Opinión · Posos de anarquía
Trump y el adiós a la conciencia de clase
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Tardaremos aún varios días en saber quién será el nuevo presidente de EEUU. El país está roto por la mitad, porque en el momento de escribir este artículo , la diferencia entre Joe Biden y Donald Trump es de un punto porcentual en favor del demócrata, pero con estados tan decisivos por escrutar como Pensilvania, Michigan o Wisconsin. Todo puede suceder, pero lo que sí se puede afirmar ya es que el voto latino ha favorecido a Trump. El adiós a la conciencia de clase.
Ni el racismo declarado, ni los más de 9,3 millones de contagios y más de 232.000 muertes por COVID-19, ni su machismo, ni sus políticas xenófobas parecen haber hecho mella en Trump, que afrontaba estas elecciones como un plebiscito sobre él (y lo ajustado del resultado así lo demuestra). Biden no se aparecía como el candidato demócrata, sino como el anti-Trump y quizás eso está pasando factura. El mayor entusiasmo que despierta Biden es el de ser el escobón que barra a Trump de la Casa Blanca.
El trumpismo ha tenido la habilidad suficiente para ventilarse la conciencia de clase, habiéndose ganado el voto latino pese a sus políticas xenófobas y antimigratorias, vulnerando los Derechos Humanos (DDHH) al separar a familias enteras, encerrando a menores en jaulas. Todo eso ha dado igual y el partido demócrata no ha sabido aprovecharlo, en parte, porque dio por hecho que lo tenía garantizado, sin prácticamente hacer campaña por ello, focalizándose más en favor del voto negro para sacar partido del tirón de Black Lives Matter.
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Por el contrario, la estrategia republicana ha neutralizado el efecto Trump, la repercusión que su odio pudiera tener en las urnas. El bando republicano se enfocó en el voto latino, mejorando incluso sus resultados en estados tan decisivos como Florida. ¿Qué puede llevar a un latino a votar a quien pisotea a tus semejantes? En realidad es sencillo: la anulación de la conciencia de clase. Volviendo a Florida, el caso de la población cubano-americana es el mejor ejemplo de ello, que reniega de su propia identidad, de su origen. Lo mismo está sucediendo en Georgia, aunque es de ley admitir que los demócratas le han dado la vuelta a Arizona.
Al principio, esta estrategia de los conservadores hacía mella en quienes habían alcanzado cierto estatus, pero han sabido evolucionar atrayéndose incluso a quienes cumplen con el perfil para ser despreciados por quienes votan, con la salvedad de que ellos ya están aquí. En lugar de solidarizarse con quienes son como ellos fueron, les cierran el paso para mantener su estatus.
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Más allá de etnias o de EEUU, sucede lo mismo en Europa con la clase trabajadora. ¿Cuánta clase obrera está votando a la derecha o la extrema-derecha a pesar de que sus políticas perjudican a quienes menos tienen? Esa es, de hecho, la clave del ascenso de estos partidos, que han conseguido que buena parte de la clase obrera se crea lo que no es y mucho autónomo sea crea que juega en la liga de la CEOE.
Y como parte de esta estrategia de plantear lo que no es -y de que una parte de la población lo crea-, Trump asegura le están robando a través de su cuenta de Twitter, que ha tenido que 'censurarlo' advirtiendo de su engaño, y en su comparencia en directo ha desarrollado esta mentira, agitando las calles, presentándose como el gran vencedor, hablando de "fraude" cuando aun restan muchos millones de votos por escrutar. La estupidez humana no tiene límites y siempre hay quien saber explotarla. Trump es ese alguien; confíemos en que se le pare los pies, aunque sea por la mínima.
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