Opinión · Posos de anarquía
Criticar el Mundial de Catar mientras se corean los goles
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El de Catar es sin duda el Mundial de la hipocresía, incluso para quienes llevan semanas erigiéndose como defensores de los derechos humanos (DDHH). Pese a sus encendidas críticas, muchos y muchas de ellas se pondrán ante el televisor o escucharán la radio para seguir los partidos, especialmente los de la selección española. Dicho de otro modo, indirectamente, avalarán el negocio que días atrás han criticado. Negarlo todavía es más hipócrita.
Ninguna otra cita deportiva ha recibido tantas críticas ni han corrido tantos ríos de tinta de reproche como el Mundial de Catar. Bien es verdad que la envergadura de las atrocidades es apabullante, pero no es menos cierto que otras sedes de diferentes eventos también eran campeonas en la vulneración de DDHH y libertades civiles y no se alzó la voz en esa medida, desde los Juegos Olímpicos en China a otras citas mundialistas como la de Rusia o, incluso, la reincidente EEUU (acogerá el Mundial en 2026), país inventor de guerra preventivas, con elevadas tasas de racismo, pena de muerte en algunos de sus Estados y oleada antiabortista por todo el país.
La periodista Angels Barceló, futbolera reconocida, esta mañana ha ilustrado a la perfección esta hipocresía, probablemente víctima de las contradicciones que nos atraviesan y contra las que el único antídoto es una fidelidad exquisita a los principios. Aunque Barceló ha criticado duramente la celebración de la Copa del Mundo de fútbol en Catar, este lunes ha venido a sugerir que "ya que se celebra, disfrutémoslo, aunque no dejemos de recordar las violaciones de DDHH". Ya saben, es como vestir prendas fruto de la explotación infantil "ya que están hechas", pero recordando que lo que uno luce tiene en sus costuras el sufrimiento de un niño... Esta comparación brutal, que no cabe en ninguna cabeza ejecutar, no es en realidad tan disparatada comparada con lo que se está haciendo con el Mundial.
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Barceló ha sido víctima de una doble contradicción: en primer lugar, de la que afecta a tantos medios de comunicación, que después de verter duras críticas contra el evento deportivo lo cubren con pelos y señales porque no están dispuestos a renunciar a los ingresos publicitarios que ello reporta. ¿Se imaginan al Carrusel Deportivo sin retransmitir el Mundial? Imposible, como sucede en el resto de las emisoras de radio, incluida la de la Iglesia, la COPE y su programa Tiempo de Juego... que cuando se trata de euros, hasta los obispos miran para otro lado. Recuerda a aquella época en la que los periódicos ingresaban millones por los anuncios de mujeres explotadas (anuncios odiosamente calificados como 'relax') y, precisamente, Público fue pionero en sacrificar esos ingresos anteponiendo la ética.
La segunda de las contradicciones de la periodista catalana es la que alcanza a tantas personas, que no ingresan, sino que contribuyen a ingresar cuando siguen el Mundial. Todas esas personas que echan pestes de la cita deportiva, que se indignan con el modo en que se mercantiliza con las vidas humanas pero después inflan las audiencias de radio y televisión "porque ya que se celebra..."¿Qué creen que están haciendo? Hacer que el modelo de mercantilización funcione. Ni más ni menos.
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Ejemplos como el de la Cafetería Lar Botánico de València son excepcionales y difíciles de imitar: no emitirá en su establecimiento ningún partido del Mundial. Así lo anunciaban en su pizarra: "Debido a que no aprobamos la celebración de un Mundial de fútbol en un país en el cual no se respetan las libertades fundamentales, no retransmitiremos ningún partido, incluidos los de la selección española. Lamentamos las molestias, pero nuestra moral no nos lo permite".
Esa muestra de integridad está fuera del alcance de muchas personas, algunas de las cuales son conscientes de ello y tratan de paliarlo llamando a criticar mientras se corean los goles frente al televisor. Otras, ni siquiera hacen ese ejercicio, más aún cuando todas y todos somos indirectamente cómplices, lo queramos o no, pues tenemos la desvergüenza de que TVE paga con nuestros impuestos los derechos de emisión de algunos de los partidos, contribuyendo al modelo de mercantilización.
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Adoptar un postura tan firme -que no extrema- como la que expongo aquí no es sencillo, como tampoco lo es ser fiel a los principios cuando la vida te pone a prueba, pero al menos quienes se dejen seducir por el fútbol "ya que se celebra", que no nieguen su contradicción y su contribución al modelo mercenario de la FIFA (del que su presidente Gianni Infantino saca pecho) del que se beneficia Catar (y tantos otros).
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