Opinión ·
La lucha galeguista y antifranquista de Virxinia Pereira
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Por Montse Fajardo, de Iniciativa Galega pola Memoria.
En diciembre de 2013, el Ayuntamiento de Pontevedra puso en marcha, a través de su concejalía de Patrimonio y Memoria Histórica, un programa de investigación, divulgación y homenaje que bajo el título “A memoria das mulleres” buscaba darles a las pontevedresas el espacio que históricamente se les había negado en la construcción del relato de la ciudad. En estos seis años, el programa ha rescatado nombres, imágenes e historias de vida de distintos perfiles, pioneras y trabajadoras, con especial protagonismo de aquellas que sufrieron, directa o indirectamente, la represión franquista.
Pero además de luchar contra la ausencia en el relato oficial, la investigación, recogida en la web www.dogrisaovioleta.gal, pretende acabar con la manipulación que se realiza de determinadas biografías femeninas para encajarlas en clichés patriarcales. Virxinia Pereira Renda es un buen ejemplo de ello.
Pasó – y poco- a la historia, como la leal esposa de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao y su abnegada cuidadora durante el largo proceso de enfermedad que le causó la muerte en el exilio bonaerense, pero en realidad su extenso epistolario deja al descubierto a una mujer con un inquebrantable compromiso propio con la lucha antifascista y con la defensa de los derechos de Galiza y de su lengua.
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Es por eso que el ayuntamiento que lidera el nacionalista Miguel Anxo Fernández Lores inicia el nuevo curso con la publicación de un libro que bajo el título “A vida incerta”, hace un repaso por el recorrido vital de quien, como hija de un pudiente diputado liberal, estaba predestinada a ser la acomodada esposa de un médico de Rianxo y que, sin embargo, acabó recorriendo medio mundo para defender, primero, una República en guerra, y después los derechos reconocidos al pueblo gallego en el estatuto plebiscitado el 28 de junio de 1936.
Durante el franquismo, Castelao fue el máximo representante de la Galiza democrática y tras su muerte, Virxinia la siguió defendiendo, sola, en los tiempos de la última derrota, después del abandono de las fuerzas aliadas, de la complicidad con el régimen de parte de la diáspora y del beneplácito de la mayoría de la oposición antifranquista a la restauración borbónica.
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Tras el golpe de Estado de 1936, había viajado con él a la URSS, a Estados Unidos o a Cuba, dentro de la campaña internacional de recogida de fondos para apoyar al ejército republicano y a las familias que se agolpaban en los campos de refugiados franceses. Perdida la guerra, siguieron luchando por las ideas compartidas desde el destierro bonaerense, donde Castelao fue designado presidente del Consello de Galiza, una suerte de gobierno en el exilio integrado por diputados gallegos de las últimas Cortes republicanas. En virtud del cargo, formó parte del gabinete de Giral como ministro sin cartera y eso provocó que el matrimonio abandonase el exilio argentino para trasladarse a París, en lo que creían sería el paso previo para regresar a una Galiza libre de fascismo. Pero la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial no conllevó el desalojo de Franco y, en 1947, Virxinia tuvo que volver a rehacer su vida en el exilio, cuando tenía ya 63 años.
Se quedó viuda a los 65, tras una batalla incesante y estéril contra el cáncer que ya había empezado en París a devorar a Castelao. Es tras la muerte de éste, en 1950, cuando surge la Virxinia más política. Las dos décadas que le restan de vida, hasta el último suspiro en Madrid el 23 de diciembre de 1969, las destinará a mantener vivo su legado, tanto artístico como ideológico. La obra realizada antes del golpe estaba embargada en virtud del expediente de responsabilidades políticas, resuelto un año después del fallecimiento del diputado gallego con la imposición de una multa de 75.000 pesetas. Para satisfacerla, el Estado sacó a subasta todos los bienes del matrimonio pero Virxinia emprendió una ardua lucha a fin de garantizar que los cuadros se destinasen a los fondos del Museo de Pontevedra, como su autor quería: “Para defender su deseo, me siento con fuerzas de leona. ¡Fue promesa especial que le hice a mi Daniel!”, recoge en una carta escrita en gallego a su amigo, el escritor Ramón Otero Pedrayo.
