Opinión · Otras miradas
Exclusivamente feminista, qué será eso
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Estuve escuchando una entrevista el otro día a Ángel Gabilondo en el telediario de Telecinco. Pedro Piqueras le preguntó si tenía pensado subir los impuestos y Gabilondo aseguraba que no lo tenía previsto. Me llamó la atención la simplicidad de la pregunta, pero también me sorprendió la respuesta, bastante propia de esta política del espectáculo, del tuit y del titular a la que estamos tan acostumbradas.
Vale, no, no tiene pensado subir los impuestos, pero ¿por qué sistema de distribución de la riqueza apuesta? ¿Cuál es su proyecto para Madrid? Cada vez cuesta más saber qué proponen, por qué abogan, qué sociedad quieren contribuir a construir durante su mandato. Las legislaturas son tan cortas y la tensión es tal que, por otro lado, tampoco me extraña que no puedan proponer grandes planes a largo plazo. Cada vez es más complicado saber a quién votas y para qué; a quién crees y por qué. No es solo un mal de Gabilondo por muy soso que sea él.
Estos días he observado atónita el nacimiento de lo que dicen que quieren que sea un nuevo partido político feminista. En la práctica, según lo que he podido ver hasta el momento, la propuesta solo se ha concretado en un pequeño documento y en una recogida de firmas a través de un sistema bastante rudimentario. Podría parecer, según los titulares, que próximamente se va a constituir un partido político que pretende llegar al Congreso de los Diputados del Estado español: “Más de un centenar de profesionales y activistas unen fuerzas para crear el partido Feministas”, titulaba este periódico.
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En realidad, se trata de un “llamamiento a todas las mujeres feministas a participar activamente en la construcción de una organización política por y para las mujeres, que haga efectivos nuestros derechos y consiga todo aquello que nos han negado por nuestro sexo”.
Se presentan como una iniciativa que apuesta por la abolición del género, los feminicidios, la prostitución, la pornografía, la explotación laboral y reproductiva, la compraventa de bebés, la violencia obstétrica, la misoginia religiosa o el borrado biológico y social de las mujeres.
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Además, en un intento de desvincularse del Partido Feminista de Lidia Falcón, que tenía previsto presentarse a las elecciones autonómicas de Madrid con Alianza Republicana Feminista, asegurando que se trata de una iniciativa "exclusivamente feminista y no ligada a la clase obrera”.
Exclusivamente feminista, qué será eso.
Puede que asegurar que no es una iniciativa ligada exclusivamente a la clase obrera signifique que, por fin, un sector del movimiento feminista que se ha quedado anclado en la modernidad se ha atrevido a reconocer que sus apuestas ideológicas pasan, única y exclusivamente, por proteger los intereses de un grupo muy determinado de mujeres.
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En el documento, sin embargo, sí que hacen un pequeño guiño a sus otras al asegurar que hay mujeres y niñas en situaciones de extrema vulnerabilidad “especialmente migrantes y con discapacidad”.
No son esos elementos de discriminación los únicos que nos atraviesan a las mujeres por una cuestión bastante evidente: a más de la mitad de la población nos tienen que atravesar, por pura estadística, todos los sistemas de dominación que sostienen el mundo tal y como lo conocemos.
Las mujeres nos enfrentamos al racismo, a la transfobia, a la lesbofobia, al clasismo o al capacitismo, entre otras muchas formas de violencia. A pesar de que son capaces de reconocer la mayor vulnerabilidad a la que se enfrentan las mujeres migradas y con diversidad funcional, no incluyen la abolición de la Ley de Extranjería –por ejemplo– en la lista de sus objetivos "exclusivamente feministas”.
A mí no se me ocurre nada que sea exclusivamente feminista. La ideología feminista no es capaz de explicarme sin apoyarse en otros sistemas de pensamiento la complejidad del mundo que habitamos ni responde a las múltiples violencias. El feminismo, si bien ha hecho grandes aportaciones en infinidad de ámbitos, tiene su principal potencial como metodología de análisis. Es completamente revolucionaria, sí, pero es una metodología mucho más poderosa cuando se relaciona con otras.
Necesitamos generar discursos que nos expliquen todas las violencias que atraviesan las vidas de las mujeres esclavizadas como trabajadoras domésticas internas o de qué manera la vulnerabilidad atraviesa las vidas de las que se enfrentan al racismo institucional que rige nuestras leyes. El feminismo ha abierto el camino, sí, pero ha dejado de lado a muchas.
La pelea por la incorporación de otros sujetos a la lucha feminista es histórica: peleamos las bolleras, pelearon las obreras, pelearon las mujeres trans. Todas sus aportaciones han servido para hacer más ancho un camino que es feminista, sí, pero, sobre todo, es cada vez más ancho.
El pensamiento feminista hegemónico, el que ya está en las instituciones y el que quiere estar, responde a unas lógicas de pensamiento que han dejado fuera otras cosmovisiones. Es increíble, lo sé, pero hay un feminismo que se cree exclusivo, que entiende que las violencias pueden explicarse atendiendo, simplemente, al sistema de dominación que hemos llamado patriarcado.
Sam Fernández lo explicaba así hace unos años en Pikara Magazine: “Lo que trae de vuelta al feminismo clásico se llama interseccionalidad, no transfeminismo (y no el concepto sino lo que se vive). Y lo que lo desborda es una realidad compleja donde nuevos sujetos emergen desde dentro del feminismo sin pasar por la sala de espera a recibir el permiso para luchar por parte de quienes se otorgan el privilegio de dispensarlo”.
La apuesta por la interseccionalidad trata de romper con la idea de lo “exclusivamente feminista”, pero no es sencillo. Lo decía también Ochy Curiel también en Pikara: “La diversidad incluye pero no modifica ni cuestiona. Por eso no es solamente feminizar la lucha antirrascista y ennegrecer la lucha feminista, no es ver que hay mujeres negras y pobres, sino algo más complejo, entender por qué hay mujeres negras y pobres. Y esta es la mayor diferencia que tenemos con los postulados de la interseccionalidad, que creen que sumando identidades se va explicar la subordinación de las mujeres. No vale incluir otras opresiones, sino ver y entender la opresión, cómo se articula y analizar cómo cada una de nosotras y en colectivo y con otros movimientos sociales estamos o no reproduciendo esa lógica. Y esto significa entender los lugares de privilegio que tenemos”.
Entender esos privilegios tampoco es una tarea exclusivamente feminista, claro que no, pero me resulta muy llamativo que se venda como urgente constituir un nuevo partido que, una vez más, va a obviar la diversidad de vivencias a las que nos enfrentamos.
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