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Opinión · Posos de anarquía

La ultraderecha financia a Ábalos

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El exministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, interviene en el acto de traspaso de la cartera ministerial a la nueva ministra, en la sede ministerial, a 12 de julio de 2021, en Madrid (España). -Isabel Infantes / Europa Press

El exministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, no gana para brindis... o sí, porque a los más de 90.000 euros que se embolsa como diputado por València tras su paso por el Gobierno hay que sumar ahora los patrocinios de la extrema derecha. El último corre a cargo de la cofundadora de Vox, Cristina Seguí, que tendrá que pagarle 6.000 euros al haber sido condenada por un delito de intromisión en su honor.

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Dice el refranero español que el que ríe el último ríe mejor y las carcajadas de Ábalos deben de retumbar en algunas seseras, no sólo por sus buenas condiciones acústicas, sino por el volumen de la risotada del socialista. La extrema derecha comienza a pagar su gusto por la descalificación, esa práctica tan milenaria de rellenar discursos con agravios cuando no se tiene con qué más construirlos. Los improperios escupidos por Seguí le van a costar la friolera de 6.000 euros, tras ser condenada por el Juzgado de Primera Instancia 46 de Madrid. La cuenta a pagar le sale a prácticamente 600 euros por insulto, una auténtica delicatessen para su zafio paladar con pretensiones refinadas.

Este patrocinio de Seguí a Ábalos es pura calderilla comparado con los 60.000 euros que otro aficionado de la ofensa como Luis Pérez Fernández, más conocido como Alvise Pérez, tendrá que ingresar en la cuenta bancaria del exministro. Vulnerar su derecho "a la intimidad personal y familiar", como indica el Juzgado de Primera Instancia de Madrid no sale gratis: uno puede darse el gustazo de ese banquete, pero no puede marcharse sin pagar la cuenta. Alvise es a la (des)información lo que esos fanfarrones a las comilonas, que gustan de ganarse favores, simpatías y palmaditas en la espalda a base de invitaciones, pero al fin del convite, hay que apoquinar.

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Nada hay que puedan alegar Seguí o Alvise que pueda detener las risas de Ábalos o borrar de sus rostros las caras de _____ (rellene el lector/a a su gusto). Otro refrán español aplica al diputado de València: dime tonto y dame pan. Y qué pan, oiga, una hogaza de casi 70.000 euros con mucha miga, la de regocijarse con que invita la extrema derecha que, por añadidura, se ha sumido en el mayor de los ridículos.

Lo curioso del asunto es que motivos para la crítica política contra Ábalos nunca faltan porque su paso por el Gobierno estuvo plagado de despropósitos, algo que supo capitalizar Pedro Sánchez hasta que consideró quemada su figura y le indicó la puerta de salida (la trasera, además). Proceder clónico es el que está teniendo ahora con Marlaska, como indiqué hace más de un año en este espacio, aunque le está faltando tino al presidente para identificar cuán carbonizado está ya el titular de Interior, comenzando a chamuscarse sus propias carnes.

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La ultraderecha es bravucona y lenguaraz pero, por lo general, encaja muy mal el contraataque, dando muestras de una piel muy fina, no ya para soportar el agravio, sino la más mínima crítica. Lo cierto es que en esta ocasión, la Justicia ha sido especialmente generosa en su trato y exquisita en la aplicación de la ley, porque por haber tenido que recurrir a la vulneración del honor y la intimidad para criticar a Ábalos tendrían que haber pagado el doble. Su torpeza no tiene límites.

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