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El despropósito de las sanciones a Rusia en materia de semiconductores
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Una de las sanciones que EEUU pretende imponer a Rusia tras el estallido de la guerra en Ucrania es el acceso a los semiconductores. Este movimiento evidencia, una vez más, la evolución que han tenido los conflictos bélicos en este siglo, encaminándose más hacia la tecnología, ya sea con una deriva de ciberataques –como hemos visto semanas atrás- o buscando cortar suministros.
La industria de los semiconductores vive una crisis de desabastecimiento desde 2020 que ha puesto en jaque a los mismos EEUU, que están destinando miles de millones de dólares a recuperar la soberanía tecnológica, entregada décadas atrás a Asia por una cuestión de abaratamiento de costes.
Si a esos problemas en las cadenas de suministro se añaden las sanciones cortando el suministro de semiconductores, sobre el papel no sólo Moscú podría pasarlo mal desde la óptica industrial y de defensa nacional sino que, sacada del mercado Rusia, habría más semiconductores para repartir. Sin embargo, como veremos más adelante, esto no es del todo así.
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Para poder llevar a término esta sanción, la Administración Biden podría presionar a las empresas estadounidenses que tienen fondos rusos o a directivos rusos en sus consejos de administración. Otra de las medidas sería amenazar con sacar de las Bolsas americanas a las empresas rusas o, directamente, prohibir exportaciones no sólo de hardware, sino también de software, como el sistema operativo Android.
¿Cuáles son las empresas con las que podrían jugar EEUU la Unión Europea para sancionar a Rusia? En el primer caso, Nvidia, Intel, AMD y GlobalFoundries, mientras que en Europa se encuentran Infineon y STMicro. Podrían unirse también TSMC (Taiwán) y Samsung (Corea del Sur), es decir, dos de los principales fabricantes del mundo y que podría terminar por desequilibrar la balanza.
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¿Es realista este tipo de sanciones? Tan realista como temerario, porque algunas de las materias primas con que las empresas arriba mencionadas fabrican sus procesadores proceden de Rusia, como es el caso del paladio, del que suministra el 45% mundial y se emplea en chips, memorias y sensores, así como el escandio, una tierra rara también empleada en los procesadores. La respuesta desde el Kremlin, como es de esperar, será el ojo por ojo, diente por diente.
Se suma otra complejidad añadida deriva de esta guerra y que afecta de pleno a la industria de los semiconductores: Ucrania es uno de los principales suministradores de gases C4F6, neón, argón, criptón y xenón que se utilizan en la producción de semiconductores. Sólo de gas neón, Ucrania suministra el 70% de la capacidad mundial, por lo que si se ve afectado ese sector o, directamente, pasa a ser controlado por Rusia, buena parte de los fabricantes sufrirán desabastecimiento y tendrán que alterar sus cadenas de suministro. En el caso de EEUU, la situación es aún peor según los datos que maneja la empresa de estudios de mercado Techcet, que sostiene que el 90% del neón que utilizan las empresas estadounidenses para fabricar semiconductores procede de Ucrania y el 35% del paladio, de Rusia.
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Lo que ya parece inevitable es un aumento del coste de la producción de obleas para semiconductores. De hecho, cuando en 2014 se produjeron los enfrentamientos que desembocaron en la guerra que hasta ahora se ha librado en la región este de Ucrania, el precio del neón se disparó un 600%.
Este tipo de gases se están utilizando en los procesos de producción de última generación a escala de 5 y 7 nanómetros, especialmente en los que utilizan litografía ultravioleta extrema. TSMC y Samsung son las compañías con tecnología más puntera en este ámbito, ya en producción. Otras como Intel, andan todavía peleándose para poder sacarla al mercado. Además, esta tecnología también es utilizada por fabricantes de memoria NAND Flash, sumándose a la lista de fabricantes damnificados Marvel.
Como efecto adverso de este tipo de sanciones de cara a EEUU, además, aparece una todavía mayor confraternización de Rusia con China, toda vez que Moscú habría de mirar a Pekín para suplir sus carencias tecnológicas.
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