Opinión · Dominio público
Desmilitarizar el imaginario social: más allá del Día de la No violencia y la Paz
Profesor de la Universidad de León. Coordinador del Área Federal de Educación de Izquierda Unida. Miembro del Grupo de Pensamiento Laico, integrado también por Nazanín Armanian, María José Fariñas Dulce, Pedro López López, Rosa Regás Pagés, Javier Sádaba Garay y Waleed Saleh Alkhalifa.
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El 30 de enero se celebra el Día Escolar de la No Violencia y la Paz. En torno a ese día se celebra y visibiliza lo que el profesorado y las comunidades educativas trabajan a lo largo de todo el año promoviendo la resolución pacífica de los conflictos: desde los internacionales hasta el que se da cotidianamente en cada momento de la vida.
Pero de qué vale promover en nuestros centros educativos la educación para la paz, como aparece en los proyectos educativos de centro, o desarrollar planes de mediación y programas de convivencia y resolución pacífica de conflictos, si desde las Administraciones Educativas promocionan la “militarización” de los espacios educativos en colaboración con el denominado eufemísticamente Ministerio de “Defensa”.
Concursos literarios escolares militares, donde los estudiantes deben escribir cartas a militares, sobre la importancia de su labor y cómo contribuyen sus misiones a la supuesta seguridad nacional e internacional (nada dicen del control geoestratégico de recursos y poder), así como el valor y el compromiso de los militares desplazados a países donde ahora bombardear e invadir los denominan “labores humanitarias”. Concentración en plazas de toros a miles de escolares para que contemplen el desfile de un muestrario de armas y efectivos de las fuerzas de seguridad, e incluso simulacros de detención, con explosivos incluidos. Cátedras militares en las Universidades públicas. Investigación financiada públicamente dedicada a la creación de armamento. Desfiles patrióticos en los centros educativos simulando “jurar bandera”. Charlas, conferencias, exhibiciones en colegios…
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En este contexto, no es de extrañar que las Consejerías de Educación de algunas Comunidades Autónomas hayan tenido la ocurrencia de introducir la formación militar en los centros educativos. Ya que los jóvenes huyen de las armas, la mili y la guerra, los responsables de la educación pública de nuestras Comunidades Autónomas, han pensado que es necesario, en una época de recortes económicos en los presupuestos educativos y de despidos de personal docente, destinar recursos a la formación militar al profesorado para que éste a su vez la imparta en sus clases. Un avance pedagógico incuestionable e imprescindible para instaurar de nuevo la educación patriótica militar en las nuevas generaciones. Con los valores claros y cuerpo a tierra.
De esta forma los Consejeros de Educación de estas Comunidades Autónomas Patrióticas se han comprometido a impartir “formación militar a los docentes a través de talleres y cursos que contribuyan a la formación permanente de los docentes”, con el fin de que el espíritu patriótico y la defensa “formen parte de la educación de nuestros jóvenes”. Formar al profesorado por militares parece ser la nueva moda de algunos responsables educativos, con el fin de educar en la sumisión (en línea con la ley mordaza). Es necesario que la ideología de la sumisión y la obediencia debida vaya siendo asumida por las futuras generaciones y qué mejor medio que utilizar el sistema educativo para ello.
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Es la escuela al revés, que decía Eduardo Galeano. Donde los militares imparten clases y los estudiantes y el profesorado es criminalizado, sancionado y multado por defender la escuela pública, reivindicar derechos sociales y un mundo en paz y con justicia.
En este Día Escolar de la No Violencia y la Paz, que se practica el 30 de enero de cada año, en el aniversario de la muerte del Mahatma Gandhi, quizá lo que deberíamos es proponer actos y “exhibiciones” para educar a los Consejeros de Educación para que, como dice el exdirector general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, “seamos conscientes de que estamos a tiempo de cambiar una cultura de imposición, del miedo, culturas basadas en la especulación económica, de deslocalización de la producción de la guerra, en una cultura del diálogo, de la reconciliación de la sociedad, en una cultura de la paz”.
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Porque esta “militarización ideológica” a la que se está contribuyendo desde la escuela supone la normalización de lo militar, del conflicto, de la conquista y de la violencia como parte de las relaciones en el planeta.
