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Opinión · Otras miradas

La ansiedad de un país por el 'suyo beneficio político'

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Mil millones de personas viven actualmente con un trastorno mental. A consecuencia de ello, ven afectada su capacidad de pensar, de sentir y de comportarse. ¿Qué o quién es el responsable? Una combinación peligrosa de factores biológicos, psicológicos y por supuesto, quienes han gobernado.

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Un sistema basado en los beneficios y en proteger los cortijos de unos pocos privilegiados no puede pararse a pensar en cómo está el nivel de bienestar de la mayoría porque eso no entra en el PIB. La felicidad colectiva sigue sin considerarse riqueza aunque sea el primer indicador de buena gestión política. Si la gente de tu país está feliz es que lo estás haciendo bien.

En este país venimos soportando dos crisis económicas muy profundas y muy dañinas. En el 2008 la derecha dejó claro que lo primero eran los bancos, y que el bienestar de las personas podía esperar. Los casos de enfermedades mentales aumentaron proporcionalmente al aumento de la pobreza. Estar triste y estar angustiado es una cosa más de pobres que de ricos, por eso nunca se han bajado a preguntar si lo que estaban haciendo por sus privilegios, nos reportaba abajo algún tipo de bienestar. Que no. Que todo lo contrario. Que a ver si es que pensaron que recortando en servicios sanitarios y educativos íbamos a crecer sanos y fuertes, felices y prósperos.

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Actualmente, los desafíos emocionales y sociales que nos ha dejado el coronavirus nos han terminado de rematar. No hay conversación con compañeros de trabajo o amigos y familiares en la que no salga la misma palabra: ansiedad. La pandemia ha disparado el consumo de medicamentos que adormecen pero la angustia y la preocupación no desaparecen y eso está convirtiendo las mentes de muchísimas personas en un verdadero infierno.

Al final, la vida de las personas es el debate que debe estar en el centro de la política. Es lo que decíamos en Unidas Podemos desde el principio y el bipartidismo giraba la cabeza. Fuimos pioneras proponiendo una ley de Salud Mental en 2019 que no pudo ser tramitada. Volvemos a hacerlo en 2021 y la situación social ya es insostenible.

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Las adicciones, los trastornos, las patologías emocionales nunca se han puesto en la agenda política hasta que nos hemos venido abajo. Es importante que se piense en la cobertura pública del tratamiento en salud mental pero también es importante recordar que son las políticas públicas las que han de generar espacios de salubridad. Y hasta ahora han sido escasos los esfuerzos por garantizar comida, trabajo y techo a todas las personas de este país. Crear salud es ofrecer políticas que propicien la salud mental y permitan a las personas adoptar y mantener estilos de vida saludables. Crear salud es posibilitar que la gente de este país duerma tranquila y pueda permitirse unas vacaciones al año.

La clase privilegiada de este país tiene para pagarse un psicólogo cada semana, mientras la mayoría tiene que empastillarse para pegar ojo. Esa cuestión, que siempre ha pasado desapercibida para la derecha, ahora nos sitúa en uno de los países con más problemas de salud mental de Europa. También y directamente relacionado, somos uno de los países con mayor nivel de pobreza infantil. Y además las mujeres somos grandes afectadas porque soportamos una carga mental desmesurada y una mayor tasa de desempleo y precariedad.

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El impacto de la pobreza en la salud mental es demoledor y los pobres no son solamente quienes no tienen dinero. También es pobreza no poder pagar una actividad recreativa, no tener ropa adecuada para una entrevista de trabajo, la ansiedad de perder el empleo o el insomnio por no encontrarlo. No poder pagarse un psicólogo es pobreza.

Aún hemos de escuchar a la derecha reírse por los problemas de la gente diciendo desde la bancada popular ese “vete al médico”. Con la importancia que tiene ser capaces de relacionarnos de una manera sana con el mundo y con las personas, aquí los Honorables siguen mostrando desprecio y burla hacia los problemas de la mayoría. Se avecina, a consecuencia de su desdén, una sociedad de ansiedad, estrés, tristeza generalizada y poca empatía. Si seguimos creciendo con tantas influencias perjudiciales estamos en serio peligro de destruirnos entre todos.

La derecha sigue bramando que el principal objeto de interés actualmente es si se crea o no deuda pública. Yo creo que el principal problema es el insomnio colectivo. En salud mental más vale el remedio que la enfermedad. Más nos vale un gobierno que piense en cómo no hacer enfermar a los de abajo. Y por favor, que deje de sonar a utopía algo tan sano como querer alcanzar la felicidad.

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