Opinión · Otras miradas
El cine que enfurece a los musulmanes ortodoxos
Miembro del Grupo de Pensamiento Laico
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Varios países pertenecientes al mundo araboislámico como Egipto e Irán conocieron el cine poco después de su aparición con los hermanos Lumière en Francia en 1895. Años después, otros países de Oriente medio y Norte de África, como Siria, Líbano, Iraq, Túnez, Marruecos, etc. mostraron su interés por este arte construyendo cines y proyectando películas, importadas primero y de producción propia después. La industria cinematográfica egipcia desde las primeras décadas del siglo XX ha sido próspera, especialmente por la cantidad de películas que produce anualmente, que es comparable con España. Los actores y actrices egipcios son conocidos para el público árabe porque sus filmes se proyectan en todo el mundo árabe. En la mayoría de los países anteriormente mencionados se organizan anualmente festivales para dar a conocer las películas más recientes. Muchas han sido prohibidas por la censura temporalmente o de forma definitiva por razones religiosas o morales.
El público suele recibir estas proyecciones con interés, pero frecuentemente surgen polémicas por los contenidos de las mismas, especialmente si tratan temas políticos, y más aún si plantean asuntos relacionados con la religión o la moral pública.
En 1976 el director sirio Mustapha Akka estrenó la película al-Risala (El Mensaje), financiada por Libia, Kuwait y Marruecos, que trata los primeros tiempos del islam. Ni el personaje del Profeta ni los cuatro califas ortodoxos que le sucedieron aparecen en ella. Su presencia se reduce a las referencias que los demás personajes hacen de ellos. El protagonista es Hamza, el tío del Profeta, encarnado, en la versión árabe, por el actor egipcio Abdullah Qayth y por Anthony Quinn en la versión inglesa. Antes de su estreno, El Mensaje, fue tema de controversia por el rechazo que demostraron tanto las autoridades políticas y religiosas como las propias sociedades árabes y musulmanas en representar figuras “sagradas” de la historia del islam en el cine o el teatro. Arabia Saudí, por ejemplo, no permitió su proyección en sus cines hasta 2018. La Liga del Mundo Islámico, radicada en Meca, expresó entonces su malestar por la película y propuso cambios radicales en su desarrollo, como la sustitución de la banda sonora por la lectura de versículos del Corán. Al no conseguir sus objetivos, presionó a Kuwait y a Marruecos para que retiraran su apoyo al filme y no permitieran que se rodara en el territorio marroquí; de hecho, al final se rodó en el desierto de Libia. Al-Azhar, máxima autoridad religiosa de Egipto, condenó a su vez la película y la prohibió por estar en desacuerdo con la aparición de destacados personajes del entorno del Profeta en una obra de arte. En el estreno de la versión inglesa en la sede de la organización B’naiB’rithen en Washington, un grupo de extremistas musulmanes amenazó con volar el edificio si no se anulaba el acto porque se había extendido el rumor de que Quinn representaba en la película el personaje del Profeta.
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Otra película exitosa que provocó una gran polémica es Mahoma, mensajero de Dios del director iraní Majid Majidi de 2015. Trata la figura del Profeta durante su infancia y juventud. Majidi en sus declaraciones pretendía mejorar la imagen del islam en el mundo y disociarlo de fenómenos como la violencia y el terrorismo. El Profeta en este caso sí aparece en la película, aunque sin rasgos claros de su rostro. Después de su estreno, el muftí de Arabia Saudí Abdelaziz Al al-Shayj atacó la película y la acusó de dar una pésima percepción de esta fe. Las autoridades saudíes consideraron el filme como una propaganda para el zoroastrismo que menoscababa la verdadera historia del fundador del islam. Al-Azhar también criticó la película y prohibió su proyección en Egipto y en el resto del mundo árabe.
Otro tema que provoca malestar y controversia es todo aquello que tiene que ver con la “moral pública”: homosexualidad, desnudo de actores y actrices, consumo de alcohol, fundamentalismo islámico, drogas, etc. La película El edificio Yacobián de 2006, dirigida por Marwan Hamed y basada en la novela del mismo título del escritor egipcio Alaa al-Aswani fue considerada un escándalo en su estreno por las explícitas relaciones homosexuales del protagonista. La prensa conservadora de Egipto y de otros países árabes criticó la película por tratar temas tabúes e incluir escenas de contenido sexual. Incluso varios actores conocidos rechazaron hacer el papel del homosexual, hasta que fue admitido por Jalid al-Sawi.
