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Opinión · Otras miradas

Colón, el esclavista

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La defensa de la hispanidad está de moda. Estas últimas semanas personajes como Isabel Díaz Ayuso, Pablo Casado, José María Aznar y Toni Cantó han salido en defensa del legado de España en América, apelando a la supuesta liberación y civilización que implicó la conquista para el mundo indígena. Incluso una ONG que se define a sí misma como antirracista alertó en un informe de reciente publicación sobre la “hispanofobia” e “intolerancia racial a la inversa” ejercida por “las autodenominadas comunidades racializadas”.

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Esta defensa se suele apoyar en una misma teoría: la supuesta existencia de una “leyenda negra española” impulsada en el siglo XVI por Holanda e Inglaterra contra el Imperio español, debido a la rivalidad militar y comercial que existía entre estos países. Mediante esta leyenda se habrían exagerado las atrocidades cometidas durante la conquista de América con el fin de demonizar a España y así contrarrestar su poder e influencia.

El libro de cabecera de los defensores de la hispanidad, Imperiofobia y leyenda negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español, de María Elvira Roca Barea, utiliza tantas referencias inexactas, tergiversadas o directamente inexistentes que hasta se han escrito artículos para desmontarlo.

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Pero eso no importa. Tampoco los hechos narrados y documentados sobre el genocidio, las torturas, violaciones y esclavitud que la conquista de América supuso para millones de personas indígenas y africanas.

Lo único que importa es repetir -unos por mero interés ideológico y político, otros por la herida narcisista de su fragilidad blanca-, ese relato aprendido que habla de libertad y progreso.

Celebrar qué

La verdadera realidad del opresor solo se puede ver desde el oprimido, nos dice Galeano, quien recuerda en su libro Las venas abiertas de América Latina que Colón dirigió en persona la campaña militar contra los indígenas de la Dominicana, que terminó con más de 500 indios enviados a España y vendidos como esclavos en Sevilla, donde murieron en condiciones de miseria.

José Antonio Piqueras, en La esclavitud en las Españas, un lazo trasatlántico, señala que al volver de su primer viaje a América, Colón no encontró nada mejor que regalarle a la reina Isabel unos indígenas que llevaba consigo, y que en 1493, en el marco de la captura de indígenas que se llevaba a cabo en el Caribe y Cuba para enviar a España (a los que “herraban en el rostro y el muslo con la marca del rey”), Colón ofreció suministrar la cantidad de indígenas que fuesen demandados y pudiesen ser vendidos en el Imperio español.

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Los indígenas también fueron esclavizados dentro de América para trabajar en las minas, los puertos, los campos y las haciendas, y las mujeres, además, utilizadas para satisfacer sexualmente a los españoles, quienes las sometían a todo tipo de violaciones y vejaciones.

Hubo esclavitud de indígenas desde 1492 hasta 1542, cuando fue prohibida. Para entonces, otros seres humanos, traídos de África, ya llevaban décadas siendo sometidos al mismo régimen de esclavitud, cuestión que se prologó por cuatro siglos.

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Se calcula que durante ese tiempo fueron esclavizadas entre 12 y 30 millones de personas africanas. Y que más de 50 millones de indígenas murieron en los cien años posteriores a la conquista.

Los monumentos a Colón, el esclavista, y los de todos los otros ilustres esclavistas cuyos nombres relucen también en calles, plazas y estaciones de metro de España, más la celebración del 12 de octubre como fiesta nacional, no hacen más que recordar la masacre, el exterminio y la barbarie que impuso el Imperio español en América.

Un régimen de terror que produjo el enriquecimiento de España y Europa, y cuyas devastadoras consecuencias tanto en América como en África siguen presentes hoy en día.

Ni libertad ni progreso. Genocidio, despojo y esclavitud.

Un año más, nada que celebrar.

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