Otras miradas

El PCE en el Gobierno

Miguel Guillén Burguillos

Politólogo

El nuevo ministro de Consumo, Alberto Garzón, promete su cargo durante el acto de toma de posesión de los integrantes del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, en el Palacio de la Zarzuela. EFE/Emilio Naranjo
El nuevo ministro de Consumo, Alberto Garzón, promete su cargo durante el acto de toma de posesión de los integrantes del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, en el Palacio de la Zarzuela. EFE/Emilio Naranjo

A los y las militantes del PCE y el PSUC que se batieron el cobre durante la dictadura

Alberto Garzón, en su intervención en la primera sesión del reciente debate de investidura, afirmó con orgullo que está muy contento y satisfecho de pertenecer, además de a Izquierda Unida, al Partido Comunista de España, sin el que, dijo, no se entendería la democracia española ni la constitución de 1978. Cualquier persona que conozca mínimamente la historia reciente de nuestro país y la trayectoria del PCE y el PSUC y sus dirigentes durante el antifranquismo y la transición coincidirán con Garzón que, efectivamente, el papel de estos partidos fue fundamental en el tránsito de la dictadura a la democracia. En pocos días se cumplirán 43 años de la matanza del despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha de Madrid y el sucesivo y multitudinario entierro de sus víctimas, un momento clave en la transición. Al entierro de aquellas cinco víctimas de la ultraderecha asistieron más de cien mil personas, y como sabrán, aquel acontecimiento representó la primera manifestación multitudinaria de militantes comunistas después de la muerte del dictador Franco, una manifestación que se caracterizó por su silencio, respeto y buena organización. Dos meses y medio después, el PCE y el PSUC eran legalizados.

En los últimos tiempos, el auge de la extrema derecha ha coincidido con ataques desacomplejados y furibundos desde diferentes foros políticos y mediáticos de marcado carácter "anticomunista". El miedo al "comunismo" ha resucitado, coincidiendo con la posibilidad real de que militantes del PCE pudieran sentarse en el consejo de ministros, con los nombramientos de Alberto Garzón como Ministro de Consumo y Yolanda Díaz como Ministra de Trabajo. Ese anticomunismo folclórico y caricaturesco del que hacen gala diferentes dirigentes y voceros de la derecha y la ultraderecha aparece como algo ridículo y penoso que remite a las etapas más negras de nuestra historia reciente. Porque cabe recordar que si hubo una ideología perseguida durante la dictadura totalitaria franquista fue la comunista.

Hay que reivindicar sin ningún tipo de complejo el papel de los y las militantes del PCE y el PSUC durante aquella larga y trágica etapa, así como durante la transición. Y cualquier demócrata que se precie de serlo debería reconocer el papel de estas organizaciones en aquellos tiempos, porque probablemente nadie se partió la cara como lo hicieron sus militantes. Lo recordaba hace unos meses, y de forma muy acertada, Enric Juliana: "el PCE (junto con el PSUC) no se limitó a "aceptar" la Constitución. El PCE "hizo" la Constitución. Impulsó también los pactos de la Moncloa, sin los cuales la Constitución no era posible. El PCE es fuerza fundacional de la democracia en España". Creo que es difícil decirlo más claro. Se podrá criticar desde determinados sectores de las izquierdas el papel del PCE y el PSUC y de algunos de sus dirigentes en aquella difícil etapa, pero a nadie se le escapa que resulta ventajista hablar desde la comodidad que ofrece, con todas las dificultades que se quiera, la situación política y social actual, así como el conocimiento de los hechos pasados. Porque quien vivió aquellos años sabe que el ruido de sables era ensordecedor, la llegada de la democracia no estaba en absoluto garantizada y la correlación de fuerzas existente era la que era. Porque en el antifranquismo militó mucha menos gente de la que luego se quiso poner medallas adornando un pasado de lucha que en realidad no existió.

Y bien, en el próximo consejo de ministros del primer gobierno de coalición de la actual etapa democrática se sentarán Alberto Garzón y Yolanda Díaz, dirigentes de Izquierda Unida y el PCE, pero también Pablo Iglesias e Irene Montero. Iglesias, que será Vicepresidente del gobierno, militó en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) entre los 13 y los 21 años, organización de la que también formó parte Montero, que será Ministra de Igualdad. Cuatro personas que forman parte de Unidas Podemos cuyo nombramiento ha sido motivo de alegría para muchas personas. Porque me atrevo a afirmar que representaba una anomalía que nunca, en más de 40 años de democracia, los cientos de miles de votantes del PCE, PSUC, IU, Podemos y sus confluencias a lo largo de estas décadas no hayan tenido representación directa en el gobierno de la nación. Una anomalía a la que, por fin, se pondrá remedio.

