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Opinión · Dominio público

'Compi yoguis' de España, uníos

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Javier López Madrid emprendió su descenso a los infiernos -que nos conste- en 2008, cuando al ser propuesto como consejero de la extinta Caja Madrid, se dedicó a utilizar las tarjetas black sin pudor alguno, porque un tipo como él, hijo y yerno de millonarios hechos a la sombra del franquismo, lo necesitaba para comer y mantener a su familia. López Madrid, ciclotímico, obsesionado con el deporte y la comida desde que su hermano Germán se contagió en una gran cacería en África de una bacteria que lo mató tiempo después con solo 60 años, cuentan conocidos comunes, es el prototipo de la generación compi yogui en España, es decir: hijos e hijas de una elite empresarial amamantada por la teta ponzoñosa de la dictadura y que, lejos de ser conscientes de esos privilegios injustos e injustificables, se abrazan a ellos con fuerza para seguir medrando junto a otros como ellos gracias a una "democracia plena" que no solo no ha puesto en su sitio a sus padres y madres, que alternan grandes empresas con títulos nobiliarios y grandes explotaciones de terreno, sino que se somete a ellos como parte del poder fáctico que conforman; esto es, los que mandan sin haber sido elegidos en las urnas.

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El padre de López Madrid es Germán López y Pérez Castrillón, nacido en As Nogais (Lugo), fundador durante el franquismo de la importadora de Volvo en España y de los extintos supermercados Simago (Simango, en el argot adolescente de entonces por razones fácilmente deducibles) y que falleció en un accidente de tráfico con 77 años. Javier se desvinculó del negocio de su padre en la automoción, que capitaneó su hermano Germán, y se dedicó a las relaciones públicas después de pasar por colegios y universidades privadas, también en Suiza. En el colegio -al que ya iban con chófer- conoció al entonces príncipe Felipe VI y formó parte de su pandilla de mayor confianza desde entonces; dicen que la amistad se rompió cuando trascendieron los mensajes entre el rey, la reina Letizia y López Madrid, donde los dos primeros apoyaban a éste en su periplo judicial de presunta corrupción  que se iniciaba con su implicación en el caso de las tarjetas black y que culminaría con el presunto acoso y amenazas a la doctora Pinto a través de rey de la cloaca, José Manuel Villarejo, pasando por los casos Lezo y Púnica.

Es decir, ellos (hoy rey y reina, jefe de Estado y consorte) apoyaban a López Madrid ("Te escribí cuando salió el artículo de los de las tarjetas en la mierda de LOC y ya sabes lo que pienso Javier. Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui (miss you!!!)", mensaje literal de la reina a López Madrid) frente a un mundo -incluido el judicial- que lo acusaba con indicios más que solventes de temas -como mínimo- muy sucios. Además, Letizia y Felipe consideraban que ese mundo fuera de la órbita de la elite que hoy llamaremos de compi yoguis era una "merde", en palabras de Letizia. Los que queremos justicia somos una merde... Bien. Creo que poco se ha profundizado en este asunto y por eso este miércoles, cuando la Audiencia Nacional ha anunciado que quiere sentar en el banquillo a López Madrid, a su socio Rafael Redondo y a Villarejo por hostigamiento -incluida una puñalada delante de su hijo- a la doctora Elisa Pinto, quería escribir de ello.

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A primera vista, y si López Madrid fuera un ciudadano más en esta España nuestra, una podría imaginarlo ya en la cárcel de Soto del Real (Madrid) por unos cuantos años, charlando y paseando por el patio con su amigo Francisco Granados, exconsejero de Presidencia e Interior de Esperanza Aguirre y destacado batracio de la presidenta. El problema es que Javier López Madrid no es un ciudadano cualquiera y guarda más secretos sobre el jefe de Estado y su mujer que euros gastó con la tarjeta black de Caja Madrid (más de 30.000) Los reyes, tras la publicación de los mensajes por El Diario.es, escenificaron públicamente la ruptura con su amigo y compañero de Letizia de clases de yoga; o eso nos dijeron sus portavoces, porque lo que nos exige siempre la monarquía son ejercicios de fe en sus actividades, honestidad, honradez y ejemplaridad. Sin gran éxito, a tenor de la historia interminable de la corrupción del rey emérito. Pero vamos tragando.

López Madrid es hijo de Germán López y Pérez Castrillón y, además, es yerno de Juan Miguel Villar-Mir, integrante del Movimiento Nacional, el Movimiento; exministro de Arias Salgado y hoy presidente de honor de OHL tras haber cedido a sus casi 90 años la presidencia a su hijo Juan, cuñado por tanto de López Madrid. El expolítico de Franco y la Transición y empresario del Ibex 35 es marqués desde 2011 por la gracia de Juan Carlos I y está implicado como ilustre corruptor en casi todas las causas donde hay mordidas y chanchullos en b del PP, entiendo que para no desentonar con quien le otorgó el marquesado.

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Algunas malas lenguas que la integran dicen que, por el momento, la elite de compi yoguis de España ha dado media espalda a López Madrid - al que su familia política envió un tiempecito a Londres, como la suya a Iñaki Urdangarin-, aunque por respeto a su mujer Silvia Villar-Mir, no es demasiado explícita y López Madrid sigue asistiendo a algunos fastos de este círculo, ahora atemperados con la pandemia. También dicen que es una familia de profundas convicciones católicas (esto nunca falla: está mal visto robar sin fe) y creen que esto quedará en nada, por mala pinta que tenga para la merde que denunciamos la trayectoria de este hombre, a la que no le falta de nada. Cuando todo acabe, explican esas malas lenguas (por habladoras), los hermanos de Silvia, Juan y Álvaro, perdonarán a Javier y los compi yoguis de España volverán a hacer piña con él. Siempre pasa; lo demás, caquita.

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