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Opinión · Otras miradas

Los crímenes machistas y la demagogia sobre el cáncer

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Hemos empezado el año como terminó, con crímenes machistas. Los fallos del sistema los advierten ellas mismas y otras instituciones: memoria de Fiscalía, informe del Defensor del Pueblo con procesos judiciales largos y que no entienden, el informe Grevio, la UFAM de policía y la falta de efectivos o las reclamaciones de Naciones Unidas. El sistema Viogen incluye la valoración policial, basado en el algoritmo que determina el riesgo de forma automática. En cambio no dan abasto las Unidades de Valoración Integral Forense que sí pueden determinar con más acierto el riesgo por el trabajo conjunto de especialistas forenses, psicología y trabajo social.

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Todo el mundo pregunta dónde está el problema cuando el problema básico es el de siempre: seguimos criando y educando a machistas. Y todo el mundo pregunta sobre la solución cuando no es un único fallo, sino diferentes variables. 

Estos días, además, a raíz de la muerte de Elena Huelva, hubo tertulianos y usuarios de redes sociales que no dudaron en decir que tenemos muchos ministerios, entre ellos el de Igualdad, cuyo dinero podría ir a la lucha contra el cáncer. No creo que yo sea sospechosa de no reclamar investigación contra el cáncer cuando está en mi propia familia desde hace décadas, aún en mi casa, y la mayoría de mis muertos lo han sido por esta enfermedad, teniendo que someterme a revisiones por ello. 

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Estaría muy bien evitar planteamientos demagógicos y viciados que no llevan a ningún sitio. Y eso no evita que reclamemos toda la transparencia posible sobre dónde van los fondos contra las violencias machistas. Aquí no hay que poner solo la lupa en el Ministerio de Igualdad, sino en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos a los que se destina este dinero y asumen competencias también. 

El cáncer ocasiona muertes y la violencia de género también provoca muertes así que resulta bastante injusto intentar enfrentar víctimas cuyas causas son muy diferentes. Quizás para algunos el dinero en salvar o ayudar a mujeres es desperdiciado, cuando para otros quizás es dinero desperdiciado el destinado a armamento, a determinadas instituciones o a la propia Iglesia. Dónde debe ir el dinero es un criterio muy subjetivo. 

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Solo recordemos, a quienes hacen este planteamiento tan demagogo, que sí. Yo quiero que todo cáncer se cure, pero de nada me sirve investigación si luego tengo un diagnóstico tardío por falta de atención primaria, o que tenga que esperar meses para una mamografía. Porque lo que me salva también del cáncer es la prevención y eso está en el sistema de salud. Un sistema de salud que debe ser pagado con los impuestos de todos, lo que pasa por no buscar mecanismos para defraudar a Hacienda, por cierto. 

Recordemos a quienes también sostienen este planteamiento, que sí. Hay dinero que se destina a las mujeres maltratadas pero que ese gasto no es culpa de ellas, es el gasto que el Estado tiene que hacer para cubrir los daños que causa el machismo. 

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Recordemos además que no todas las mujeres necesitan una casa de acogida o ayudas porque se mantienen por sí mismas, sino que lo que necesitan no es tanto inversión como que quienes las atienden en todo el proceso tengan la formación especializada y comprendan las dinámicas de esta violencia para no dejarlas desprotegidas. 

Quizás tenemos que preguntarnos por qué la investigación, en general, nunca ha sido una prioridad. Por qué se ha devaluado tanto el trabajo de científicos o científicas, con una pérdida de talento y formación.  En el papel que las farmacéuticas desarrollan cuando no invierten en cáncer de menos impacto. Y quizás tendríamos que preguntarnos, en la lucha contra el machismo, por qué hay fallos entre administraciones, por qué las mujeres que denunciaron no fueron protegidas o por qué la mayoría de los agresores son reincidentes. Esto son argumentos en búsqueda de soluciones y de querer saber lo que hay detrás.

Banalizar con el sufrimiento de enfermedades o de violencias estructurales, sin contemplar todas las aristas, es un despropósito. Nos sobran tertulianos pseudoperiodistas y demagogos en todos los espacios y nos faltan profesionales. Así nos va. 

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