Opinión · Dominio público
Feijóo y Abascal, el ‘new feminism’
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En el final de mi novela Chantaje a una jueza (Editorial Espasa), sobre corrupción y muerte en Galicia, quise incluir un agradecimiento a “todas aquellas personas que intentan hacer de este un mundo mejor, aunque se equivoquen”. Las democracias, la justicia, los derechos humanos … el mundo evoluciona así: intentos de mayor bienestar contra intereses perversos de que así no sea, generalmente, por razones de poder y privilegios. ¿Quiénes van ganando? Me daría para otro libro.
La llamada ley del sí es sí (LO 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual) está inmersa en un debate jurídico denso y complejo de enormes proporciones en el que todo el mundo quiere participar, y nosotras las periodistas, las primeras, para garantizar el derecho a la información de los ciudadanos. Eso sí, como carecemos de intereses electorales y partidistas -y me refiero al periodismo de verdad-, tratamos de documentarnos bien, hablando con el mayor número de juristas y políticos/as posible para intentar comprender qué ha pasado: por qué una ley tan positiva, que vuelve a situar a España en la vanguardia del progreso en derechos y libertades -como las leyes del aborto, eutanasia o matrimonio homosexual-, está provocando la rebaja de condenas de aquellos a quienes se quiere penalizar por sus comportamientos machistas criminales y pederastas.
Para no extenderme en detalles, recomiendo encarecidamente la información estudiada y contrastada de mi compañera Marisa Kohan, donde se sumerge a la perfección en la profundidad del debate al que nos enfrentamos, que no solo afecta a la ley del sí es sí y suele regodearse en los derechos de las mujeres, ignorados hasta no hace mucho. Por ejemplo, en 1999, el Gobierno de José María Aznar aprobó una ley para prohibir el despido de mujeres embarazadas o de madres en permiso de maternidad y se encontró con que las empresas dejaban de contratar mujeres. Hubo que acometer ajustes.
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Este caso lo contaba este jueves en la Cadena Ser la magistrada del Tribunal Constitucional, María Luisa Balaguer, con la claridad que le caracteriza: los derechos que afectan al cuerpo de las mujeres son “derecho nuevo” frente al “derecho clásico”. Y -bien lo sabe el feminismo- su aceptación, su aplicación, la formación de los juristas … llevan tiempo.
¿Es compatible decir que hay jueces machistas con advertir sobre los agujeros de la ley que estamos comprobando? Por supuesto que hay jueces machistas, no hay más que recordar uno de los casos más conocidos, del abogado discrepante de la sentencia de La Manada, hablando de “jolgorio” en vez de violación múltiple. Es innegable que, como en la sociedad entera, hay jueces (y juezas) machistas, pero también hay otros no formados/as y otros y otras que sí lo están y mucho; cada vez más. Hacer una enmienda a la totalidad a todos los y las juezas de España como causa única de coladero para rebajar penas a violadores y pederastas resulta una estrategia incomprensible, sobre todo, tan pronto y sabiendo -como se avisó- que se podrían haber hecho otra cosas, como incluir la cacareada disposición transitoria para evitar al máximo posible de interpretaciones de revisión beneficiosas para los agresores sexuales. Ni siquiera así (y con el debate sobre la inconstitucionalidad que ha generado su propuesta) se garantizarían todos los caso.
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El debate está servido, el disgusto también, pero nada se consigue con el enfrentamiento interno. Dejemos actuar a la Fiscalía, de momento. Que se analicen todas las sentencias, las que han bajado las penas y las que no, que son muchas más. ¿Preferimos dejar a la derecha este tipo de cuestiones? ¿A la ultraderecha, quizás? Porque están muy satisfechas ambas con lo que está pasando; obviamente, el sufrimiento de las víctimas les importa nada, y así lo acreditan aquellos que reniegan de la violencia machista, como Vox, o aquellos que pactan con Vox para tocar poder, el Partido Popular.
Tener que escuchar a Alberto Núñez Feijóo hablando de “un Gobierno contra la gente”, cuando su partido insulta y menosprecia al 51% de la población que somos las mujeres pactando con Vox es como ver a Santiago Abascal dando palmaditas en la espalda a su líder en Catalunya, Ignacio Garriga, pero sin resultar gracioso. Váyanse, pues, de este mesa PP y VOX, que no les hemos puesto cubierto y estamos hablando de feminismo e igualdad.
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