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Opinión · Otras miradas

De 'boomers' o viejas y el futuro

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La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (izq), la vicepresidenta del Gobierno valenciano, Mónica Oltra (c) , la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (dcha) ,la líder de Más Madrid, Mónica García (2º dcha) , y la portavoz del MDyC en Ceuta, Fátima Hamed (izq) durante el acto "Otras Políticas" que han protagonizado en el Teatro Olympia de Valencia. EFE/Ana Escoba

Al menos no somos viejas, solo boomers. La chavalería ha encontrado una palabra nueva, quizá ¿menos ofensiva? Y, se llame como se llame, tiene sentido y es casi de justicia:  para nosotras las de 40 para arriba también eran muy mayores, otra dimensión, otra liga.

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Pasado el tiempo, en el nuevo marco mental, cuando es a nosotras a las que nos toca asumir madurez, el asunto ya no es solo cómo nos miran ellos;  lo más peliagudo es cómo nos miran ellas y cómo nos miramos nosotras mismas.

No puedo quitarme de la cabeza la reciente mirada despectiva de una veinteañera espigada, tersa y bonita. Yo estaba en un escenario sin vestir para la ocasión. Ella estaba entre un público progre, censurando sin pudor.

Sus ojos me dolieron, tal vez sobre todo porque me reconocí en ellos. De momento, todavía hoy, no puedo dejar de ver  lo que veo cuando miro a una mujer madura;  eso mismo que no me salta a la vista cuando miro a un hombre de la misma edad. Mi inconsciente indulgencia con los años, si son masculinos, se evapora cuando es una mujer lo que miro. En ellos no veo tanto lo que cuelga, lo arrugado, el pelo perdido. En ellas es lo primero que me asalta, en mi cuerpo es lo primero que miro.

Y así me doy cuenta de que el horror no es que lo vean ellos, el horror es que yo no pueda dejar de verlo. Si pudiera extirparme estos ojos y ponerme otros, si pudiera arrancárselos a la veinteañera. ¿Cómo salir de este círculo vicioso? Seguramente la solución no sea la ceguera.

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Y vuelvo a acordarme de mi adorada Vivian Gornick y de su foco en la distancia abismal que existe entre la teoría feminista y su práctica, como entre todas las teorías y las praxis de lo que sea. Y caigo en ese abismo y vuelvo a encontrarme, como en la adolescencia, en aquel agujero, tratando de escalar hacia la salida, intentando volver a ver el cielo como algo alcanzable y no solo como el techo lejano del agujero profundo que me cayó en suerte, anhelando sentir que hay esperanza y un futuro mejor, aunque solo sea hasta que vuelva a pendular el puto péndulo.

En estas me pilla, recuperándome de la mirada torva de ayer, la imagen de las lideresas que empiezan a amasar un proyecto de país nuevo y se me saltan las lágrimas de alegría. Me vuelve la misma emoción de la primera huelga feminista, de aquella movilización enorme de 2018, que nos hizo sentir que éramos tantas y tan unidas que todo era posible. Me envuelve la idea de que somos muchas las que no queremos el lugar para hacer lo mismo que ellos. Me llega la epifanía que me susurra que con otra educación, con tiempo y con cuidado las cabezas del futuro, el statu quo pueden ser distintos y que ya son much@s l@s que están en ello.

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Esta foto ya es una meta alcanzada. A estas boomers no les veo las patas de gallo, ni la edad que sea. Lo que intentan y lo que ya han hecho nos obliga a mirarlas distinto. Esta instantánea ya ha cambiado la historia. La ilusión que genera es maná para la España de izquierdas  tan hambrienta de nuevas esperanzas factibles. Que el péndulo no nos haga olvidar ni lo mucho conquistado, ni lo que queda. Ojalá esta sororidad, esta hermandad, esta savia inédita se traduzca en una nueva opción política que la haga de otra manera.

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