Opinión · Pensamiento crítico
La alianza de la investidura, heredera de la alianza democrática que luchó contra la dictadura
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Vicenç Navarro
Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra; Professor of Public and Social Policy The Johns Hopkins University y Director del JHU-UPF Public Policy Center en Barcelona
Estamos viviendo momentos históricos que implicarán cambios significativos en el presente y futuro de nuestro país. La alianza de las fuerzas políticas que apoyaron la investidura del presidente Pedro Sánchez propició el inicio de un cambio sustancial, que incluyó el establecimiento del primer gobierno de coalición de izquierdas desde la restauración de la democracia, que en alianza con las otras fuerzas políticas que apoyaron la investidura, posibilitan amplias mayorías que pueden facilitar cambios sustanciales en las políticas sociales y económicas, como lo atestigua la reciente aprobación de los presupuestos más progresistas, más justos y más sociales que haya conocido la España democrática.
Un denominador común de esta alianza es que la gran mayoría de las fuerzas políticas que forman parte de ella son herederas directa o indirectamente de los partidos políticos que lucharon en contra de la dictadura, durante la resistencia antifascista, de la cual se ha escrito y se conoce muy poco debido a la desmemoria histórica, que no ha permitido corregir la sesgada historia del país que todavía se enseña en la gran mayoría de escuelas españolas.
La tergiversada historia de España
La transición de la dictadura a la democracia cambió la visión hegemónica de lo que se llamaba la Guerra Civil, y de la dictadura que la siguió. El bando vencedor de aquella guerra pasó de ser considerado como el salvador de la patria frente a los rojos y separatistas, a ser uno de los dos bandos (el conflicto entre las dos Españas) que compartía responsabilidades por igual con el bando vencido (los supuestos rojos y separatistas) por todo lo ocurrido, exigiéndose a ambos generosidad y olvido, para construir un futuro dejando atrás el pasado, utilizando la Constitución como el punto de referencia y guía de acción del Estado a partir de ese momento. Las izquierdas gobernantes contribuyeron en gran medida a esta visión sesgada de la transición. El hecho de que las fuerzas conservadoras (gestoras de la dictadura) continuaran teniendo una gran influencia sobre el Estado fue facilitado por la continuidad de la monarquía como el eje central de aquella transición, quedando ello oculto en la presentación y promoción de aquella transición como “modélica”.
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Ahora bien, la realidad (y los datos que arroja) ha continuado mostrando los grandes déficits de aquella transición inmodélica. Sin negar los grandes cambios sustanciales que han ocurrido durante los años de democracia (llevados a cabo a lo largo del territorio español primordialmente por las fuerzas herederas de la tradición democrática republicana y, muy en especial, por las izquierdas), el hecho es que todavía persisten graves problemas, tales como el escaso desarrollo del Estado del Bienestar (con una constante subfinanciación), así como la escasa sensibilidad por parte del Estado hacia la necesidad de posibilitar una España poliédrica, pluricultural y plurinacional (insensibilidad que ha estimulado la radicalización de los movimientos nacionalistas periféricos, empujándolos hacia el secesionismo) que sustituya a la España radial (centrada en la capital del Reino) unicultural y uninacional.
La necesaria y urgente corrección de la historia reciente de España
La alianza de las fuerzas herederas de aquellos que lucharon contra la dictadura ofrece ahora una posibilidad de desarrollar esta otra visión de España, que ponga en el centro de su proyecto una visión republicana, progresista, comprometida con la corrección de los enormes déficits sociales y democráticos del país, deseosa también de una reconversión del modelo económico, que ponga como fin principal el alcanzar el bien común, sin anteponer el bien particular de empresas económicas y financieras sobre el de todos los demás, todo ello dentro de un proyecto poliédrico y plurinacional que conlleve una distribución de las agencias y de los departamentos estatales a lo largo del territorio español.
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Para ello se requiere un claro compromiso con la restauración de la historia de España, corrigiendo la sesgada visión del pasado, incluyendo la de la transición, exigiendo que se corrijan los déficits que esta dejó como resultado del gran desequilibrio de fuerzas que la configuró. Dicha recuperación incluye la recuperación de la historia de España, así como la de Catalunya (cuya historia también ha sido tergiversada por el nacionalismo catalán conservador dominante) y la de la I y II República, y el papel retrógrado que las monarquías han tenido en la historia de nuestro país.
El peligro de la renovación del fascismo
En realidad, el gran peligro que existe hoy en España es que, en parte como consecuencia del desconocimiento general sobre nuestro pasado, las fuerzas fascistas están recuperando terreno, intentando canalizar el creciente enfado popular creado por la crisis pandémica, presentándose como las fuerzas anti-establishment. Este fenómeno, que está teniendo lugar en todos los países a los dos lados del Atlántico Norte (y cuya máxima expresión es el trumpismo en EEUU), es resultado de las consecuencias de las políticas neoliberales llevadas a cabo por los gobiernos en estos países. Ver al trumpismo (del cual Vox es la versión española) meramente como un nuevo populismo es un profundo error.
