Opinión · Ecologismo de emergencia
Frente a una España vaciada... ¿una España de vacas?
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Si algo quedó claro en el evento Presura 20 contra el despoblamiento rural de España es que somos muchos los que tenemos raíces en un pueblo pequeño de ese inmenso espacio interior peninsular. No hubo entre los participantes quien no hiciera referencia a ello. También que su abandono secular está hoy en la agenda política, pues hasta el pueblo de El Hueco, en Soria fueron, hace unos días, presidentes, diputados, senadores, alcaldes… Y desde lo más alto –como Pedro Sánchez o Pablo Casado, la oposición- a lo más pequeño, como los representantes de pequeñas iniciativas que están donde no lo hacen las administraciones.
Sin embargo, si algo quedó también claro es que existen visiones muy diferentes de por dónde debe ir el desarrollo rural en este país. Me sorprendió, y no gratamente, que prácticamente sólo hubiera una referencia a la biodiversidad –la de Juan López Uralde, diputado de Unidas Podemos- pese a que es destruida a mansalva en nuestros campos; tampoco hubo mención de agricultura ecológica se pusieron en entredicho subvenciones insostenibles –como vemos quienes encontramos los trigales convertidos en regadíos- , ni al acaparamiento de recursos por grandes agro-industrias (defendidas por el ex presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero) que las considera las “salvadoras” de esa España vacía. No obstante, el “plato fuerte” de la insostenibilidad lo puso, indiscutiblemente Pablo Casado, para quien los pueblos debieran ser “nodos industriales” como el que Inditex ha creado en Arteixo (La Coruña).
Pero empecemos por el principio. Como recordaba el presidente de Presura 20, Jorge Alcalde, esa España vacía o vaciada tiene 12 millones de habitantes de los que rara vez se acuerdan las leyes. La última, la Ley del Cambio Climático, imprescindible, sí, pero bajo cuyo paraguas grandes empresas se están lanzando a ocupar suelo rural sin una planificación que evite que los pueblos se sigan sintiendo los paganos del derroche del mundo urbano.
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Fue reconfortante escuchar decir al alcalde de Soria, Martínez Mínguez, que no se trata de convertir al mundo rural “en la nueva despensa” y que no basta con conectarse digitalmente desde una aldea, sino que hay que cambiar el modelo productivo con medidas a largo plazo, al margen de las urnas. A nivel ambiental, el discurso ya se torció cuando el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, puso de ejemplo de sus políticas la “apuesta por el regadío”, que pretende financiar con unos fondos europeos que deben ir ligados a la sostenibilidad. ¿No ve acaso que en España cada vez llueve menos?, me preguntaba al escucharle.
Después intervino el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que en asuntos ambientales mencionó la necesidad de hacer una transición ecológica “justa, inclusiva e innovadora en las áreas rurales” y mencionó las 130 medidas, dotadas con 10.000 millones, que recientemente se han anunciado para esa España ancestralmente olvidada, pero sin ningún anuncio especial, ni fechas, ni compromisos establecidos. Fue una pena que Sánchez se fuera volando al terminar, sin escuchar lo que vendría después, porque era el turno de los tres representantes de 50 expertos que en el proyecto Rural Proofing han analizado la situación del campo español, del que en 70 años se ha quedado en un escaso 15% de nuestra población total.
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El tema de las energías renovables y sus impactos volvió a salir a relucir en palabras de la ministra Ione Belarra, quien dijo que ella apuesta “por proyectos pequeños y porque las ciudades se corresponsabilicen, promoviendo las placas solares en tejados, y no delegando todo el suministro en el mundo rural”, algo que la realidad le desmiente: Cantabria, Extremadura, Castilla-La Mancha, Aragón… Todas son apuestas por grandes megaproyectos que ya están teniendo contestación en parte de ese mundo rural semi-vacío que lo ve como una invasión de su patrimonio paisajístico y natural.
Si algo quedó claro es que la idea de un pacto de Estado para la repoblación interior no tiene visos de triunfar. Como recordaba López Uralde, “hay posiciones demasiado diferentes como para encontrar un camino común”. Y para ello bastaba escuchar después al líder del PP, Pablo Casado, para comprobar que hay quien vive en otro planeta, si no en otro siglo.
