Opinión · Otras miradas
Comprad una zamioculca
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Las tiendas de plantas están de moda, son las nuevas tiendas de cigarrillos electrónicos o de yogures helados, en muchos casos, literalmente.
Pensé que el consejo “no compres, adopta” para los animales funcionaria también para los vegetales, pero los jardineros del parque del Retiro no opinaban lo mismo que yo sobre la política de adopción de plantas, así que caí en la tentación y me compré algunas plantas, aunque me duran menos que Toni Cantó en un partido.
Este verano, por primera vez, no se me han muerto las plantas.
Antes de irme de vacaciones, he previsto un sistema de riego casero con unas botellas grandes de refresco que busque en un tutorial en internet (si te gustó el contenido, dale like y suscríbete) y aun así, como no me fiaba de mi pericia haciendo manualidades, he pedido a amigos, familiares y conocidos que se pasen por casa para regarlas cada pocos días.
A la vuelta de vacaciones ahí seguían las plantas, vivas.
De los políticos que voto, y especialmente de los que no voto, lo mínimo que espero es que nos traten como yo trato a mis plantas, que procuren que no se les mueran cuando están a su cargo.
Si no saben, o no quieren hacer su trabajo que por lo menos se informen rodeándose de expertos, y que les hagan caso; lo de rodearse de familiares y amigos que les echen una mano como a mí creo que no hace falta recordárselo.
Se habla mucho del, cada vez mayor, desapego de la sociedad hacia los políticos, pero creo que el desapego a la inversa, el de los políticos hacia las personas, es brutal y más en momentos como estos, en los que nos estamos jugamos la vida.
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En esta pandemia se ha priorizado, en muchos casos, la economía y lo que es aún más grave, la mamandurria, sobre las personas.
Seguimos viendo imágenes terribles de desahucios de familias con niños incluso cuando a raíz del estado de alarma el Gobierno decretó una moratoria de los desahucios hasta este mismo mes de agosto.
Se siguen sin investigar las más de 20.000 muertes en las residencias de ancianos, solos, sin posibilidad de ser atendidos en un hospital.
Menos mal que aún quedan algunos periodistas valientes como Manuel Rico, director de investigación de Infolibre; el título de su libro sobre este terrible tema lo dice todo: ¡Vergüenza! El escándalo de las residencias. Los fondos y sus trampas fiscales. El poder de la Iglesia. La Administración ausente.
Es un libro de no ficción, lo digo porque todo lo que cuenta es tan sorprendente que parece ciencia ficción, aunque en este caso la realidad la supera con creces.
Pensábamos que era un tópico de los powerpoints de las charlas de autoayuda y de motivación para emprendedores aquello de que en chino la palabra crisis significa oportunidad porque el ideograma que usan para “crisis” se construye usando “peligro” y “oportunidad”.
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Pero los chinos se quedaron cortos, donde miles de personas lo han perdido todo, incluso la vida, unos pocos han ganado millones.
La desigualdad en España ya no es una grieta, es una brecha gigantesca. Más de 5 millones de personas en nuestro país ya viven en una situación de pobreza severa, casi un millón más que antes de esta crisis. En paralelo, los multimillonarios españoles aumentaron su riqueza en casi 30.000 millones de euros.
Después de esta pandemia se decía que íbamos a acabar siendo mejores y lo único que han mejorado han sido las cuentas corrientes de una minoría a expensas de la desgracia de una gran mayoría.
26 personas ya poseen más riqueza que la mitad de la humanidad.
Pero mejor, que lo diga alguien con autoridad y no sospechosos de ser un sectario, por ejemplo, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres:
"La COVID-19 se ha asemejado a una radiografía que revela fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido. Está exponiendo falacias y falsedades por todas partes. La mentira de que los mercados libres pueden proporcionar asistencia sanitaria para todos. La ficción de que el trabajo del cuidado no remunerado no es trabajo. La ilusión de que vivimos en un mundo post-racista. El mito de que todos estamos en el mismo barco. Porque mientras que todos estamos flotando en el mismo mar, está claro que algunos están en súper yates mientras que otros se agarran a los escombros a la deriva".
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Parafraseando el famoso dicho del filósofo griego Diógenes: “Cuanto más conozco a la gente más quiero a mis plantas”.
Políticos, acercaos a la floristería de vuestro barrio y comprad una zamioculca, también llamada planta del armario. Sobrevive en sitios con poca luz, no necesita apenas riego, puede estar semanas enteras sin apenas agua, es muy fuerte, aguanta mucho el calor y además purifica el aire.
Espero que, por lo menos, ella os sobreviva.
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