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Los errores de las lecturas del pasado
En España hubo un intento exitoso de conocidos politólogos, como Juan José Linz, de presentar lo que en España se define como franquismo como un populismo de corte autoritario pero pasajero, que desapareció cuando el dictador murió. La historia de España demuestra lo falso de tal supuesto. No fue populismo sino fascismo, tema sobre el cual he escrito extensamente. Y es importante subrayar que las características que definen el fascismo se presentan también en el trumpismo y en sus distintas versiones. Dichas características incluyen un nacionalismo extremo, basado en una superioridad racial del hombre blanco, que le otorga la autoridad para oprimir y explotar a otras razas y grupos étnicos considerados inferiores, y cuya animadversión va dirigida a cualquier “otro”, sea este inmigrante o local, el cual es percibido como una amenaza a su supremacía racial. Dicha supremacía se sustenta en una enorme represión; de ahí la alabanza hacia los servicios de defensa del orden y la seguridad, acompañada de una adulación a la masculinidad, la virilidad, la fuerza física y la actitud agresiva, a lo que se une una defensa (en términos de Cruzada) de la religión y la cultura cristianas frente a las masas infieles musulmanas (o cualquier otra religión fuera de la cristiana).
A todo ello hay que añadir un machismo exacerbado, con una visión de la mujer como mero objeto reproducción, subsidiaria de la labor y el trabajo del hombre, así como una cultura militar y paramilitar que favorece dotar de armamento a los grupos civiles afines, con una actitud sumamente autoritaria y antidemocrática, siendo percibidas las fuerzas democráticas (y, muy en especial, las izquierdas de tradición socialista o comunista) como las enemigas, merecedoras estas últimas de su exterminio, que hay que conseguir por todos los medios.
Tal fuerza y represión son ejercidas a fin de favorecer la continuidad de los poderes económicos y financieros que los financian y los apoyan, directa o indirectamente, a través de los medios de información que controlan, siendo también sus dirigentes altamente corruptos. El fascismo fue siempre una ideología promovida por las estructuras de poder que se veían amenazadas por fuerzas históricamente ligadas a los movimientos obreros, los cuales fueron percibidos como una amenaza. Y esta ideología no ha desaparecido en España. De ahí que frente a esta amenaza es importante que se establezca un bloque republicano que expanda la democracia y el bienestar social (como se decía durante la resistencia antifascista) de “los distintos pueblos y naciones de España”.
Una última observación. Ha habido una gran movilización por parte predominantemente de las derechas españolas en contra de la activa participación de Bildu en la vida política y parlamentaria española, ejercida en las Cortes españolas. Tales derechas han utilizado los lazos de esta formación política con el antiguo entorno de ETA como muestra de la bajeza moral en la cual ha caído el gobierno de coalición de España, y muy en particular de Unidas Podemos, que ha sido el mayor promotor del establecimiento de tal alianza. Fui muy crítico con ETA en su día por su comportamiento durante el período democrático, que causó mucho daño, entre otros, a las izquierdas españolas (y no solo las vascas), pues el Estado justificó su gran represión por la necesidad de mantener “el orden y la paz”, lo que ocultaba el gran desorden e injusticia que tal Estado estaba fomentando. Como cualquier demócrata, celebro el abandono de la lucha armada (totalmente injustificable durante el período democrático), ya que se está demostrando que por la vía parlamentaria se consiguen más cosas en democracia.
Ahora bien, encuentro repugnante que las mismas voces de la derecha y ultraderecha española, que nunca ha condenado explícitamente los asesinatos y víctimas que causó el golpe fascista y la dictadura que le siguió, estén exigiendo ahora que Bildu pida perdón a sus víctimas como condición para que sea aceptada en las Cortes Españolas, cuando ellas nunca han perdido perdón por los miles de asesinados, torturados, represaliados y exiliados que crearon sus antecesores.
El argumento utilizado, de que los dos bandos de la Guerra Civil fueron igualmente responsables de todo lo acaecido, refleja la visión dominante durante la transición que hablaba de la equivalencia de los dos bandos para justificar su silencio. Ahora bien, no había tal equivalencia. No es cierto que los dos bandos tuvieran responsabilidades iguales. El bando vencedor de aquel conflicto fue responsable del mayor número de asesinatos de españoles que haya existido, y que algunos militares quieren repetir sin que se hayan tomado las medidas sancionadoras pertinentes que cualquier país con cultura democrática habría exigido. Compárese lo que ocurrió en Alemania, en Francia o en Italia cuando iniciaron la época democrática después de la Segunda Guerra Mundial con lo que ocurrió en España en la transición de una dictadura a una democracia. Llamar a tal transición “modélica” es reproducir esa imagen tan falsa de los dos bandos igualmente responsables. Ya es hora de que la juventud de este país conozca su historia y sepan por qué todavía hoy el Estado del bienestar en España es de los menos desarrollados de la Europa occidental, teniendo una de las mayores desigualdades sociales existentes en Europa. Y por qué cuenta aún con un Estado radial, centrado en la Capital del Reino, en lugar de un Estado poliédrico y plurinacional, heredero de los que lucharon en la resistencia antifascista por una España Republicana, justa, solidaria y respetuosa con su diversidad.
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