Opinión · Otras miradas
El PP no sabe gestionar el interés público
Concejal en el Ayuntamiento de Madrid
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Con esta campaña electoral de bobadas y distracciones el PP intenta ocultar lo que de verdad le importa: apropiar para unos pocos la riqueza de todos.
No se trata de sectarismo o de incompetencia (o no sólo). La inacción se ha convertido en una forma de gobierno en una comunidad en la que han conseguido la complicidad de muchos que piensan que nada le deben a su sector público, en la que hablar de los principios básicos del Estado de Derecho, redistribuir o evitar abusos es una amenaza para la libertad (¡¡de hacer lo que me dé la gana!!)
La política del PP es la anti-política, no hacer política, destruir por inanición el sector público para que sean los intereses de las corporaciones, donde curiosamente siempre aparece alguien vinculado al PP, los que determinen qué hace, o mejor dicho que no hace, el gobierno.
El problema es que no sólo es inmoral. Es que es muy ineficaz para el bien común (muy bueno para el particular).
El pensamiento de las personas que profesan la fe neoliberal (no en su peor acepción populista actual, sino en la vertiente académica que arrancó en los turbulentos años 30 de proteger al mercado de vaivenes políticos) se basa en la épica del esfuerzo personal, el logro tras una dura preparación, el “nadie te regala nada”, el “si te esfuerzas puedes conseguir tus sueños”, la de hacerse respetar por cumplir tus compromisos o la de basar tu prestigio en tu credibilidad.
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Para quienes creen en eso horadamente es natural la desconfianza hacia lo entregado por decisiones “políticas” que no obedecen a reglas profesionales y técnicas. La increíble implosión nada menos que de la mitad de nuestro sistema financiero hace unos años (las venerables y originalísimas Cajas de Ahorro en las que metieron las manos llenas los dos partidos mayoritarios) han sido un amargo ejemplo.
Lo malo es que neoliberales “honrados” hay hoy, uno o ninguno. Ojalá tuviésemos auténticos liberales en vez de ácratas libertarios de derechas.
Creímos que la democracia nos sacaría de aquella cueva putrefacta que tan bien ha retratado Paul Preston en su libro “Un pueblo traicionado: España de 1876 a nuestros días: corrupción, incompetencia política y división social”. Pero la cosa aguanta.
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Quien quiera sumergirse en ese pantano de corrupción desde Lerroux hasta Franco y sus generales, desde Primo de Rivera hasta Filesa, desde Matesa a la Gurtel y desde Kio a Mario Conde habrá aprendido que los poderosos cuando se corrompen no hacen cola. No lo hacen a la luz. Incluso cabe pensar que no sienten que están robando. Son los negocios, que a veces salen y otras no. Lo han visto en casa (los padres de Pujol y Rato ya pisaron la cárcel).
Lo malo es que esos liberales de pega, a quienes los empresarios de verdad deberían denunciar los primeros, cuando ganan piensan que el dinero es suyo y cuando lo pierden las deudas son de todos.
Más allá de la sospecha de favorecer a una red clientelar de mantenidos caviar (estos sí), más allá de pensar que la gestión interesa menos que el poder por el poder, lo que me importa destacar es los efectos que, ineludiblemente, se van a dar, cuando y desde hace 25 años, la ideología liberal imperante debilita la gestión pública directa, debilita los mecanismos de control y debilita la rendición de cumplimiento de objetivos.
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Es relevante analizar esa manera de hacer, lo que podemos aprender y su aplicación inmediata a la gestión para considerar qué nos jugamos en las elecciones del próximo 4 de mayo. Y para ello voy a usar un ejemplo significativo: la gestión de 80 millones de euros por Madrid Network por cuenta de la Comunidad de Madrid que, ahora lo hemos sabido, tuvo en nómina a su actual presidenta, la insigne periodista Ayuso.
El ministerio de Ciencia e Innovación firmó un convenio de 80 millones con la Comunidad de Madrid, igual que se habían firmado otros tantos con Cantabria (PSOE) o 200 millones con Andalucía (PSOE) o 150 con Galicia (PP), para apoyar la innovación en esos territorios.
Lo que hizo distinto el convenio con Madrid, la gestión a la madrileña (ni PSOE ni PP, sino madrileña) fue que la Comunidad de Madrid entregó los 80 millones a una asociación de empresarios (Madrid Network) para que se lo gestionara. No lo hizo Galicia, que llevó a cabo una impecable gestión sin una sola impugnación en cientos de contratos y licitaciones de compras innovadoras y consultorías que seguían cada gasto al milímetro.
De manera sorprendente, y a pesar de un informe negativo de su servicio jurídico, la Intervención de la CAM autorizó ese “encargo” directo. Esa asociación proponía a la CAM qué proyectos apoyar y gestionaba las garantías a pedir.
Isabel Díaz Ayuso, enchufada a dedo en Madrid Network (la asociación privada que se creó nada más cerrar Esperanza Aguirre la pública IMADE y que le estuvo pagando casi 5000€ al mes por no hacer nada). Esta mujer, liberal de pega, se ha permitido el lujo de calificar de mantenidos a quienes la crisis ha obligado a acudir a las colas del hambre, y a sus opositores políticos, de fomentarlo para tenerlos dependientes.
No es nuevo: las acusaciones de clientelismo del PER llenaron ríos de tinta, los ERES de Andalucía océanos y cada nuevo escándalo de corrupción ajena valía, sobre todo, para tapar la propia.
Toda innovación, lo acepto, conlleva riesgos y posibles fallos. Creo que es parte de la implicación publica asumirlos. Pero lo que no podemos avalar es una gestión que ha fracasado. La gestión de esos fondos ha sido un desastre. La que parecía una entidad colaboradora (y por eso se le podía encargar tan importante gestión de fondos) ahora parece que era una entidad privada sobre la que la CAM dice que no puede informar.
¿Cómo se justifica entonces que se le entreguen 80 millones a personas –por muy afines al PP que fuesen- sin experiencia en gestionar ayudas públicas para que los gestionaran? ¿Quién responde de los 27 millones de euros de los madrileños que no se han devuelto? Está lejos del récord de los 100 millones desaparecidos en la Ciudad ¡de la Justicia!, pero va camino de la segunda posición.
Esos millones no se han repartido en las colas de Carabanchel ni de Usera. Se han repartido en lujosos despachos donde han desaparecido. Por el buen nombre de la Comunidad, e incluso de sus actuales dirigentes, deben reclamarse esas cantidades a todos los responsables privados que han ido integrando sus consejos de Administración.
Cientos de millones de euros de los nuevos fondos europeos van a ser reivindicados por las comunidades autónomas para liderar su gestión. ¿Entregaría usted su dinero a quien se lo gasta con esa ligereza? Ya no es cosa de “los míos” sino de quien es fiable para confiarle nuestro futuro y el de nuestros hijos. Quienes no están en la nómina de los mantenidos caviar deberían pensarlo a la hora de votar.
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