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Opinión · Posos de anarquía

Cobarde de mirada huidiza

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En ninguna de las fotografías del discurso de Navidad de Felipe VI que publica la Casa Real el monarca mira a la cámara. Ninguna. Antes de escribir estas líneas he querido comprobar lo que sucedía el año pasado y, efectivamente, en 2019 sí lo hizo. Este año, con el mensaje hueco que nos regaló anoche el Borbón, fue incapaz de mirarnos  a la cara, como el culpable que confiesa a medias, como el que no es sincero, como el cobarde.

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Como anticipaba ayer, no podíamos esperar gran cosa de Felipe VI, que desde que inició su reinado lleva evidenciando aún más que en el pasado cuán innecesaria es la institución de la que come. Tres temas principales estaba obligado a tocar, a saber, la pandemia, la corrupción en su círculo íntimo y los golpistas fascistas asociados a las Fuerzas Armadas de las que él es el máximo superior. Tocó el sencillo, del que menos precisamos escuchar porque sus palabras no fueron más que réplicas de las que llevamos meses escuchando de boca de la clase política.

Con todo, incluso ahí mostró su cobardía, pidiendo al personal sanitario que "mantengan todo el ánimo y toda la fortaleza y que sigan cuidando de nuestra salud" mientras que instaba a "fortalecer el tejido empresarial y productivo, industrial y de servicios". No habría estado de más que también pidiera más recursos para una Sanidad Pública insuficientemente financiada que ha dejado a nuestros profesionales a los pies de los caballos... pero ni siquiera tuvo coraje para eso. No pisó un solo callo de quienes le sostienen en la Jefatura de Estado.

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El cenit de su ausencia de coraje, convenientemente aderezado con cinismo e hipocresía, llegó al indicar:

"Ya en 2014, en mi Proclamación ante las Cortes Generales, me referí a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones; y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares.

Así lo he entendido siempre, en coherencia con mis convicciones, con la forma de entender mis responsabilidades como Jefe del Estado y con el espíritu renovador que inspira mi Reinado desde el primer día".

Esa es toda referencia a la corrupción probada -y la que resta por probar- del rey emérito, a cómo su mismo viaje de boda se financió con dinero de dudosa procedencia que, en coherencia con sus convicciones, tampoco se molestó en comprobar. Un despropósito.

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En cuanto al auge fascista/golpista en el ejército, tomó el relevo del emérito, que nunca ha tenido problema en adaptarse a regímenes dictatoriales -como vemos, incluso, a día de hoy-, y miró para otro lado, siendo la única mención la que destacaba "la eficacia y entrega de nuestras Fuerzas Armadas".

Y si cobarde fue el monarca no lo son menos sus palmeros, como Pablo Casado, que habla de "mensaje impecable" o Santiago Abascal que, foto incluida de sus retoños 'uniformados', se quedó con la parte más ñoña del mensaje real. La incapacidad de esta políticos para entender que criticar la monarquía no implica necesariamente un ataque frontal es supina.

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Esta mañana aún se escuchan palabras pesebreras que disculpan al Borbón, justificando el alarde de pusilanimidad y cinismo en que el margen de maniobra del rey es muy limitado. Afortunadamente, buena parte del pueblo español, ya sea monárquico o republicano, ha pasado de la indignación a la profunda decepción y estas disculpas torpes, impostadas y pegajosas ya no calan. Y el Borbón lo sabe... por eso ni es capaz de mirarnos a la cara.

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