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Para eso regresará a Pontevedra, después de casi tres décadas de obligada ausencia, y tras pleitear con la dictadura, el 1 de octubre de 1964 firmará un convenio con el Museo pontevedrés para cederle los derechos que su matrimonio con Castelao le otorgaban sobre la obra que había sido embargada. La cesión se ampliará tras su propia muerte con la donación de nuevas piezas que conservaba en Buenos Aires.
Pero más allá del legado material, Virxinia Pereira se preocupó también de mantener la herencia ideológica de su marido. Cuando él ya no podía defender los valores compartidos, fue la suya una de las voces más beligerantes en la denuncia de los continuos intentos por blanquear la dictadura que realizaba la diplomacia franquista, y salió a la palestra, una y otra vez, para recordar que sólo una firme postura antifascista sería acorde con el pensamiento de Castelao.
Lo hizo, por ejemplo, durante la visita a Argentina del empresario y productor de cine vigués Cesáreo González, -destacado falangista y representante de actrices como Lola Flores, Carmen Sevilla o Sara Montiel-, al que acompañó el alcalde de A Coruña, Alfonso Molina Brandao, uno de los artífices del “regalo” al dictador del Pazo de Meirás. Empeñados en introducir el franquismo en los organismos de la diáspora gallega, convencieron a un grupo de emigrantes para organizar un banquete en la entidad más representativa, el Centro Gallego, y al término del mismo se desplazaron hasta la tumba de Castelao, la figura más destacada de la colectividad, para depositar una cesta de flores con una tarjeta firmada por el propio González, férreo defensor del golpe militar, lo que provocó la tremenda indignación de Virxinia. Ella misma le contó a Otero Pedrayo en una de sus múltiples cartas, -que conserva la viguesa Fundación Penzol- que salió de su “apartado mundo” para “enseñarles enérgicamente cual es la forma en que se debe respetar la pureza de ideales que reposan en esa sepultura, tan sagrada para mí, como para la inmensa mayoría de gallegos”. Posteriormente, ordenaría también retirar del cementerio de La Chacarita un ramo de flores con la bandera sustituta de la tricolor republicana que habían depositado sobre la lápida de su marido. Hasta el mismo día de su muerte se negó Virxinia a participar en cualquier acto en el que ondease “la bandera de pus y sangre” como denominaba el exilio a la rojigualda.
En un total ejercicio de cinismo, la dictadura franquista que les había empujado al exilio, despojándoles de todos sus bienes y asesinando a varios de sus familiares o a amigos tan cercanos como Alexandre Bóveda, quería ahora apropiarse de la figura de Castelao, idolatrada en la diáspora gallega, para hacer apología del franquismo. Virxinia luchó con uñas y dientes para impedirlo y mantuvo también hasta el último de sus días la reivindicación de los derechos de Galiza y su lengua.
En una carta que le escribe a la conocida actriz coruñesa María Casares, hija del presidente Casares Quiroga, tras una exitosa gira por América de ésta, sostiene: “Por mucho tiempo siguieron y siguieron los comentarios apasionados, unos tirando a llamarte española, otros –con toda razón- defendiéndose de esos ladrones que querían apoderarse de lo que no les pertenece. Tú eres lo que eres: gallega. Los grandes valores gallegos que surgís con gloria en países ajenos, tenéis la obligación de no olvidar que la cuna espiritual de todo lo magnífico que el público sabe apreciar y aplaudir desde la fibra íntima de sus sentimientos es Galiza, esa nación galega siempre asoballada(1), que desde todos los tiempos fue pródiga en figuras férreas y desde todos los tiempos también, viene reclamando sin desmayo los derechos que tan injustamente le son negados”.
Virxinia defendió hasta el final de sus días que sólo un pensamiento que reivindique los derechos de Galiza, su lengua y sobre todo, que se manifieste como claramente antifascista puede definirse como heredero de Castelao, cuya ideología nunca podría haber tenido encaje en una embajada franquista pero tampoco en un gobierno gallego que un día entrega las Medallas Castelao y al siguiente atenta contra la lengua y la cultura del país que éste defendió con uñas y dientes hasta su último aliento.
(1) Oprimida, avasallada.
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