Opinión · Otras miradas
¿Dónde están los sindicatos? Donde siempre, defendiéndote
Politólogo
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Estos días vuelven a resurgir con insistencia las críticas a "los sindicatos". Que si dónde están con la que está cayendo, que si no se les ve, que si los liberados se quedan en casa cobrando, que si tal, que si cual... Nada nuevo bajo el sol: es una vieja táctica del poder realmente existente, que consiste en desprestigiar con falsedades a aquellas organizaciones que más daño le pueden hacer, y a nadie se le escapa que el sindicalismo de clase es una de las principales trincheras de las que (aún) dispone la clase obrera. Quizá el contrapoder más importante del que disponen los trabajadores y trabajadoras (casi dos millones de afiliados cuentan solamente entre CCOO y UGT, díganme ustedes organizaciones de cualquier tipo con una base social tan amplia en nuestro país). La táctica es vieja, como digo, pero han sido muchos años de discurso antisindical desde importantes altavoces alrededor del mundo, y eso tiene sus consecuencias. Por eso ese mantra ha calado también en amplias capas de la clase trabajadora, que también se adhieren acríticamente y comparten memes y mensajes de whatsapp durante estos días, quejándose del papel de "los sindicatos", de sus liberados, de sus dirigentes. Capítulo aparte merece la supuesta izquierda "pura", que no desaprovecha la ocasión para deslegitimar el papel de las organizaciones sindicales que cuentan con mayor representación, aquella que otorgan los trabajadores y trabajadoras mediante su voto en los centros de trabajo. Centros de trabajo donde, ¡oh sorpresa!, esa izquierda "pura" no suele estar ni se le espera, porque su papel se circunscribe probablemente a hacer proclamas vacuas en las redes y, como mucho, a enganchar pegatinas y carteles. Poco más. Divide y vencerás, como bien sabían Julio César o Napoleón Bonaparte, dos personajes que hoy en día dudo mucho que fueran sindicalistas.
Ese discurso según el cual no se sabe dónde están los sindicatos tuvo cierta repercusión y éxito hace algunos años, cuando la crisis económica arreciaba con mayor dureza. "¿Dónde están los sindicatos?", se oía en algunos foros. Curiosamente, quienes emitían malvadamente esa pregunta acostumbraban a ser personas de cierta adscripción ideológica y con unos intereses determinados, pero alejadas de la realidad de los centros de trabajo y la tarea sindical cotidiana. ¿Dónde estaban los sindicatos? Se lo digo yo: donde siempre, en la lucha, defendiendo los intereses de la clase trabajadora, organizando huelgas, negociando convenios colectivos, en la calle y en los centros de trabajo. Especialmente en aquellos años tan difíciles, cuando en muchos casos los sindicalistas arriesgaban sus propios puestos de trabajo. El problema es que esa tarea acostumbra a tener poca relevancia a nivel mediático, y eso en el mejor de los casos, porque lo que ocurre normalmente es que es silenciada deliberada y sistemáticamente. Y eso pasó durante la crisis: los miles y miles de sindicalistas se partían la cara en sus empresas y luego había quien decía que no se les veía. ¿Pero cómo les iban a ver desde el salón de casa?
Con la crisis sin precedentes del coronavirus retruena esa pregunta con retintín: "¿dónde están los sindicatos?". Pues bien, están ahí, al pie del cañón, defendiendo a los trabajadores y trabajadoras de este país, sin importar el sector en el que desarrollan su tarea profesional. Porque eso también es muy importante: en tiempos como los que nos han tocado vivir hay que huir más que nunca de los corporativismos y reivindicar el orgullo de clase y la unidad, por eso los sindicatos confederales son tan importantes, por eso son las organizaciones que realmente actúan como contrapoder. Y lo que es más importante: son útiles al conjunto de la clase trabajadora, de la población asalariada. Útiles. Porque a veces perdemos de vista que, como decía el añorado dirigente del PSUC Miguel Núñez, "lo revolucionario es avanzar". Y el discurso de la izquierda de salón quizá sirva para reconfortar a determinados activistas en sus postulados más radicales, en su ética de la convicción weberiana, pero son poco útiles a quines dicen defender, que frecuentemente están físicamente muy lejos, batiéndose el cobre en las fábricas, comercios, obras, administraciones, campos... Al trabajador le es útil aquel sindicalista que se arremanga, que negocia, se moviliza y hace movilizar, que está al pie del cañón. Y eso están haciendo particularmente los sindicalistas de nuestro país en estos días difíciles.
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Miles de delegados, delegadas y dirigentes sindicales se encuentran garantizando la seguridad de las personas, reuniéndose con las direcciones de las empresas y también con las administraciones. Porque la gente necesita esa seguridad, para garantizar su propia salud, su puesto de trabajo y sus ingresos. Son miles los sindicalistas de nuestro país enganchados al teléfono, atendiendo llamadas, consultas, inquietudes... Defendiendo a sus compañeros y compañeras, comprobando las condiciones de trabajo, negociando expedientes de regulación de empleo temporal, evitando despidos, apretando a las empresas y también a los gobiernos. Ahí están los sindicatos, señoras y señores. En la lucha, como siempre. No se dejen engañar. No se equivoquen de enemigo y rememos todos en la misma dirección para superar este reto que tenemos como sociedad. Es nuestra responsabilidad.
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