordaza y pone en el banquillo a tres o cuatro periodistas rojos, pues tan pecaminoso es el exceso como el defecto. La libertad de expresión es una señora muy veleidosa e inconstante, aquí en España.

Tengo dicho que a los españoles, con esto de la monarquía, los periódicos nos tratan como si fuéramos un poco lerdos (que, seguramente, lo somos). Como si aun mantuviéramos (algunos la mantienen) una visión idílica y pastoril de lo que sucede de puertas adentro de Zarzuela. La borbonía mediática consiguió mantener su relato cual cuento de hadas hasta que los diarios digitales irrumpieron con su vociferio republicano y sus casi enfermizas ganas de indagar la verdad.

Todo lo emotivo, lo simpático, lo campechano, el gracioso saltarse el protocolo derivó en urdangarinazos y juancarlazos, y el cuento de hadas vio cómo sus naipes iban cayendo sobre el tapete. Me dice gente de dentro que la nueva Casa, desde que sentaron sus reales en Zarzuela la pareja Felipe/Letizia, se ha convertido en una especie de siniestro castillo hermético para los periodistas destinados en Palacio.

Mientras, la prensa internacional nos mira con cierto estupor, y airean en sus más prestigiosas publicaciones neocapitalistas (Forbes) la enorme e inexplicable fortuna de la familia real (casi 2.000 millones de dólares). Aquí en España, sin embargo, lo único que se permite es encadenar adjetivos laudatorios cual vates malos. Cuando, quizá, lo único que anhelamos es que nos dejen votar.

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