Parece que “los mercados” se han asegurado de que el mundo se encuentre en constante estado de conflicto. Han conseguido convencernos de que “la libertad no es libre” y que siempre hay que defenderla recurriendo a las guerras. De ahí las guerras preventivas contra quienes, según ‘adivina’ quien va a invadir o iniciar la guerra, podrían constituir una amenaza en algún momento del futuro. Asegurando que amenaza al “mundo libre”, es decir, a la expansión de su “libre mercado” y de sus negocios multinacionales.
La ideología neoliberal del capitalismo sigue propalando que para construir la paz hay que armar la guerra. Es la reactualización de la doctrina romana Si vis pacem, para bellum: “Si quieres la paz, prepara la guerra”. Lo podemos comprobar en las declaraciones y actuaciones de uno de sus voceros más conocido, Donald Trump, que anunciaba en 2017 el incremento más importante en el gasto de defensa de Estados Unidos en cerca de una década, “para volver a ganar guerras” y que declara cada poco su intención de hacer una, sea en Corea del Norte, en Venezuela, en Bolivia o en Irán…, allá donde sus multinacionales necesiten saquear recursos y emplear el armamento producido que ya se les va quedando obsoleto. Porque este parece ser el verdadero significado de la ‘libertad de mercado’.
Si preparas la guerra, la acabarás provocando en un lugar u otro, puesto que necesitas consumir todo ese material bélico generado. Y una vez empleado y gastado eso supondrá demanda de más material, en una espiral sin fin que necesita alimentar el miedo y todo tipo de terrorismo, para poder dar salida a los stocks de la industria militar. Eso sí, para que esa industria militar obtenga aún más beneficio, ya no solo se conforma con la invasión y destrucción “creativa” de países y regiones enteras, sino que se le asigna la reconstrucción y gestión de los postconflictos en esas regiones o países “liberados”, bajo la dirección, por supuesto, de empresas militares privatizadas. Es uno de los negocios que más dinero mueve en el mundo y que mucha gente está demasiado interesada en que no desaparezca.
Por eso parece que nuestros responsables educativos patrios quieren contribuir a este “adoctrinamiento ideológico”. Normalizar la guerra, la invasión, la producción de armamento, promoviendo esta ideología militarizadora y belicista en el campo de la educación. El gobierno español diseñaba en 2018 unidades didácticas con la intención de reforzar la imagen de las Fuerzas Armadas. Introducen, en el temario escolar de Primaria y Secundaria, la seguridad y la “defensa nacional”, con la intención de fomentar el sentimiento patriótico, buscando ligar y vincular patria con ejército.
Debemos desmilitarizar el imaginario colectivo de las futuras generaciones y plantear en los contenidos educativos un auténtico desadoctrinamiento de esta ideología bélico-militar. Introducir en el currículum contenidos que cuestionan las intervenciones o invasiones, a las que se refieren como “misiones de mantenimiento de la paz fuera de nuestras fronteras”, pero que llenan de cadáveres los territorios que “misionan”. Que cuestionen al servicio de quién y de qué se hacen esas guerras y qué intereses hay detrás de determinados conflictos que se generan, y quiénes los alimentan. Que analice en si “pacificar con armas y matanzas”, como se está haciendo, es la vía para solucionar los conflictos mundiales y si es la vía en la que debemos educar a las futuras generaciones. Y abordar qué relación tiene el “terror y temblor” que imponemos, con nuestros ejércitos, en aquellas áreas geoestratégicas que cuentan con recursos valiosos para que las grandes multinacionales sigan enriqueciéndose con ellos y mantengan nuestro “modo de vida” y consumo, con la violencia y los atentados que sufrimos en los países del norte.
No olvidemos que, como repite el antiguo director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, o el mismo Papa Francisco, las guerras y quienes las financian son la causa principal de los atentados y del drama de los refugiados y refugiadas, porque “los fabricantes de armas quieren sangre y no paz”. Los ejércitos han servido para dar vía al uso de las armas, como demuestra la historia y todos los acontecimientos recientes. Por eso, ocultar el núcleo esencial de lo que es “lo militar”, o disfrazarlo y tergiversarlo con supuestas “bondades colaterales”, lo consideran un “delito de silencio”, porque la indiferencia o el ocultamiento, aseveran ambos, equivale a complicidad. Y esto incapacita al alumnado para comprender la realidad e implicarse para mejorarla.
Para saber más: Díez Gutiérrez, E.J. (2019). 'La revuelta educativa neocon', ed. Trea.
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