Opinión · Otras miradas
Ya no sois los dueños del mundo
Copresidenta de trasnform Europe
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Decía Von Bismark que nunca se mentía tanto como antes de unas elecciones, durante una guerra y después de una cacería, siguiendo la tradición cínica de belicistas como él; pero en algo tenía razón: nunca se miente tanto como en una guerra. En inglés hay un término para describir las palabras huecas y grandilocuentes, Big Talks, y de eso hemos tenido a raudales en esta cumbre de la OTAN. Big Talks y una carencia de lógica tan fácil de desmontar que me ha sorprendido que pocos periodistas se hayan atrevido a hacer preguntas obvias.
La primera de ellas es que si Putin es el enemigo que nos amenaza ¿por qué no envía la OTAN tropas a Ucrania? Se me puede contestar que es porque Ucrania no es miembro de la Alianza, a lo que fácilmente respondería que tampoco lo eran Libia, Iraq, Afganistán o Yugoslavia y allí sí se enviaron tropas y bombas. Es más, la OTAN acaba de autoproclamar que ya no tiene fronteras, es decir, que se arroga el derecho de intervenir en cualquier país del mundo al margen del derecho internacional, así que, ¿por qué no lo hace en Ucrania?
A pesar de su retórica militarista, su supuesta unidad y su inmenso poderío bélico, la OTAN ni puede ni quiere intervenir en Ucrania y déjenme que les explique tres hipótesis del porqué:
Porque no quieren
En términos políticos el mayor beneficiario de la guerra en Ucrania es la propia OTAN, en estado de "muerte cerebral" en 2019 (por usar las palabras de Enmanuel Macron) y hoy rediviva a cuenta de la barbarie de Putin y su criminal invasión. En términos económicos, los beneficiarios son los traficantes y vendedores de armas que han logrado que se traslade renta del trabajo (la que sustenta los impuestos) a la compra de maquinas para matar.
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El secretario general de la OTAN lo dejó claro: será una guerra larga que acabará con una negociación. Lo que decimos los pacifistas es que la negociación sea ya para evitar más muertes, más dolor, más destrucción, más refugiadas, más barbarie y que, para ello, se despliegue ya mismo una ofensiva diplomática y de resolución de conflictos en vez de cenas en el Prado que no sirven para nada, desde luego, no a los ucranianos.
Con una inflación por encima del 10%, los precios de la energía desbocados, un planeta que se calienta a ojos vista y la pobreza que todo esto acarrea, plantear un aumento del gasto militar es, sencillamente, una irresponsabilidad, un despilfarro y algo absolutamente innecesario. Vamos a los datos: los 30 países de la OTAN suponen el 50% de gasto en armas del mundo. Solo EEUU roza el 40% del gasto armamentístico mundial, ergo, la OTAN no tiene un problema ni de falta de armas ni de tecnologías de la muerte, de hecho, los lidera.
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Porque no pueden
La doctrina militar que está detrás de este obvio despropósito (tanto en términos económicos como humanistas) se estableció durante la Guerra Fría y se denomina destrucción masiva asegurada, (el MAD por sus siglas en inglés, y sí, ironías de la historia, significa “loco” en ese idioma). El MAD establece que, dado el arsenal nuclear de las partes contendientes, el uso de las armas nucleares por cualquiera de ellas puede concluir con una aniquilación mutua. Rusia tiene unas 6000 cabezas nucleares, la OTAN unas pocas más y ese es el problema; si la OTAN entra en confrontación directa con Rusia la posibilidad del Armagedón será real. Es de locos, pero por muy irracional que nos parezca, es la doctrina angular sobre la que bascula la política de las armas disuasorias: el miedo al horror como paralizante, pura psicosis.
Luego dicen que los pacifistas somos los poco pragmáticos, no se lo pierdan, por exigir el cumplimiento y firma del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPAN). La OTAN ni quiere ni puede usar su arsenal para derrotar a Putin en tierras ucranianas. Vamos a una afganistanización del conflicto, con el enorme dolor y muerte que eso conlleva porque se niegan siquiera intentar una salida negociada inmediata a la guerra.
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Porque ya no son los dueños del mundo
La foto de familia de la OTAN esconde muy mal su deseo de mantener su supremacía en un mundo que ya no los ve como envidiables. Andaba yo por México hace unos días y al debatir con científicos sociales sobre la situación del mundo, me sorprendió el poco caso que le hacían a la guerra en Ucrania. Las guerras en Europa no les parecen una novedad. Me imagino que en Asía les debe pasar los mismo, especialmente mirando esa foto de grupo de la OTAN con evocaciones coloniales, racistas y machistas muy difíciles de disimular.
Tanto esfuerzo por demostrar unidad tiene un reverso, la debilidad de saber que ya no son los amos del mundo; saben que no lo son en tiempos de paz, que el feminismo, el antirracismo, las clases populares y los movimientos de nuestra época los desplazan, los ridiculizan. El éxito de China se les antoja inaceptable. La OTAN y los Putin se embarcarán en más guerras, es su mecanismo de control, pero lo harán bajo palabras que ya no engañan como antaño porque cada vez es más evidente que en el siglo XXI los varones blancos burgueses ya no son la medida del mundo.
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