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Casado comenzó con un apoyo sin fisuras a la agricultura y negando que sea “esclavista” –me imagino que se refería a las denuncias de abusos con temporeros inmigrantes, si contratos, malviviendo en chabolas de plásticos que arden, en condiciones infrahumanas, según la propia ONU- y siguió defendiendo que la ganadería “no ensucia, no contamina” –contra todo estudio científico- , que hay que hacer más autovías para ir pueblos (promoviendo el transporte privado), que hay que tener muchos hijos (la natalidad) y argumentando que hay que gastar los fondos europeos en hacer embalses y canalizaciones para llevar el agua del interior a la agricultura intensiva del Levante y al turismo. Así, todo de corrido… en pleno siglo XXI. Es más, escuchar a un político decir que “si creemos que las vacas contaminan, plantemos más árboles” resulta cuando menos patético, dado que el exagerado consumo de carne global es lo que está acabando con los bosques, emponzoñando los acuíferos y, según el IPCC, vertiendo toneladas de metano a la atmósfera.
A continuación, mencionó como una actividad rural “para fijar población en los pueblos” a la caza, junto al turismo de interior y la pesca, y puso énfasis en que no hay que “penalizar” a las grandes granjas porcinas, porque resulta que las desaladoras son muy contaminantes, pero no así los purines. “No hay que demonizar una granja porcina porque haya purines, que no tienen que afectar al medio ambiente, pero sin dejar de crear empleo en ese pueblo”. Y yo me pregunto: ¿cómo evitará que el granjero los vierta ilegalmente sin una penalización? Bien es verdad que muy preparado no llevaba el discurso, porque luego argumentó que no existen tractores y cosechadoras eléctricas, cuando ya se comercializan en varios países, también en España.
Pero todo tenía un por qué. La libertad. Y es que para el líder del PP los políticos “no deben intervenir en la vida de los demás” porque “el progreso es bueno” y la gente tiene “libertad de elección”. Que si come carne en exceso, pues muy bien. Que si gasta mucho diésel, cada cual decide. Que si compramos y derrochando recursos escasos es que eres LIBRE. ¿Mirar al futuro? Qué tontería. Lo que hay que hacer, según se trasluce de sus palabras, es exprimir ahora todo lo que se pueda porque estamos en crisis, pese a que eso deje a las futuras generaciones hipotecadas ambientalmente, por cierto, los mismos jóvenes con los que luego se solidarizaba.
Tras este chorreo de insostenibilidad, las propuestas del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero. No es que su propuesta de promover una agro-industria a gran escala tenga visos de acabar con el vaciamiento rural –más bien promover aún más la pérdida de biodiversidad - pero dejó intuir que por mucho que pongan 5G en aldeas muy pequeñas y alejadas de centros urbanos –la digitalización fue de lo más mencionados-, pocos jóvenes van a irse a vivir allí y menos a trabajar el campo, después de haber crecido en ciudades. Que una cosa es irse a un pueblo cerca de la urbe y otra ponerte a cosechar y vendimiar. Ante ello, planteó un gran reto de país pare recuperar auténtica ruralidad: acoger a población inmigrante en condiciones dignas, personas dispuestas a ganarse la vida en la agricultura” española. “Vamos a necesitar trabajadores y no los tendremos aquí”, dijo.
Da la impresión de que Rodríguez Zapatero ha dado un gran giro desde aquellos años en los que regó el país de fondos europeos, con su Plan E, con resultados más bien pobres. En muchos pueblos pequeños, como el de mis raíces, el Plan E fue un gran cartel y unos columpios. Elena Pisonero, de la Fundación Maragatería, parecía aludir a ello cuando avisaba a los gobernantes presentes que “no tiene sentido regar de fondos [la España vaciada] si no hay allí quien los gestione” y recordaba que hay muchos pueblos sin jóvenes en este país.
El colofón a la jornada lo puso la vicepresidenta Teresa Ribera, quien puso el eco en el envejecimiento de la población rural y en la tremenda masculinización de nuestra España interior. Quizás lo más importante de su intervención fue recordar que el campo español recibirá apoyos económicos europeos para la recuperación pero que están conectados al Pacto Verde Europeo. Y, si se hace caso a los indicadores ambientales, basados en lo que nos dicen los investigadores y economistas, desde luego lo ‘verde’, lo de verdad sostenible, tiene poco que ver con embalses, exceso de vacas y cerdos, autovías y mucho 5G.
De momento, sólo queda esperar que quien gobierne en el futuro este país no sea del siglo XIX, aunque se autocalifique de ‘millenial’.
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