Tenemos que remitirnos a la Segunda República para hablar de gobiernos de coalición, tanto de derechas como de izquierdas. Dos miembros del PCE, Jesús Hernández (Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, y después de Instrucción Pública y Sanidad) y Vicente Uribe (Ministro de Agricultura), formaron parte de los dos gobiernos de la Segunda República dirigidos por Largo Caballero (1936-1937) y los dos de Negrín (1937-1939), ya en tiempos de la Guerra Civil. Después de la restauración de la democracia, como sabemos, ha habido gobiernos de la nación dirigidos en solitario por miembros de la UCD, el PSOE o el PP, si bien las coaliciones han sido habituales en comunidades autónomas, diputaciones provinciales y ayuntamientos a lo largo de los años.

Me gustaría hacer mención también a la presencia de antiguos militantes de organizaciones comunistas que han formado parte de gobiernos del PSOE en el pasado, como Jorge Semprún (Ministro de Cultura entre 1988 y 1991, antiguo y destacado militante del PCE), su sucesor Jordi Solé Tura ("Padre de la Constitución" en representación del PCE y el PSUC, Ministro de Cultura entre 1991 y 1993, también destacado militante del PSUC y de Bandera Roja), su también sucesora Carmen Alborch (Ministra de Cultura entre 1993 y 1996, antigua militante de Bandera Roja), José Luis Ábalos (actual Ministro de Fomento, antiguo militante de las Juventudes Comunistas entre 1976 y 1978 y después del PCE entre 1978 y 1981) o María Jesús Montero (actual Ministra de Hacienda y próxima portavoz del gobierno, también con pasado cercano a las Juventudes Comunistas). También hay que hacer mención especial a diferentes ministros del PP en la época de Aznar como Josep Piqué (Ministro de Industria y Energía entre 1996 y 2000, Ministro de Asuntos Exteriores entre 2000 y 2002 y Ministro de Ciencia y Tecnología entre 2002 y 2003, antiguo militante de Bandera Roja y del PSUC), Pilar del Castillo (Ministra de Educación, Cultura y Deportes entre 2000 y 2004, antigua militante de Bandera Roja) o Celia Villalobos (Ministra de Sanidad y Consumo entre 2000 y 2002, antigua militante también de Bandera Roja). Como pueden observar, el PCE, el PSUC o Bandera Roja han sido escuelas de militantes y cuadros que luego pasaron a formar parte de partidos de diversa ideología y asumieron importantes responsabilidades. Después de todo, quizá los y las comunistas españoles no son tan malos ni huelen a azufre, y lo que es más importante, capacidad de trabajo e inteligencia, por lo menos a las personas citadas, no les faltó.

Ha llegado el momento de reivindicar orgullosamente la historia, la lucha y la responsabilidad del PCE y el PSUC, que lideraron y organizaron la resistencia antifranquista y supieron leer la situación política durante la transición. Una responsabilidad que ya se había puesto de manifiesto en 1956, con la declaración del PCE "por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español", que recogía que "en la presente situación, y al acercarse el XX aniversario del comienzo de la guerra civil, el Partido Comunista de España declara solemnemente estar dispuesto a contribuir sin reservas a la reconciliación nacional de los españoles, a terminar con la división abierta por la guerra civil y mantenida por el general Franco". Sin el papel del PCE (y el PSUC), sin su trabajo, dedicación y sin el precio que se pagó en vidas humanas, exilio, torturas y años de cárcel, nuestra democracia sería sin lugar a dudas más débil y precaria. Sin ir más lejos, la Constitución de 1978 recoge unos cuantos artículos de claro contenido social cuya lectura hoy puede sorprender a más de uno, donde se nota de forma diáfana la mano del PCE y el PSUC. Como bien dice de vez en cuando Julio Anguita, cumplir lo que dice la Constitución sería revolucionario. No le falta razón.

La entrada en el gobierno de personas como Alberto Garzón, Yolanda Díaz, pero también, y de igual forma, de Pablo Iglesias e Irene Montero, debería ser motivo de celebración para las gentes que proceden de la tradición de lucha del PCE y el PSUC. Y quienes vivimos para verlo deberíamos brindar muchas veces, porque personas como Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo, Marcelino Camacho, Miguel Núñez, Antoni Gutiérrez Díaz, Gregorio López Raimundo o Marcos Ana, por citar solamente unos pocos nombres, no pudieron hacerlo. Su memoria lo merece. Ahora más que nunca toca poner el gobierno de España al servicio de la mayoría social, de la gente común y trabajadora de nuestro país. Que ya va siendo hora. ¡A trabajar se ha dicho!

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