Opinión · Punto y seguido
'Caso Patrick' y los 11 motivos de la faraónica represión de Al Sisi
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El investigador egipcio de 27 años Patrick Zaki, es una de las últimas víctimas de la brutal represión desatada por el régimen golpista de Abdelfatá Al Sisi contra sus críticos y opositores. Patrick, alumno del máster de Estudios de las Mujeres y Género de las universidades de Granada y de Bolonia, fue arrestado el 8 de febrero cuando regresaba a su país para visitar a la familia. Le acusan de “difundir noticias falsas” e “incitar a la violencia y a cometer delitos de terrorismo” y le han encerrado en una celda junto con otras 35 personas, en condiciones deplorables.
El temor a que Patrick sufra el destino del académico italiano Giulio Regeni, es justificado: Giulio, que en 2016 estaba realizando un trabajo sobre los sindicatos obreros de Egipto fue secuestrado y torturado hasta la muerte y su cadáver fue lanzado a una cuneta en el Cairo.
Según Amnistía Internacional, Patrick fue interrogado esposado y con los ojos vendados por los agentes de seguridad durante 17 horas, y sufrió palizas y descargas eléctricas.
Desde el golpe militar del julio del 2013, el régimen ha asesinado a miles de críticos y de todas las tendencias, sembrando el país de cárceles, dolor y terror. Human Rights Watch estima que el número de los presos políticos, gran parte acusada de actos terroristas, está en torno a 60.000, y que en 2014, al menos 95 detenidos murieron en las cárceles del país, o bajo la tortura o por no ser atendidos de sus enfermedades, datos que representan un aumento del 40% comparando con 2013. Hay tantas detenciones que en las cárceles no cabe ni un alfiler, y están utilizando bases militares y edificios de las fuerzas de seguridad para alojar a los secuestrados.
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Los exiliados tampoco se salvan de la persecución: las familias de los actores Amr Waked y Khaled Abol Naga, residentes en EEUU, han sido arrestados, después de que los artistas denunciaran ante el Congreso de EEUU los abusos contra los derechos humanos en su país.
¿Qué tipo del fascismo le gusta: religioso o militar?
La primavera árabe nació muerta: En Egipto, Túnez, Yemen, Bahréin e Iraq no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir, y la de Libia y Siria fue un timo.
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En el país de Cleopatra, el temor a que su revolución sufriera el mismo destino que en Irán y un califato totalitario religioso reemplazara a la dictadura, le colocó a un general mafioso en la cima del poder del país más poblado árabe, presentándolo como el Salvador de la Patria: el pueblo egipcio sufrió el síndrome de Estocolmo, aunque poco tardó en darse cuenta que era imposible que los generales burgueses y corruptos que controlan hasta el 40% de la economía del país y son responsables de su escandalosa pobreza, se transformasen en demócratas y patriotas, pensando en la nación ninguneada.
La Primavera Árabe egipcia, que reclamaba "Pan, Libertad y Justicia social", fue secuestrada por Barak Obama y su protegida organización de extrema derecha de la Hermandad Musulmana (HM), quienes ni se imaginaban que los wahabíes de Arabia Saudí y Emiratos Árabes podrían dar un golpe de Estado, comprando a los generales pagandoles 120.000 millones de dólares, y desbancar tanto a la HM como al mismísimo EEUU del poder en El Cairo: pura disputa geopolítica, y ningún cambio para la sociedad. El denominador común entre los regímenes de Mubarak, Mursi y Al Sisi seguía siendo un capitalismo autoritario, aunque este general presidente ha superado con creces la represión de Mubarak. Decenas de miles de personas han sido detenidas, encarceladas, torturadas y miles han sido asesinadas en nombre de la nación, la patria y el chollo de la lucha contra el terrorismo.
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Mecanismos de un terror sin precedente
- Redefinir la noción de ciudadanía: el ciudadano es aquel que muestre su fidelidad y obediencia hacia el régimen.
- Reformar la constitución de 2014 para convertir a Al Sisi en el presidente vitalicio, como un rey, un sultán, un líder espiritual, un Führer.
- Dar protagonismo a los tribunales militares y a la Agencia de Seguridad Nacional de Egipto (NSA), en cuyas tareas están el secuestro, tortura, hacer desaparecer y "asesinatos silenciosos” de los opositores. Por cierto, España instruye a los militares egipcios en tácticas antiterroristas, para un régimen que considera terrorista a cualquier persona y grupo que no comulgue con el dictador.
- Crear organismos para monitorear y perseguir la prensa libre: Consejo Supremo para la Administración de los Medios, la Autoridad Nacional de la Prensa o la Autoridad Nacional de los Medios, y elaborar leyes que controlen la libertad de expresión: cualquier cuenta personal de redes sociales, blog o sitio web con más de 5.000 seguidores, será vigilada, y podrán ser cerradas bajo el pretexto de difundir “noticias falsas y rumores”, “pertenecer a una organización prohibida” o “ tratar de socavar la paz y la estabilidad del país”.
- La llamada Ley de Protestas concede a los servicios de seguridad el poder absoluto de cancelar una manifestación o modificar su ruta, y prohíbe la participación en las reuniones, concentraciones y huelgas calificadas por el régimen como “perturbadoras de la paz social” o perjudiciales para los negocios públicos y privados.
