Opinión · Dominio público
De la ‘transacción’ a la Transición
Directora de 'Público'
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Un Gobierno socialista en funciones, apabullante minoría y resultado de una moción de censura contra la corrupción política ha sido el único capaz de echar a Franco de su mausoleo en el Valle de los Caídos. Al fin. El PSOE ha gobernado casi 23 años tras la dictadura y ha sido casi 45 años después de ésta cuando su tercer jefe del Ejecutivo se ha atrevido a romper el más ignominioso de los códigos intocables de la Transición del 78 (la desigual transacción): el homenaje permanente a un dictador torturador, asesino y genocida.
Pedro Sánchez ha optado por el 24 de octubre –marcado ya en rojo, con perdón, en la Historia de España- para exhumar al tirano entre críticas de electoralismo, a izquierda y derecha del PSOE, y de denuncias por los gritos de “¡Viva Franco!” que escupió a la ministra de Justicia la familia más caradura de España y sus adláteres (el golpista Tejero, cuatro plañideras y varias decenas de llorones, porque hay que subrayar siempre la aplastante mayoría masculina de adoradores de Franco que se vislumbra en estas gestecillas antidemocráticas).
El verdadero peligro de la democracia actual no está en el pasado que exaltan (o creen exaltar) los franquistas lacrimosos que se concentran con banderas de las suyas. Pocos son en relación a los/as demócratas que habitamos esta España de tantísimo potencial desperdiciado, y muy lamentable sería que no se pudiera hacerles frente a estas alturas.
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Ha sido 45 años después de morir Franco cuando el tercer presidente del PSOE se ha atrevido a romper el más ignominioso de los rancios códigos intocables de la Transición
El riesgo está en lo que no se ve o no se quiere ver, esto es, en lo que se normaliza. Véase, por ejemplo, el poso del franquismo rampante aún las instituciones, comenzando por la opaca y antidemocrática Jefatura de Estado, empeñada en no enderezar su rumbo con el referéndum monarquía-república que nos fue hurtado.
O ese varonil Poder Judicial, construido a imagen y semejanza de los partidos, sin Transición ni transacción siquiera desde el franquismo y con una Audiencia Nacional que, como mucho, sirve para dar la coartada del orden y la ley del Estado, o lo que es lo mismo, del tránsito del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) al Supremo para el procés y las acusaciones más variopintas de terrorismo por arte de la reforma del Código Penal de 2015 (ampliación del art. 573 previo pacto de PP y PSOE)
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Por no hablar del comportamiento infame de la Justicia (institución) con la obligación de justicia (valor superior) y reparación a las víctimas del franquismo y sus familias, así como la condena de quienes las mataron, torturaron o hicieron la vida imposible. A Argentina las hemos obligado a irse con su dolor y en busca de la justicia que las leyes de su país les han negado. Poco trajeron. Otras, ni eso.
Poderoso nacionalcatolicismo
¿Y esa jerarquía de la Iglesia católica que en todo berenjenal político se mete, todo lo pide y casi todo lo consigue gracias a sus acuerdos vaticanos y franquistas, régimen con el que tan bien se mimetizaron? Mucho distan estos pactos del nacionalcatolicismo de la ética del cristianismo, pero allá cada quien con sus creencias y sus fes.
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Sin embargo, ha sido hasta ahora el bipartidismo de PP y PSOE el que se ha negado, por activa y por pasiva, a emprender las reformas estructurales más profundas que requiere el Estado postfranquista, y con la máxima urgencia. Entre otras, las reformas constitucional y territorial –incluyendo al Senado- o la fiscal, para acabar con la aberrante desigualdad con la que España ocupa el pódium europeo. Eso sin entrar en la libertad religiosa, la involución de la ley mordaza, el abuso energético o la matanza de migrantes por dejación de los Derechos Humanos.
Quedan la ley de Amnistía, los libros de texto con la Historia mutilada o deformada, el delito de apología del franquismo o la recuperación del patrimonio que disfrutan los Franco
La exhumación de Franco del Valle de los Caídos, cuya reconversión debe ser abordada de inmediato por respeto a los muertos llevados al peso para rellenarle la tumba al dictador, es solo el principio. Quedan Queipo de Llano o Primo de Rivera por ser colocados en el sitio marginal que les corresponde. Queda Billy el Niño por pagar (y que no le paguemos, encima) por su crueldad e inhumanidad. Queda Martín-Villa en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (“Morales”…) sin mostrar arrepentimiento siquiera por la matanza de Vitoria (1976).
Quedan la ley de Amnistía, los libros de texto con la Historia mutilada, el delito de apología del franquismo como existen el del fascismo (Italia) y el nazismo (Alemania), el cumplimiento real de la ley de Memoria Histórica o la recuperación del patrimonio que disfruta obscenamente la familia Franco.
De la derecha de PP y Ciudadanos no podemos esperar nada, a la vista está y al oído los tienen en campaña, a todas horas. Otra vez –veremos tras el 10 de noviembre- parece depender del PSOE el giro de la transacción del 1978 a la Transición. “El PSOE no hace, hay que hacerle hacer”, es el mantra. Hagan, pues, y hagan mucho, porque no basta con Franco: hay que desatar a un Estado entero de los siniestros nudos del genocida. La sociedad española, sin duda más concienciada que sus instituciones, seguirá apretando. Esta victoria del 24-O es suya. Vuestra.
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