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Opinión · Otras miradas

La responsabilidad del socialismo andaluz

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Pedro Sánchez y Susana Díaz se toman un selfie junto a una mujer, durante un recorrido por las calles de Córdonaa, en la campaña de las elecciones del 10-N de 2019. E.P./Enrique Gómez

Tras la victoria de Pedro Sánchez en el 39 Congreso, Susana Díaz no fue puesta en cuestión en Andalucía y pudo mantener la Secretaría del PSOE de Andalucía y concurrir a las elecciones andaluzas de 2018, sin candidato alternativo del “sanchismo” en las primarias. Las candidaturas socialistas al parlamento andaluz fueron completamente controladas por ella y su ejecutiva. Nadie del “sanchismo” fue incorporado las listas. En esas elecciones el PSOE obtuvo el 28% de los votos y 33 diputados, lo que comparado con el 48% de los votos y 56 diputados de 2008, 10 años antes, suponía una pérdida del 42% del porcentaje de voto y de los diputados. La otrora locomotora del socialismo español había dejado de serlo y pasábamos a convertirnos en una sombra de nuestro pasado.

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Cierto es que en las elecciones de 2018 confluyeron: el juicio de los ERE y el hastío general de la corrupción, un partido fracturado, una candidata que había intentado irse de Andalucía, el cansancio de 40 años de gobierno,… Un cúmulo de factores que hacían poco o nada ilusionante el panorama para los y las votantes socialistas, y que nos llevaron a perder el gobierno de la Junta tras 36 años de gobierno ininterrumpido.

La Ejecutiva actual ha venido trabajando en la perspectiva de que aquello fue una coyuntura puntual, que se cruzaron los astros para mal, y que el voto socialista volverá a las urnas como reacción al nefasto gobierno de la derecha tricolor. Desde esta perspectiva, Susana solo tendría que demostrar que ya no hay fractura, mostrando su apoyo a Pedro, y que su única aspiración es gobernar Andalucía para que las aguas volvieran a su cauce. Pero las últimas encuestas empiezan a poner en duda que eso no sea algo más que un sueño.

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Dentro de quienes creen en esa conjura de astros también hay quien piensa que no se podrá superar el bache coyuntural si no se produce la defenestración de Susana. Son quienes creen que el partido tiene un problema de cartel electoral y proponen la sustitución de la foto. En esta tesitura ha comenzado a militar una parte del susanismo, que pretende alejarse de la que fue su líder, en el entendido de que Susana no puede ganar y tienen miedo de la derrota les arrastre.

Ahora bien, ¿y si la desconexión entre el electorado andaluz y el PSOE tuviera fundamentos más estructurales y menos coyunturales? ¿y si el problema no fuera una tormenta pasajera sino mas bien un “cambio climático”? Entre los que responden afirmativamente a estas preguntas me incluyo. De hecho, creo que hay dos factores que apoyan esta tesis. El primero es que el PSOE aún no ha cosido su fractura y el segundo que el PSOE de Andalucía debe renovar su pacto con el pueblo andaluz.

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Los últimos tiempos nos han puesto de manifiesto que la lucha interna de trasfondo ideológico sigue aún viva. Dentro del PSOE, y en especial en determinadas federaciones, hay quienes se han dedicado a limar el apoyo social del PSOE desde que Pedro Sánchez se negó a abstenerse en la investidura de Rajoy. Provocaron la defenestración de Pedro y cuando los/las militantes lo repusimos en su cargo y ganó las elecciones, boicotearon el gobierno con Podemos y promovieron las segundas elecciones para intentar gobernar con Ciudadanos. Cuando Ciudadanos se hundió pasaron a defender la gran coalición con el PP, esa que está destruyendo al SPD en Alemania, y como no lo han conseguido han vuelto al desgaste y se han instalado en una suerte de nacionalismo centralista, lanzándose a degüello contra el Gobierno porque Bildu ha apoyado los presupuestos. Esto último en de una hipocresía descomunal, pues los que sumamos décadas en el partido recordamos que fue Felipe quien incorporó al PSOE a exmiembros de ETA (recordemos al compañero Mario Onaendía) como servicio a la democracia y a España, en el entendido de que había que mostrar el camino de la normalización democrática a quienes abandonaban la violencia.

Pues bien, todo esto lo han hecho y lo hacen porque su proyecto de España no es un proyecto socialdemócrata, como el que defendemos la mayoría de la militancia socialista, sino un proyecto “radical”. Un proyecto radical que pactó Felipe González, a final de los años 80, con la elite económica española, y a comienzos de los 90 en Europa, y que es liberal en lo económico y progresista en lo social, excluida la educación donde fue imposible converger.

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Estos defensores del “Ibex-socialismo”, que llevaron de la mano a Susana Díaz a los cenáculos empresariales madrileños alejándola definitivamente de las bases socialistas, no aceptan que la crisis económica se llevó por delante su pacto con el gran empresariado español y su pacto europeo. No aceptan que su visión de la economía es historia pasada y no aceptan que fue precisamente aplicar esas políticas pactadas con el neo liberalismo lo que nos alejó de los y las votantes socialistas, cuyo último acto fue la pérdida del reducto andaluz.

