Opinión · Otras miradas
Los cocodrilos de Teruel también existen
Profesora Titular, Departamento de Biología, Unidad de Paleontología, Universidad Autónoma de Madrid, Ayudante de Investigación, Departamento de Biología, Unidad Paleontología y Ecología, Universidad Autónoma de Madrid
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La península ibérica fue tierra de cocodrilos hasta hace apenas 6 millones de años. Los primeros restos descubiertos corresponden a cocodrilos marinos de la primera etapa evolutiva, de unos 170 millones años de antigüedad hallados en Portugal, Aragón y Asturias.
Hace unos 130 millones de años, los territorios de España y Portugal ocupaban una isla oceánica. De ahí que se convirtieran en un lugar estratégico en la segunda radiación evolutiva de los cocodrilos.
En Teruel existen dos yacimientos que se caracterizan por la diversidad de especies de cocodrilos encontradas: Galve y la Mina de lignito de Ariño.
- En el caso de Galve, los datos disponibles indican que el paisaje era una amplia llanura de inundación aluvial surcada por canales entrelazados de baja sinuosidad.
- El paleoambiente de Ariño correspondería a una llanura cenagosa de agua dulce con aportes marinos esporádicos en el contexto de un sistema de estuario-delta en un clima tropical o subtropical.
En un estudio reciente hemos descrito cocodrilos de Teruel pertenecientes a especies de la familia de los goniofolídidos, un grupo decisivo para comprender la evolución y la conquista a medios de agua dulce en la segunda radiación evolutiva.
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Un grupo de la Unidad de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), en colaboración con Fundación Dinópolis y con material procedente de ambos yacimientos, hemos ido reconociendo nuevas especies. Las características de los ambientes propios de humedales del Cretácico temprano han inspirado sus nombres: el rocío (Hulkepholis rori) y los canales en el caso de Hulkepholis plotos, que significa navegante que otea.
Lo más llamativo de estas especies, junto a Antheophalmosuchus escuchae, son las orbitas de sus ojos, sus rostros anchos y muy planos y la zona del oído muy desarrollada.
La evolución de los cocodrilos ibéricos
El reto evolutivo más importante en la evolución de los cocodrilos sigue siendo la formación de su paladar óseo y su implicación en los modos de vida.
Evolutivamente, el paladar óseo en los cocodrilos se extendió desde la parte anterior del morro hasta la zona occipital. Los cocodrilos tienen el paladar más extenso y la mandíbula más potente del reino animal.
La fuerza de masticación del cocodrilo de agua salada, la especie con la mordida más fuerte del reino animal, es de 16 460 Newton (N), mientras que la de un león es de 4 450 N y el promedio en humanos adultos jóvenes de 890 N.
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El cráneo de los cocodrilos modernos está fuertemente ensamblado, el hocico (el rostro) es resistente y tienen un paladar óseo duro de varios milímetros de espesor que se sujeta por pilares rígidos situados delante de las órbitas.
El paladar, como en los humanos, separa el pasaje de la respiración del de la boca. Así, los cocodrilos pueden cazar animales bajo el agua sin inundar sus conductos respiratorios pues, al igual que los humanos, cierran las válvulas de la glotis al bucear.
Los huesos de la parte posterior del cráneo están firmemente sujetos con suturas engrosadas. Además, poseen unos huecos libres que llamamos ventanas. Por ellos pasa una poderosa musculatura que se inserta en el paladar y que se activa al cerrar y encajar las fauces con la ayuda de una polea cartilaginosa situada detrás de las órbitas.
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Los cráneos de los cocodrilos fósiles hallados en Teruel indican que la formación del paladar secundario de estos reptiles surge de una palatogénesis singular. La especie presenta hendiduras palatinas situadas en la parte media y un orificio situado en la parte posterior que conecta la boca con la faringe .
Suponemos que la formación del paladar extenso de los cocodrilos es modular, es decir, sus dos orificios son independientes. De este modo, la extensión posterior del paladar se asocia también a otros cambios anatómicos y funcionales del cráneo.
En el estudio señalamos modificaciones en la faringe, en el canal de la trompa de Eustaquio que se conecta al oído y en la retroversión de huesos tan importantes como el maxilar, por ejemplo.
Un grupo más antiguo que las aves
Los cocodrilos y las aves son los únicos animales con especies vivas que pertenecen al antiguo linaje de los arcosaurios, que incluye a los famosos dinosaurios, a los reptiles voladores pterosaurios, así como a otros grupos de animales cuadrúpedos ya extintos.
Las aves evolucionaron a partir de dinosaurios carnívoros bípedos que se denominan terópodos, hace unos 140 millones de años. Los cocodrilos son aún más antiguos: su origen se remonta a hace unos 230 millones de años.
A lo largo de esos 230 millones años, las especies que conformaron la evolución temprana los cocodrilos eran de talla pequeña, ágiles y veloces, de hábitos eminentemente terrestre. No se parecían a los cocodrilos que conocemos hoy en día.
La gran explosión en diversidad de los cocodrilos se produjo unos 60 millones de años después de su origen y justo entonces su historia evolutiva se vuelve más compleja. En esta primera diversificación, los cocodrilos habitaron en todos los mares y continentes del planeta, incluyendo latitudes de más de 60° norte y sur.
El tamaño de los linajes terrestres (los zifosuquios como Sebecus) era similar al de los leones actuales. Tenían dientes de bordes serrados como cuchillos, parecidos a los de los dinosaurios, propios de especies cazadoras con cráneos voluminosos y órbitas dispuestas frontalmente con visión binocular como la nuestra o la de las aves.
Los linajes marinos llegaron a ser nadadores activos como los delfines actuales. Algunas especies tenían cráneos que llegaron a medir casi 2 metros. Estos grupos marinos (talatosúquios, folidosaurios y dirosáuridos) transformaron sus extremidades en aletas, desnudaron sus cuerpos de escudos óseos y convirtieron sus colas en propulsores eficaces para desplazarse con rapidez al nadar.
Muchos de estos cocodrilos sobrevivieron hasta épocas relativamente recientes, hace unos 20 millones de años, y convivieron con los grupos que formaron parte de una segunda radiación adaptativa, hace unos 130 millones de años.
En esta segunda radiación los cocodrilos ocuparon los ambientes de agua dulce, como lagos o ríos. Sus hábitats se asociaron a ecosistemas de tipo humedal, esteros y pantanales de climas tropicales y subtropicales como los que actualmente se dan en México, Cuba o Indonesia.
Cuando miren a los cocodrilos y a las aves, piensen que ambos grupos han sobrevivido a grandes extinciones –los dinosaurios y pterosaurios desaparecieron hace 65 millones de años–. Los humanos solo llevamos en el planeta 1 millón de años.
Este artículo ha sido escrito en colaboración con el investigador en Paleontología y director de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis Luis Alcalá.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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