Opinión · Otras miradas
Francisco Javier, 'hazte un vladimir'
Psicóloga. Exdiputada en el Congreso
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En el año 2016, Paco León estrenó la película Kiki, el amor se hace. Un remake de un filme australiano en el que, desde un registro cómico y a ratos algo delirante, narraba las historia de varios personajes con filias sexuales poco convencionales. La película pretendía romper tabúes sobre el sexo y narrar el proceso de los distintos personajes para integrar sus deseos en su vida sexual y de pareja. Cuando anunciaron el estreno, la idea me pareció de lo más interesante y corrí a verla. Entre las cinco historias que componen la película, una de ellas es la de José Luis y Paloma. Un día, José Luis seda accidentalmente a Paloma y descubre lo que en la película tratan como una filia más, somnofilia en este caso. El cirujano comienza a drogar a su mujer cada noche para mantener relaciones sexuales con ella mientras está inconsciente. La película obtuvo un éxito inmediato, le llovieron las buenas críticas (con alguna tímida excepción), batió récords de taquilla y recaudación, a los pocos días estaba en el top de películas más vistas ese año y logró cuatro nominaciones en los premios Goya.
Esta semana no he podido evitar recordar a José Luis, el somnófilo, al escuchar las declaraciones del asesor penalista para la reforma de la ley del solo sí es sí por parte del PSOE, Francisco Javier Álvarez García, en el programa de Risto Mejide. En ellas, Álvarez García se escandalizaba con la definición de consentimiento de la ley y preguntaba anonadado "Si estamos con la pareja que está dormida, [para mantener relaciones sexuales] ¿primero la tenemos que despertar?”.
Solo siete años separan el estreno de Kiki, el amor se hace y el desbarre de Francisco Javier. Pero este país ya no es el mismo. Entre 2016 y 2022 han pasado el #metoo, varias huelgas feministas, un Ministerio de Igualdad y un enorme desplazamiento del sentido común hasta el punto de que determinadas cosas que antes pasaban desapercibidas empiezan a dejar de asumirse como normales. Lo demuestra el comunicado que Paco León publicó en su cuenta de Instagram a finales de 2021: “Aunque tratamos de darle motivaciones a los personajes es imperdonable haber romantizado una violación sistemática. Siento mucho no haber tenido en ese momento la sensibilidad para tratar el tema y haber frivolizado con él. No es fácil reconocer que metiste la pata en el pasado ahora que no viene a cuento. Pero creo que sí viene a cuento. Que todos tenemos una responsabilidad con lo que hacemos y los valores que transmitimos. Y que con la mejor de las intenciones te das cuenta de que tú también estás colaborando en la cultura de la violación. Me avergüenzo de ello y agradezco a las personas que me lo han hecho ver. Prometo seguir trabajando y aprendiendo.” (¡Bien, Paco!)
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Hay dos cosas que me horrorizaron en su momento al ver Kiki y volvieron a hacerlo al escuchar a Francisco Javier esta semana. La primera, más obvia, es cómo de fácil es la asunción de que en una pareja, la mujer pertenece al hombre y está por tanto obligada a satisfacer sus deseos en todo momento, que en el seno de una pareja heterosexual es imposible la violación porque la mujer no es más que un objeto a disposición del marido. Me horrorizó, me horroriza, no solo por lo violento y machista, sino porque si una repasa mínimamente su biografía, me atrevo a afirmar que es casi imposible que no se tope con al menos uno (y probablemente cientos) de episodios en los que ha tenido relaciones sexuales con una pareja sin querer hacerlo realmente, solo por considerarlo parte de los deberes de la buena novia/esposa. Pero lo más terrible de todo es lo extendida que está en el género masculino aún la normalización de obtener placer del sexo con una persona que no ha expresado su voluntad de hacerlo. No hay placer en pareja si no es compartido y deseado por ambas partes, no debería haberlo, más bien.
No soy una soñadora, no espero de Francisco Javier una reflexión como la de Paco León, no espero que descubra que penetrar o "mantener un acto sexual" con una persona dormida que no puede expresar su voluntad es una agresión sexual. Pero sí deseo. Deseo con fervor que ninguna mujer vuelva a tocarle ni con un palo. Deseo también que esto tenga consecuencias y que nadie le pida asesoramiento para nada, nunca más.
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Hace unos meses fue tendencia en TikTok la palabra “Vladimir”, y no precisamente por Putin. Mucha gente se preguntaba qué significaba la expresión “hacerse un Vladimir” y los usuarios y usuarias lo aclaraban entre bromas. Sospecho que Francisco Javier no tiene TikTok y se perdió aquella conversación, que sin duda, le sería extremadamente útil. Y sí, 'hacerse un vladimir' viene a ser lo siguiente: una paja y a dormir.
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