- Elaborar narrativas conspirativas, acusando a los disidentes de estar al servicio de gobiernos extranjeros distorsionando la imagen de sus adversarios. Es posible también que el pequeño faraón padeciera algo de paranoia y verse realmente perseguido por los espíritus ocultas.
- Derivar a los detenidos civiles a los tribunales militares
- Militarizar discretamente la sociedad con políticas como promocionar a los oficiales y policiales retirados para ocupar los escaños del parlamento.
En su informe del 2015-2016, la Coordinadora de Derechos y Libertades de Egipto documentó 1.344 casos de tortura a personas acusadas de “servir a las potencias extranjeras” por el muy patriota Al Sisi que cobra de los regímenes criminales de Arabia y EAU. En 2015, la activista de los derechos de la mujer Hend al-Nafea y otras 228 personas fueron condenadas a cadena perpetua, al menos 547 de miembros de la HM a la pena de muerte, mientras el diputado del Partido Libertad y Justicia Nasser al-Hafi era ejecutado extrajudicialmente.
Motivos de la represión
- El aumento de la crisis económica por:
Las políticas de austeridad dictadas por el FMI: recortes a los subsidios, privatizaciones de las empresas públicas, el aumento de los precios (una subida del 26% en la factura de la electricidad, un 45% en el agua, por ejemplo), inventarse nuevos impuestos, etc. Hubo masivas protestas ciudadanas, y la izquierda egipcia instó a los ciudadanos a negarse a pagar estas facturas. Según el Banco Mundial, la tasa de pobreza de Egipto aumentó un 5% en 2019, en comparación con el 2.6% del 2015: Cerca del 32,% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, y en algunas regiones del Alto Egipto, alcanza el 66.7%. El gobierno, en vez de invertir en las infraestructuras, generar puestos de trabajo y una producción y distribución justas de productos, utiliza la caridad y el populismo religioso-nacionalista: el programa de Solidaridad y Dignidad (Takaful wa Karama), reparte dinero en efectivo entre los excluidos leales, calmando los ánimos y creando de paso una base social en este segmento de la población.
Continuos golpes al sector turístico: el derribo del avión ruso en 2015 por un atentado terrorista, o el accidente del vuelo 804 de EgyptAir en ruta de París a El Cairo en 2016 que llevaron a varios países suspender los vuelos a Egipto. ¿A quién beneficia el terrorismo? A falta de tener otra importante fuente de ingresos, Al Sisi ha creado el Concejo Supremo del Turismo, precedido por él mismo
- El temor a otra revolución. Ignora que las injusticias sociales y la brutalidad policial lo único que harán es que la revolución que se está gestando sea más violenta que la del 2011 y mande a la élite gobernante al cubo de la historia.
- Regalar al Jack el Destripador saudí Mohammed Bin Salman dos islas del país en el Mar Rojo, Tiran y Sanafir, a cambio de algunos millones de dólares, y un doctorado.
- Su incapacidad en detener los ataques de los extremistas islámicos contra los coptos.
- Fracaso en la iniciativa de la "renovación del discurso religioso" que Al Sisi lanzó para domesticara la poderosa Universidad Al Azhar, el Vaticano de la Hermandad Musulmana, corriente religiosa que declaró la geurra. Al final, con eso de “besa la mano que no puedas cortar” intenta conseguir el apoyo de su cúpula, mientras sigue encarcelando a sus simpatizantes.
- La expulsión de miles de familias egipcias de la zona fronteriza, violando el derecho internacional, bajo el pretexto de la lucha antiterrorista, aunque en realidad es garantizar la seguridad de un país extranjero: Israel.
- Temor a un golpe de estado de sus colegas y del aparato de seguridad: en 2017, el general Sami Anan y el coronel Ahmed Konsowa fueron detenidos por presentarse a las elecciones presidenciales. Hay otros 26 oficiales encarcelados, que según el diario digital Arabi21 organizaron una huelga de hambre en diciembre pasado en protesta por su situación.
- Que el régimen Al Sisi, al contrario de Hosni Mubarak, ha salido de una revolución y por ende de cara al pueblo, está obligado a cumplir con unas expectativas para mantener su legitimidad. Al no poder cumplir son sus promesas, la fuerte reacción de la sociedad es aplastada con una opresión del mismo tamaño.
- Y en la política exterior, las tensas relaciones con Italia, por el caso Regeni y por el apoyo de Roma al gobierno de Trípoli, en Libia, vinculado con la HM, al que se enfrenta Egipto. Y también con Gran Bretaña por otorgar asilo a los perseguidos egipcios fieles de la HM. ¡El colonialismo británico siempre ha tenido magníficas relaciones con los muftíes y ayatolás, uno de los pilares de su influencia en los países “musulmanes”!
- El deterioro de la situación de seguridad del país. En los seis años del gobierno de Al Sisi ha habido más ataques terroristas que durante los 30 años del régimen de Mubarak.
- Sentirse seguro al recibir el respaldo de EEUU y de Europa. "Es un tipo fantástico", dijo Trump sobre el déspota egipcio afirmando que es su “dictador favorito”. El hecho de que Trump no jugase a promocionar los derechos humanos en las dictaduras aliadas, así como la enemistad que muestra hacia los mandatarios de Turquía y Qatar (ambos de la HM) tranquilizan a Al Sisi.
Al Sisi no se librará de otra revolución en la plaza de Tahrir, solo es cuestión de tiempo.
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