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Opinión · Dominio público

Ganar a Ayuso Superstar

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Hay izquierdas que pululan como pollos sin cabeza. Eduardo Bayón apuntó el otro día una clave muy atinada, acompañando aquel vídeo de Isabel Díaz Ayuso siendo aclamada por el público de un concierto de Dani Martín que tenía lugar en Madrid: “Quien quiera ganar a Ayuso deberá empezar por asumir que se enfrenta a un icono pop”. Al menos en Madrid, pero en el Congreso de Andalucía los asistentes también se deshacían ante la presidenta madrileña. Es bien sabido que en elecciones futuras no podrá utilizarse el comodín de la fatiga pandémica, y que sin fatiga pandémica la libertad pierde algunos ganchos. Pero el icono pop derechista sobrevivirá al mundo pospandémico.

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— Eduardo Bayón (@edubayon_) November 27, 2021

Ayuso replica, con métodos algo distintos y con un poco más de ambición, la hoja de ruta de la condesa consorte Esperanza Aguirre. Suscita temores y adulaciones a partes iguales en el seno de su partido. Y arrastra consigo un importante voto de Vox dispuesto a otorgarle a ella su confianza. En Madrid seguirá siendo complicado ganar, porque nadie puede reconvertir la joya de la corona del Partido Popular en pocas semanas. Pero hay quien ya empieza a elevar sus temores a nivel nacional.

¿Bastará con responder agitadamente a todas sus ayusadas? ¿Será suficiente con darle más y más difusión, retwitteando en masa el último disparate que haya dicho con tal de distraer de algún temita más gordo? ¿Podrán sus escándalos, que poco le importan y casi igual le dan, ser la clave que destartale la Comunidad de Madrid? No lo fueron algunos mucho peores. Y así, entre vídeo viral y vídeo viral, crece la sombra de una mujer catapultada después de lo que fueron en su día los peores resultados del Partido Popular de Madrid en su historia.

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Quizá lo primero que habría que hacer, para enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso, sería tener ánimos en la izquierda que incitaran un poco menos al escándalo y revuelo. También estaría bien, aunque no sea suficiente, no pensar que todos los votantes de Ayuso son o bien unos gilipollas o bien unos hijos de puta, o creer que, por asuntos demográficos, algún día se extinguirán mágicamente “todos los viejos que votan al Partido Popular”. Porque su gran éxito fue también la conquista del voto joven. Y de su omnipresencia no son sólo los medios, sino la izquierda quien guarda parte de responsabilidad.

Quizá estaría bien, para cambiar el curso de las cosas, bajar el volumen de la épica y no enfrentarse a la Libertad en campañas imposibles, o convertir todo, incluso lo cotidiano, en cantares de gesta grandilocuentes. Pensar que a Ayuso, como a la extrema derecha, sólo puede uno derrotarla si pone en evidencia, sin aspavientos, sus carencias y su vacío. Y que no habrá victoria que no pase por la exposición de un proyecto alternativo, concreto, que dé respuesta a todo lo que Ayuso ha sido incapaz.

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Lo más fácil hoy para la izquierda es instalarse en el repliegue identitario de la resistencia, en la voz triste y dicharachera de los perdedores, quienes se conforman con existir y seguir existiendo siempre y cuando no ganen nunca. Lo más fácil es también instalarse en un relato en el cual todas las derrotas son culpa de motivos ajenos a la voluntad propia, inasumibles, capaces de arrasar con todo, pero las victorias se deben exclusivamente a la obra y gracia de sus vencedores. Decir que no hay nada que hacer ante la ayusomanía: que ya llegarán tiempos mejores.

Yo no tengo todas las claves para ganar a Ayuso Superstar, por suerte o por desgracia. Pero sí que conservo una idea suficiente para motivar todas las demás reflexiones: la idea de que ganar es posible y de que no estamos eternamente condenados a la derrota. Convendría grabarse a fuego esa idea, no vaya a ser; hay a quien motiva más la perspectiva de perder para luego poder contarlo que la idea de salir victorioso y no saber qué hacer después. Para empezar a ganar a Ayuso Superstar basta con creérselo; no es fácil, pero los caminos se hacen caminando.

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Ya hay futurólogos que piensan en la defenestración de Casado en 2023 y en el auge de un ayusismo capaz de arrasar electoralmente, con resultados parecidos a los de Felipe González cuando provocaba terremotos. Los futurólogos son futurólogos, pero a algunos les sirven como profetas del apocalipsis: como la gente en España es tonta y facha, habrá que tirar la pelota, quejarse mucho y no pelear, resignarse, sólo hablar para los suyos, convencerse de lo peor.

El gran problema de este análisis es que España no es tan facha ni tan tonta. Y tampoco lo habrán sido muchos que en su momento votaron a Ayuso. Lo que hay que querer es convencerlos, con la conciencia de que se tiene un proyecto mejor: un proyecto que no mienta, que no destroce la sanidad pública, que no practica una política de la muerte. Un proyecto que es consciente de que no hace ninguna de estas cosas y que, a pesar de ello, aspira a definirse en positivo. Menos preocuparse por lo maligno que es el enemigo, menos futurología y predicciones catastrofistas; más inquietud por construir desde dentro un proyecto propio que aspire de verdad a las victorias. A ver si entonces, con un poco de suerte, las próximas elecciones no pillan a nadie con el pie cambiado. Porque el problema de las anteriores, y ojalá que en estas no se replique, es que hubo quien ni siquiera quería ganar. Y presentarse a unas elecciones sin querer ganarlas es estar muerto antes de que llegue la derrota anunciada.

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