Opinión · Otras miradas
La pelea de María de Maeztu por unos baños
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Ninguno de ellos pudo imaginarse nunca quién sería María de Maeztu Whitney. Quizá por eso se permitieron hacer el ridículo en el Pleno Municipal. Mayo de 1909, Bilbao. La profesora de la Escuela de Párvulos de las Cortes solicitaba permiso al Ayuntamiento para instalar unos baños en el centro. No era una petición cualquiera. La mujer a la que se considera la primera pedagoga del Estado español daba clase entonces en un barrio muy particular. Lo que hoy se llamaba Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala ha sido tradicionalmente una zona de miserias y picaresca, que se ha construido en torno a dos grandes industrias: la prostitución y la mina.
En la escuela, en mayo de aquel año, estaban matriculadas 339 criaturas y, regularmente, se hacían revisiones para conocer el estado de salud del alumnado. Aquel mes fueron dados de baja del centro cuatro: dos de ellos tenían algún problema en la piel y los otros, algo relacionado con la vista o el oído. En la Memoria Municipal del Ayuntamiento no dicen nada sobre los hábitos de higiene del alumnado, pero no debían ir muy limpios al colegio porque Maeztu se tuvo que pelear con la corporación municipal para conseguir que les pusieran un baño. Ellos, claro, no tenían ni idea entonces de quién sería María de Maeztu Whitney.
Nació en Vitoria-Gasteiz el 18 de julio de 1881 en un entorno familiar privilegiado. En lo económico les fue regular y, por eso, su padre volvió a Cuba –país de origen de su familia– para tratar de saldar las deudas que habían adquirido. Murió allí y su mujer, Juana Whitney Dové, de origen inglés, tuvo que hacerse cargo en solitario de su familia. El matrimonio había tenido tres hijos y dos hijas: Ramiro, Gustavo, Miguel, María y Ángela. La nieta de esta última, María Josefa Lastagaray Rosales, dedicó su tesis a conocer en profundidad las particularidades de su familia: Los Maeztu, una familia de artistas e intelectuales.
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Whitney decidió, al quedarse viuda, que estarían mejor en Bilbao. Al llegar a la ciudad, abrió una academia. Juana daba clases de inglés y su hija Ángela, de francés. En El noticiero bilbaíno se anunciaban así: "Academia anglo francesa. Educación completa de señoritas, lecciones particulares. Pídanse reglamentos". El anuncio pudo verlo el socialista Indalecio Prieto, que llevó a sus dos hijas a aquella Academia. En sus memorias, De mi vida. Recuerdos, estampas, siluetas, sombras, aseguró que Ángela era "la más inteligente, la más abnegada, la más modesta de los cinco hermanos, la única entre ellos refractaria al exhibicionismo". Mientras su madre y su hermana gestionaban el centro, que consiguió rápidamente gran fama, María estudiaba Magisterio. Al acabar la carrera, consiguió su primera plaza en Santander. Estuvo unos meses trabajando en la capital cántabra, pero pronto pidió el traslado a Bilbao.
Es fácil caer en el anacronismos al tratar de etiquetar a María de Maeztu, pero hay evidencias suficientes para asegurar que creía en el poder transformador de la educación. En María de Maeztu: una antología de textos, la pedagoga analizaba las deficiencias de los centros y se mostraba crítica con la falta de vinculación del profesorado con los territorios: "Nombrados los maestros por el sistema de oposiciones, son distribuidos al azar, según el número de su promoción, como los demás funcionarios públicos, los jueces, los militares, por ejemplo, sin que la mayor parte de las veces tengan el menor punto de contacto sentimental con el pueblo en el que van a realizar sus tareas”. Ella, desde luego, tuvo contacto sentimental con el barrio y, quizá por eso, peleó tanto aquellos baños.
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Parece que todo le parecía poco a Maeztu. Estudió Filosofía y viajó leyendo conferencias por gran parte del Estado español. Su gran proyecto fue la Residencia de Señoritas, un proyecto vinculado a la aprobación durante el Gobierno republicano de dos decretos que permitieron el acceso de las mujeres a la Universidad en igualdad de condiciones. Las aportaciones de Maeztu a la Residencia de Señoritas o su vinculación en la creación, también en Madrid, del Lyceum Club Femenino están de sobra documentados. Pero antes de que Maeztu se embarcara en aquellas aventuras, tuvo que pelearse para conseguir que la escuela de Párvulos de las Cortes tuviera baños.
En la sesión que se celebró en el Ayuntamiento. El socialista Felipe Carretero estaba de acuerdo y propuso que el agua fuera gratis. Alfredo Acebal, carlista, no estaba por la labor. Temía que la escuela municipal se convirtiera en un ¡cuarto de baño! Mariano de la Torre, segundo teniente alcalde, creía que aquello era un lujo al que, debe ser, no tenían derecho las criaturas del barrio. La prensa recoge que un tal Eizeguezebal, abogado, declaró no haberse bañado nunca. Aquello causó un gran revuelo entre los ediles: ¡cómo es eso posible! Ese mismo jurista se negó en aquella sesión a que el Ayuntamiento celebrase un acto de homenaje a El Quijote alegando que se trataba de un "librejo insustancial".
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Aquel 14 de agosto no pudieron ponerse de acuerdo y la propuesta quedó sobre la mesa. Según se recoge en el acta, Maeztu quería hacer algún comentario. Debió hacerlo porque, a pesar de las dificultades, el 21 de mayo se firmó el acuerdo. En los documentos oficiales no hay ninguna alusión al comentario sobre la gran obra de Cervantes.
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