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Las escenas de desnudo en el cine indignan por igual tanto a los sectores sociales conservadores como a las autoridades religiosas del mundo araboislámico. La involución que han experimentado estas sociedades en las últimas décadas las ha hecho más cerradas, más exigentes con respecto a los valores de la religión y menos abiertas. Una palabra malsonante o una actriz semidesnuda o desnuda se convierte en un auténtico escándalo. Quien vea las películas árabes de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo se dará cuenta de la diferencia con respecto a la actualidad. En aquellos años, las actrices de forma habitual llevaban ropa ligera, minifaldas y escotes sin provocar ninguna disputa. Sobran ejemplos, como la película egipcia Una Mujer en el camino, dirigida por el Izz al-Din Dulfiqar en 1958, protagonizada por Huda Sultán y Farid Shawqi. En OZuqaq al-Midaqq, filme basado en la novela del premio Nobel NaqibMahfuz, dirigido por Hasan al-Imam en 1963, la famosa cantante egipcia Shadia representa el papel de Hamida y aparece en situaciones que pueden ser consideradas hoy como provocativas. Lo mismo se puede decir de Mi padre está encima del árbol, novela del escritor egipcio Ihsan Abd al-Quddus, llevada al cine por el director Husayn Kamil en 1969 y protagonizada por Nadia Lutfi y el conocido cantante Abd al-Halim Hafiz. Más escandalosa sería para la actualidad Hammam al-Malatili, dirigida por Salah Abu Sayf en 1973, con Shams al-Barudi y YusufShaban como protagonistas. La película aborda temas tan conflictivos como la homosexualidad, la prostitución o las relaciones extramatrimoniales.
La danza del vientre acompañaba a decenas de películas y programas de televisión donde las bailarinas aparecían semidesnudas y actuando de manera sensual. Nadie entonces se escandalizaba, se ofendía o se sentía incómodo.
En 2015 el cineasta marroquí Nabil Ayouch estrenó su película El Zayn illifik o Much Loved, que habla de la prostitución en Marruecos. Fue protagonizada por cuatro actrices, entre ellas Loubna Abidar, que fue agredida en Casablanca por su papel en el filme, el cual había sido prohibido por el Gobierno islamista de Benkirne. El principal partido opositor, el conservador Istiqlal, reclamó en el Parlamento su censura, y en las redes sociales muchos pidieron la muerte del director y la actriz protagonista.
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El pasado mes de enero, la plataforma Netflix proyectó la película árabe Perfectos desconocidos en el Líbano, que es la versión árabe del filme italiano Perfect Strangers. Su proyección produjo una gran controversia entre las autoridades religiosas de más de un país, y asimismo en la prensa árabe por incluir referencias a la homosexualidad y al adulterio. La película fue realizada en colaboración con productores egipcios, emiratíes y libaneses. Varias denuncias fueron presentadas por abogados en Egipto, Kuwait y otros países exigiendo que la plataforma Netflix fuera prohibida en sus países o que la presentación de esta película fuera bloqueada. De nuevo la institución religiosa al-Azhar ha querido demostrar su postura afirmando en una declaración que la homosexualidad es una abominación y una depravación moral y que su normalización es un crimen que corrompe la identidad de la sociedad musulmana. Por otro lado, los defensores de la película criticaron a aquellos falsos “guardianes de la moral” que se opusieron a la proyección de la misma, alegando que el filme muestra hechos que existen tanto en países árabes como en otras partes del mundo.
Otra polémica ha surgido recientemente en el mundo árabe después de la presentación de la película de suspense El Salón de Huda, coproducida internacionalmente, escrita y dirigida por el palestino Hany Abu Saad en 2022. Esta protagonizada por Ali Sulimán, Samer Bisharat, Maisa Abd al-Hadi y Manal Awad. Tuvo su estreno en Beirut en el Festival Internacional del Cine de la Mujer del 2022. La película ha sido muy criticada por dos razones: primero porque Huda, la dueña del salón de peluquería que colabora con el gobierno de Israel, engaña a sus clientes, mujeres palestinas que frecuentan su salón, las droga y las filma en situaciones comprometidas para obligarlas después a colaborar con el enemigo israelí. Y segundo, por las escenas donde aparecen las mujeres desnudas, por lo que la película ha sido calificada por muchos como licenciosa y perjudicial para la causa palestina. Pero la mayor indignación tiene que ver con el segundo punto. Además del rechazo generalizado de las redes sociales, algunas autoridades palestinas han condenado también la producción de la película, como el Ministerio de Asuntos Religiosos.
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