La mayoría de la militancia socialista sabemos que el futuro va de otra cosa: de crecer sosteniblemente y en igualdad; de servicios públicos fuertes y no de privatizaciones; de intervenir durante las crisis en defensa de las personas y no de las finanzas; de volver a atraer a los/as trabajadores/as garantizándoles que jamás volveremos a abandonarles; de sustituir esa connivencia con el gran empresariado por la cooperación con el pequeño y mediano empresario, al modo tradicional socialdemócrata.

Los socialistas debemos enterrar definitivamente ese error ideológico histórico en el que incurrimos y a esa labor es a la que está dedicado Pedro Sánchez y la militancia del PSOE que lo reinstauró en la Secretaría General. No obstante, para resolver definitivamente el problema, la mayoría interna socialdemócrata del PSOE debe ganar también en las federaciones. El PSOE de Andalucía en esto no puede ser una excepción y debemos ganar para promover un proyecto inequívocamente socialdemócrata e innovador desde el extremo sur de Europa.

Si lo conseguimos solucionaremos el primer problema, pero no el segundo: reconstruir nuestra la alianza con el pueblo andaluz. Para recuperar esa sintonía PSOE-Andalucía, fraguada con la defensa que hicimos de la autonomía andaluza durante la transición, de la mano de Rafael Escudero y Pepe Rodríguez de la Borbolla, necesitamos definir un nuevo proyecto andaluz.

Cuando a mediados de los 90 la pinza PP-IU estuvo a punto de descabalgar al PSOE de la Junta, el efecto rebote permitió mantener el gobierno, pero Manolo Chaves percibió claramente que con mantener la política tradicional no bastaría. Estaba lejos el tiempo en el que libertad y autonomía se asociaban al PSOE en Andalucía y Chaves intentó renovar el programa socialista andaluz lanzando la “Segunda Modernización de Andalucía”, que incluía una reforma estatutaria. Había que reilusionar a los/las andaluces/as y marcarles un nuevo horizonte. El proyecto funcionó, las críticas del PP estuvieron en proporción a su eficacia, y el PSOE se mantuvo en el poder otros 20 años.

Pues bien, creo que, igual que hace 20 años, para que el PSOE reconstruya su alianza con el pueblo andaluz tiene que poner en el tablero un nuevo proyecto para Andalucía. Esto no va de cambiar la cara del cartel, esto va de que la cara vaya unida a un proyecto social y económico de la Andalucía de 2050.

El socialismo andaluz debe hacer que los/as andaluces/zas levanten la vista al horizonte del mañana y divisen una Andalucía con un sistema productivo del siglo XXI y un estado del bienestar sólido y eficiente, que extienda su protección al ámbito familiar como en los países más avanzados de Europa, y que esté financiado con impuestos justamente distribuidos. Ese sistema productivo del siglo XXI: debe evitar la emigración de nuestras generaciones mejor formadas y garantizar puestos de trabajo dignos y en igualdad para los y las andaluzas, asegurando los derechos de los/as trabajadores/as frente a los desmanes de la globalización y la derecha liberal; debe ofrecer al pequeño y mediano empresariado andaluz un modelo de cooperación económica que trace alianzas duraderas de trabajadores y empresarios para un crecimiento económico que beneficie a todos; debe promover que los/as profesionales, uno de los grandes activos del sistema productivo andaluz, dispongan de una oportunidad de desarrollar su actividad en el mundo globalizado; debe alcanzar el autoabastecimiento energético andaluz mediante energías limpias y renovables; y debe garantizar la igualdad de género y también un desarrollo territorialmente justo que siga permitiendo una distribución equitativa de la población andaluza y que garantice la supervivencia de ese activo económico y social que son nuestros pueblos.

Pero además ese horizonte debe incluir la protección y promoción del autogobierno de Andalucía. El PP andaluz no tiene el más mínimo reparo deshacerse del andalucismo en su acción política cada vez que la ultraderecha anti-autonomísta se lo exige. Los socialistas somos el dique que debe aguantar ese envite y debemos hacer bandera de la protección de nuestra autonomía, garantizando que lucharemos hasta la extenuación por aumentar el autogobierno y por la reforma del sistema de financiación para conseguir una financiación justa e igual. El autogobierno andaluz no sólo ha beneficiado al pueblo andaluz, también ha permitido articular un país más justo, equilibrando el sesgo asimétrico que pretenden los nacionalismos periféricos. Aunque parezca paradójico, España es más España cuando Andalucía es más Andalucía.

Creo que el socialismo andaluz no debe caer en el conformismo y que tiene la responsabilidad de recuperar la confianza los votantes socialistas y la alianza con el pueblo andaluz; creo que los y las militantes que recuperamos el proyecto socialdemócrata apoyando a Pedro Sánchez a nivel nacional tenemos la responsabilidad de poner en liza una candidatura para liderar esa reconstrucción de la unidad socialista en Andalucía y de ese nuevo horizonte andaluz; y creo firmemente que habrá dentro de ese grupo quien asuma personalmente esa responsabilidad.

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